Reseña: “La amiga del jaguar”, de Emmanuel Carrère
“Un sueño, una biblioteca, una mujer amada, una isla exótica, un jaguar… (…) En esta narración, el autor juega con los géneros y con las expectativas del lector, a quien seduce y manipula llevándolo por territorios enigmáticos y planteándole muchas preguntas que acaso no tengan respuestas sencillas”.Pocas veces el siniestro arte de las contratapas se muestra, como en las líneas precedentes, tan vacío de contenido y a la vez tan certero: difícilmente se pueda ser más preciso con una novela como La amiga del jaguar, el debut literario de Emmanuel Carrère (París, 1957), que ahora el sello Anagrama rescata del polvo de los años para el deleite arqueológico de sus fans. Así funcionan los fenómenos editoriales; pero aclaremos que el Carrère maduro es también un fenómeno literario, una pluma de peso que hizo de ese género ahora bastardeado que alguien denominara “autoficción” un verdadero arte, aunque aquí apenas podamos reconocerlo.El argumento de La amiga del jaguar –que su autor publicó a los 26 años–, si de verdad puede hablarse en estos términos, sigue, aunque todos inciertos, los pasos de Víctor, un joven que en la adolescencia repite un sueño en cierto modo premonitorio; diez años más tarde, se halla en una biblioteca, observando a dos personajes que acaban de atravesar una puerta y dejarlo atrás. Uno de ellos es Marguerite, la mujer de la que quizá se ha enamorado, a la que posiblemente ha conocido en un laboratorio de idiomas, a la que tal vez extraña cuando se traslada a la isla de Java cumpliendo difusas tareas de burócrata, con la que posiblemente se escriba cartas, a la que luego reencontrará –o quizá ella vaya hasta Indonesia a rescatarlo– y con la que podríamos arriesgar que vive una tórrida continuidad amorosa en Biarritz…Así como los lectores caen de vez en cuando en la rudimentaria trampa de reducir la lectura a un desenlace que no acaba volviéndose lo suficientemente esquivo, aquí Carrère se une a la legión de escritores que pretenden estar no ya un par de pasos delante del lector, sino perderlo de vista. No se trata de una ambigüedad productiva ni mucho menos: los únicos caminos que parece dejarnos son los facilismos de remitir todo a la instancia del sueño, o bien a la de la locura. Bastará agregar que, pese a situarse como el epicentro de la trama, no existen más que un par de rasgos superficiales para que intentemos darle cuerpo a la omnipresencia de Marguerite, fondo y forma de toda la novela.Poco hay aquí, al margen de lo que también sugiera la generosa contratapa, de quien años más tarde se convertiría en un magnífico narrador. Y eso no deja de ser una buena noticia.La amiga del jaguarEmmanuel Carrère(Anagrama)Trad: Álex Gibert269 páginas$ 18.000

“Un sueño, una biblioteca, una mujer amada, una isla exótica, un jaguar… (…) En esta narración, el autor juega con los géneros y con las expectativas del lector, a quien seduce y manipula llevándolo por territorios enigmáticos y planteándole muchas preguntas que acaso no tengan respuestas sencillas”.
Pocas veces el siniestro arte de las contratapas se muestra, como en las líneas precedentes, tan vacío de contenido y a la vez tan certero: difícilmente se pueda ser más preciso con una novela como La amiga del jaguar, el debut literario de Emmanuel Carrère (París, 1957), que ahora el sello Anagrama rescata del polvo de los años para el deleite arqueológico de sus fans. Así funcionan los fenómenos editoriales; pero aclaremos que el Carrère maduro es también un fenómeno literario, una pluma de peso que hizo de ese género ahora bastardeado que alguien denominara “autoficción” un verdadero arte, aunque aquí apenas podamos reconocerlo.
El argumento de La amiga del jaguar –que su autor publicó a los 26 años–, si de verdad puede hablarse en estos términos, sigue, aunque todos inciertos, los pasos de Víctor, un joven que en la adolescencia repite un sueño en cierto modo premonitorio; diez años más tarde, se halla en una biblioteca, observando a dos personajes que acaban de atravesar una puerta y dejarlo atrás. Uno de ellos es Marguerite, la mujer de la que quizá se ha enamorado, a la que posiblemente ha conocido en un laboratorio de idiomas, a la que tal vez extraña cuando se traslada a la isla de Java cumpliendo difusas tareas de burócrata, con la que posiblemente se escriba cartas, a la que luego reencontrará –o quizá ella vaya hasta Indonesia a rescatarlo– y con la que podríamos arriesgar que vive una tórrida continuidad amorosa en Biarritz…
Así como los lectores caen de vez en cuando en la rudimentaria trampa de reducir la lectura a un desenlace que no acaba volviéndose lo suficientemente esquivo, aquí Carrère se une a la legión de escritores que pretenden estar no ya un par de pasos delante del lector, sino perderlo de vista. No se trata de una ambigüedad productiva ni mucho menos: los únicos caminos que parece dejarnos son los facilismos de remitir todo a la instancia del sueño, o bien a la de la locura. Bastará agregar que, pese a situarse como el epicentro de la trama, no existen más que un par de rasgos superficiales para que intentemos darle cuerpo a la omnipresencia de Marguerite, fondo y forma de toda la novela.
Poco hay aquí, al margen de lo que también sugiera la generosa contratapa, de quien años más tarde se convertiría en un magnífico narrador. Y eso no deja de ser una buena noticia.
La amiga del jaguar
Emmanuel Carrère
(Anagrama)
Trad: Álex Gibert
269 páginas
$ 18.000