Rebeldes sumisos
Como le ocurrió a Chamberlain con Hitler, «me temo que la política de apaciguamiento con Trump tampoco va a arrojar resultados positivos para la UE», escribe José Ovejero en su diario. La entrada Rebeldes sumisos se publicó primero en lamarea.com.

15 de febrero de 2025
En el boletín de publicaciones en alemán de la librería Pasajes encuentro un ensayo que me atrae de inmediato: Hitlers Interviews, de Lutz Hachmeister. Me pongo a leer las 40 páginas iniciales que se encuentran en internet y me propongo comprar el libro. A menudo me sucede, que dejo cualquier cosa que estoy haciendo para lanzarme a una lectura que se me ha atravesado en el camino. También me propongo leer del mismo autor Heideggers Testament, Der Philosoph, Der Spiegel und die SS. Pero… un momento: ¿tengo tiempo para todo esto? ¿No estoy ya metido en demasiadas cosas como para abrir ese campo?
Mi formación desordenada tiene que ver con esa tendencia mía a no especializarme nunca, a sentirme atraído por temas tan diversos –a veces al compás de mis novelas y ensayos– que siempre tengo la impresión de no saber, en realidad, de nada.
Pero me digo que tengo que recuperar la relación con la cultura y la historia alemanas, que fueron esenciales en mi formación, pero han ido desapareciendo de mis intereses.
16 de febrero
Cuando Neville Chamberlain regresó a Londres después de su encuentro con Hitler en Múnich afirmó que la paz estaba asegurada para muchos años. Al día siguiente, Hitler invadía Polonia. La «política de apaciguamiento» no sirvió de nada, más bien, fue contraproducente. Me temo que la política de apaciguamiento con Trump tampoco va a arrojar resultados positivos para la UE.
Una posibilidad de política-ficción: la UE –ya liberada de la influencia británica– abandona la proximidad a Estados Unidos y se acerca a Rusia. Entre dos autócratas, escoge a aquel que más le conviene, sobre todo cuando no hay ya justificación moral para elegir a Trump frente a Putin.
18 de febrero
Anoche he ido a la inauguración de una pequeña, pero impresionante, exposición de El Greco en el Prado. Regreso a casa caminando. Según subo por la calle Moratín, una mujer dice ¡uy!, da un saltito, entra en un portal y cierra a toda prisa a sus espaldas. Me doy cuenta de que acaba de saltar por encima del cuerpo de una joven tirada boca abajo en el suelo. Hablo a la mujer tendida, le pregunto si necesita ayuda. No responde. Llamo al SAMUR, que llega con rapidez. Mientras tanto otro joven pasa junto a la chica tumbada en el suelo, la mira sin detener el paso.
Solo cuando llega el SAMUR se detiene alguna gente; mira, comenta. Una señora dice “estará con la droga”. Le respondo que quizá esté enferma y me contempla unos segundos como si fuese idiota. Me alejo del corrillo.
¿Es miedo o indiferencia lo que puede llevarnos a saltar por encima del cuerpo de alguien tirado en el suelo, que quizá necesite urgentemente socorro, y seguir con nuestras vidas como si tal cosa? ¿O la vaga sensación de que si alguien se encuentra en esas condiciones se debe a una serie de decisiones culpables y por tanto no merece ayuda?
19 de febrero
Me apetece presentar Una belleza terrible con Edurne, pensar los dos en voz alta para otra gente sobre lo que hemos escrito; al mismo tiempo me da pereza. Llego a esta etapa cansado, con falta de energía. Cuando me sucede esto, corro el riesgo de actuar de forma mecánica. Me comporto de manera profesional, es decir, mucha apariencia y poca presencia real –la fingida funciona, pero cada vez que recurro a ella es como si me vaciara un poco, como si usara el anillo de Gollum pero a la inversa: me da una visibilidad que pago perdiendo materia, disolviéndome–. Siento entonces que no estoy de verdad allí, comunicando con quienes se han acercado a escucharme. No es tan fácil convertir una acción repetida muchas veces –hablar de tu obra en entrevistas y encuentros- en algo auténtico, donde no seas solo personaje, sino también persona.
Casualmente, veo esta mañana un anuncio publicitario que hizo William Burroughs para Nike y me produce tristeza. Vendemos lo que somos a la sociedad del espectáculo, nos volvemos espectáculo y quizá creemos que controlamos dicha transacción –al fin y al cabo, solo estamos fingiendo–, pero no es cierto, como no es cierta la fantasía de que controlamos lo que compramos y la publicidad no nos influye. La presencia de Burroughs en un anuncio de zapatillas deportivas –también la aparición ridícula de Spike Lee en otro anuncio para esa misma marca– contribuye a dar un aire de rebeldía y marginalidad al centro mismo del capitalismo. Lo que está haciendo la extrema derecha actual ya fue ensayado en el consumo de mercancías: usar una imagen que refleja exactamente que no es aquello lo que te están vendiendo; Trump y Milei se presentan como externos al sistema, como rebeldes, cuando en realidad son el corazón despiadado del sistema. Y dan la coartada ideal a los votantes que son también eso: la ficción de una rebeldía que enmascara la forma más radical de sumisión.
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