Ansiedad, la pandemia de la “satisfacción inmediata”
Vivimos en tiempos de ansiedad y en este contexto criamos a nuestros hijos, que parecen haber adquirido este estado ansioso de manera innata y lo cierto es que no, los padres tenemos gran responsabilidad. Hace unos años escribí sobre “el síndrome de álbum lleno”. Cuando yo era pequeño coleccionaba figuritas y cada álbum tenía esa preciada pegatina que era la más difícil de conseguir, la que venía una en cien paquetes, esa ilustración autoadhesiva que hacía que abrir los sobres sea un momento único lleno de alegría. En la colección de Tarzán, la mona Chita era imposible de conseguir. Me habían dicho que un nene de sexto B la tenía y yo soñaba con abrir un sobre en el que saliera esa figurita.Nunca completé un álbum, pero disfruté muchísimo de la experiencia de coleccionarlos. Hoy los chicos tienen al alcance de la mano (o de los padres, por eso digo que somos responsables) el servicio del “álbum lleno garantizado”. Cada figurita difícil podrá ser enviada por correo al precio de un paquete, el fabricante hace un gran negocio (a diferencia de los padres). El problema no es ese, y aplaudo de pie al de la idea del álbum lleno, sino que en la crianza se reproduce ese modelo. Jonathan Haidt en La generación ansiosa -libro necesario para padres, madres, educadores y quienes trabajamos con jóvenes- dice que los adolescentes hoy viven una infancia libre de juegos y plagada de pantallas. Que en los últimos años los chicos fueron perdiendo la exposición a las experiencias físicas y sociales desafiantes que todos los mamíferos jóvenes necesitan. Y agrega que las capacidades de afrontamiento son mucho menores a las necesarias como consecuencia de un “sobre empacho” de confort. Dice el autor hay una sobreprotección en el mundo real y una desprotección en el mundo virtual, lo cual es una ecuación muy peligrosa para nuestros hijos.En este marco, el circuito ansioso es estimulado permanentemente desde la estructura en la que vivimos, perfectamente explicada por Haidt desde lo técnico. Pero para hacerla más simple, podemos llevarlo al llano y recurrir a un talentosísimo cantante como lo es Jorge Drexler que hace 15 años nos deleitaba con La trama y el desenlace, canción en la que justamente decía que disfrutaba más del proceso que del resultado, “sin esperar que algo pase”. Actualmente se invirtió completamente. Shots de dopamina y satisfacción inmediata son un combo muy peligroso para nuestros hijos, que no sólo se ven asediados por las pantallas sino también por inescrupulosos delincuentes en la web. Caso muy renombrado el de las apuestas, frente a la imposibilidad de los menores de acceder a sitios legales (algo totalmente lógico y que celebro), hay quienes operan captando jóvenes adolescentes mediante WhatsApp para arrastrarlos a las apuestas ilegales. Se arman mesas de dinero y se ofrece a los chicos posibilidad de un paso a la gloria inmediata y sin escalas, algo que en la era de la ansiedad es como el “santo grial”. La clandestinidad del juego online es sin duda la puerta de entrada a la ludopatía.Además, hay nuevas apps peligrosas que ofrecen videollamadas con desconocidos, terreno fértil a cualquier tipo de delito y peligro para nuestros hijos (principalmente una invitación para pedófilos de todo el mundo a desplegar su perversión). La única traba en estos casos (hablo de Ome TV) es la de clickear soy mayor de edad. No dejemos a nuestros chicos solos, por favor les pido.Las herramientas para combatir estos fenómenos son todo lo contrario a lo que desde los dispositivos electrónicos y redes sociales se ofrece. Por supuesto la primera es acudir a una consulta profesional si la persistencia de los síntomas a lo largo del tiempo nos modifica el normal desarrollo cotidiano de nuestras vidas o la de nuestros hijos en este caso.Pero además, mediante técnicas caseras podemos mitigar esta pandemia de ansiedad y llevar a nuestros hijos a disfrutar más del proceso y a ver la frustración y los errores como parte necesaria del camino del aprendizaje.Usemos el principio de los opuestos: A la urgencia démosle tiempo, a la prisa; calma.Respiremos: Demos a nuestra mente tan solo cinco minutos de calma, inhalemos y exhalemos lentamente. Cuando la inquietud y la ansiedad estén en su punto más álgido es cuando más quietud necesitamos.Apaguemos aparatos alrededor: La tecnología es fuente inagotable de ansiedad y no ayuda a recuperar el equilibrio perdido. Hablemos, pidamos ayuda y abrazos: Intentemos poner palabra a lo que nos preocupa. Identifiquemos que emoción gobierna nuestro momento. En cierta oportunidad realicé una encuesta entre niños y jóvenes con los que compartía charlas y el espacio del consultorio. Les preguntaba cuáles eran los recuerdos más significativos de sus primeros años de vida. Sorprendentemente, o no tanto, las respuestas nada tenían que ver con consolas de juego o con centros comerciales: “El primer asado que hice de la mano de mi papá”. “Ir a visitar a mi abuelo a su negocio, y ayudarlo a atender a la gente”. “El

Vivimos en tiempos de ansiedad y en este contexto criamos a nuestros hijos, que parecen haber adquirido este estado ansioso de manera innata y lo cierto es que no, los padres tenemos gran responsabilidad.
Hace unos años escribí sobre “el síndrome de álbum lleno”. Cuando yo era pequeño coleccionaba figuritas y cada álbum tenía esa preciada pegatina que era la más difícil de conseguir, la que venía una en cien paquetes, esa ilustración autoadhesiva que hacía que abrir los sobres sea un momento único lleno de alegría. En la colección de Tarzán, la mona Chita era imposible de conseguir. Me habían dicho que un nene de sexto B la tenía y yo soñaba con abrir un sobre en el que saliera esa figurita.
Nunca completé un álbum, pero disfruté muchísimo de la experiencia de coleccionarlos. Hoy los chicos tienen al alcance de la mano (o de los padres, por eso digo que somos responsables) el servicio del “álbum lleno garantizado”. Cada figurita difícil podrá ser enviada por correo al precio de un paquete, el fabricante hace un gran negocio (a diferencia de los padres). El problema no es ese, y aplaudo de pie al de la idea del álbum lleno, sino que en la crianza se reproduce ese modelo.
Jonathan Haidt en La generación ansiosa -libro necesario para padres, madres, educadores y quienes trabajamos con jóvenes- dice que los adolescentes hoy viven una infancia libre de juegos y plagada de pantallas. Que en los últimos años los chicos fueron perdiendo la exposición a las experiencias físicas y sociales desafiantes que todos los mamíferos jóvenes necesitan. Y agrega que las capacidades de afrontamiento son mucho menores a las necesarias como consecuencia de un “sobre empacho” de confort. Dice el autor hay una sobreprotección en el mundo real y una desprotección en el mundo virtual, lo cual es una ecuación muy peligrosa para nuestros hijos.
En este marco, el circuito ansioso es estimulado permanentemente desde la estructura en la que vivimos, perfectamente explicada por Haidt desde lo técnico. Pero para hacerla más simple, podemos llevarlo al llano y recurrir a un talentosísimo cantante como lo es Jorge Drexler que hace 15 años nos deleitaba con La trama y el desenlace, canción en la que justamente decía que disfrutaba más del proceso que del resultado, “sin esperar que algo pase”. Actualmente se invirtió completamente.
Shots de dopamina y satisfacción inmediata son un combo muy peligroso para nuestros hijos, que no sólo se ven asediados por las pantallas sino también por inescrupulosos delincuentes en la web. Caso muy renombrado el de las apuestas, frente a la imposibilidad de los menores de acceder a sitios legales (algo totalmente lógico y que celebro), hay quienes operan captando jóvenes adolescentes mediante WhatsApp para arrastrarlos a las apuestas ilegales. Se arman mesas de dinero y se ofrece a los chicos posibilidad de un paso a la gloria inmediata y sin escalas, algo que en la era de la ansiedad es como el “santo grial”. La clandestinidad del juego online es sin duda la puerta de entrada a la ludopatía.
Además, hay nuevas apps peligrosas que ofrecen videollamadas con desconocidos, terreno fértil a cualquier tipo de delito y peligro para nuestros hijos (principalmente una invitación para pedófilos de todo el mundo a desplegar su perversión). La única traba en estos casos (hablo de Ome TV) es la de clickear soy mayor de edad. No dejemos a nuestros chicos solos, por favor les pido.
Las herramientas para combatir estos fenómenos son todo lo contrario a lo que desde los dispositivos electrónicos y redes sociales se ofrece. Por supuesto la primera es acudir a una consulta profesional si la persistencia de los síntomas a lo largo del tiempo nos modifica el normal desarrollo cotidiano de nuestras vidas o la de nuestros hijos en este caso.
Pero además, mediante técnicas caseras podemos mitigar esta pandemia de ansiedad y llevar a nuestros hijos a disfrutar más del proceso y a ver la frustración y los errores como parte necesaria del camino del aprendizaje.
Usemos el principio de los opuestos: A la urgencia démosle tiempo, a la prisa; calma.
Respiremos: Demos a nuestra mente tan solo cinco minutos de calma, inhalemos y exhalemos lentamente. Cuando la inquietud y la ansiedad estén en su punto más álgido es cuando más quietud necesitamos.
Apaguemos aparatos alrededor: La tecnología es fuente inagotable de ansiedad y no ayuda a recuperar el equilibrio perdido.
Hablemos, pidamos ayuda y abrazos: Intentemos poner palabra a lo que nos preocupa. Identifiquemos que emoción gobierna nuestro momento.
En cierta oportunidad realicé una encuesta entre niños y jóvenes con los que compartía charlas y el espacio del consultorio. Les preguntaba cuáles eran los recuerdos más significativos de sus primeros años de vida. Sorprendentemente, o no tanto, las respuestas nada tenían que ver con consolas de juego o con centros comerciales: “El primer asado que hice de la mano de mi papá”. “Ir a visitar a mi abuelo a su negocio, y ayudarlo a atender a la gente”. “El barrilete que me regaló papá para ese cumpleaños”.
Los adultos tenemos que darnos tiempo para jugar, mirarlos a los ojos, hacer soldaditos de lata, crear títeres que canten canciones de María Elena Walsh, entonar instrumentos de música para descubrir juntos los sonidos de la vida. Goles para gritar o abrazos para consolarnos cuando nuestro equipo pierde, que el fútbol es cosa que se hereda. Mostremos nuestras pasiones, compartamos las suyas, y dejemos la carretera lista para que el despegue sea de a poco, con miedo (porque no va a ser sin miedo que vuelen), pero maravilloso, porque crecer es así, sencillamente, maravilloso.
Psicólogo