Querida mía: cartas entre amigas desde lo político y lo poético
Paqui Maqueda presenta, ante un abarrotado auditorio, una novela epistolar que construye el relato de un país, una ciudad y una época –la dictadura– en las voces de un grupo de mujeres de un barrio de Sevilla. La entrada Querida mía: cartas entre amigas desde lo político y lo poético se publicó primero en lamarea.com.

A ver, la tentación es titular con la supuesta “amante” de cierto general, según contó la autora de la novela durante la presentación. Porque doña Asunción inspira la historia de Reyes, una de las protagonistas. “Con sus 84 años y sus uñas pintadas, su pelo blanco… Era ‘madame’ en la Alameda. Las mujeres prostituidas a las que yo atendía como trabajadora social me dijeron que quería conocerme. Me hice amiga de ella”, explica Paqui Maqueda, activista y referente del movimiento memorialista, ante el asombro del público que está escuchando aquello en esta tarde de primavera recién estrenada en Sevilla.
La tentación es aún mayor cuando Pura Sánchez, investigadora clave de la represión de las mujeres durante el franquismo, persona seria donde las haya, echa en cara a Paqui, en tono no-te-lo-perdonaré-jamás-Manuela-Carmena, que no hubiera tenido el detalle de habérsela presentado. “Eso fue hace muchos años, yo no sabía ni la historia de mi familia”, se defiende Paqui, que fue, para quien aún no la haya identificado, quien gritó “honor y gloria a las víctimas del franquismo” cuando Queipo de Llano fue exhumado, de madrugada, de la basílica de la Macarena.
Era, obviamente, una tentación. Pero una cosa son las tentaciones, y las risas entre amigas ante lo que una pueda o no creer, y otra cosa es hablar de lo que significa realmente Querida Mía, el nuevo libro de una mujer que, como dijo el director de la editorial Libros de la Herida, José María Gómez, no necesita presentación.

Con la Giralda en frente, el Alcázar a un lado y los aposentos arzobispales a otro, Paqui Maqueda llenó el majestuoso salón de actos de la Casa de la Provincia como los grandes artistas, las buenas estrellas de rock: “¿Hay algún sitio por ahí para Toñi?”, pregunta atenta desde la mesa poco antes de empezar el acto, con gente ya de pie en una sala abarrotada.
Querida mía es una novela epistolar, cartas cruzadas entre varias mujeres que vivieron la alegría con la llegada de la II República y se enfrentaron al hambre, la miseria y la tristeza con el golpe, la guerra y la dictadura que vino después. Son amigas que se escriben desde diferentes lugares: de Sevilla a México, de la cárcel al exilio. Y también desde la fosa. Esa es la primera carta, la que manda Trinidad desde Pico Reja, el agujero al que fue arrojada con más de 1.700 personas. Y es, como dice Paqui, la que arropa a todas las demás, inspiradas, por cierto, en la solidaridad, el cariño y los cuidados de su grupo de amigas de la infancia. Ahí siguen hoy para apoyarla.
En la novela, las mujeres se llaman Gracia, Frasca, Consuelo, Isabel, Esperanza, Reyes. Y Trinidad. “Es ficción, pero está basada en historias reales. La historia de Trinidad, por ejemplo, está basada en la historia de Carmen Díaz. Les dieron a elegir: o la mataban a ella o a su hermana Concha. Carmen era mayor que Concha, que en esos momentos le daba la teta a su hijo en prisión. Y Carmen decidió que la mataran a ella”, explica Maqueda en una conversación en directo con la escritora Rosario Izquierdo, quien le pide a Paqui que lea el inicio de esa carta.
Paqui, con un tono de voz dulce que puede con todo, comienza a leer el fragmento, que dice así: “Ya no hay sangre, la tierra, sorbo a sorbo, se la ha bebido, empapando mis ropas y mis huesos. El recogido de mi pelo, deshecho ya sobre la nuca, se mezcla con los terrones ensangrentados, formando hilos que se enredan entre sí. En el momento de la descarga, mi cuerpo ya sin vida cayó sobre otro. En la saca de esa noche, ante tanto terror, algunos se abrazaron llorando. Yo quise mantenerme firme y mirar a los ojos de quienes nos dispararon. Podía oír cómo reían y gritaban los del pelotón, pero también sentía cómo temblaban sus manos antes de apuntar y afinar el tiro. Algunos vomitaron viendo cómo caíamos a la gran fosa. Por mucho alcohol que llevaran en sus venas, formar parte de la matanza los sacudía”.
Las palabras son tan hondas y tan bestias, tan claras y tan sencillas, que, en un momento dado, te olvidas de que es Paqui quien está leyendo esa barbaridad. De repente te ves escuchando a la misma Trinidad desde aquel infierno, desde aquel agujero que fue exhumado tras una dura batalla casi 90 años después.
Como recordó el editor de la novela, la historia es dura, amarga, pero también alegre, como su portada. En ella, cinco mujeres avanzan con el rojo, el malva, el amarillo. Colores que se apagaron cuando la represión echó a andar sobre la ciudad, otra mujer más en esta historia –destaca la escritora Rosario Izquierdo– con una idiosincrasia muy andaluza.
“Sevilla se presenta también como un cuerpo dañado, maltrecho, donde ya no brilla el sol ni la luz de primavera. Hay una mirada de dolor sobre Sevilla”, incide Izquierdo, que remarca dos ideas fundamentales del libro de Maqueda: por un lado, cómo lo político puede llegar a ser poético y cómo el lenguaje literario puede meterse en las grietas del lenguaje historiográfico, que es, dice, el poder. Maqueda asiente: “Sevilla era una ciudad muerta. Sin el color azul cielo, sin libertades, sin derechos, parada en el tiempo, y no solo eso. Es que el tiempo volvió atrás”.
Y aunque tras tres semanas de cielos grises, el sol ha vuelto a brillar sobre la capital andaluza, un avezado lector del público avisa de que eso que ha escrito Paqui no es pasado y que puede que el tiempo esté de nuevo retrocediendo. “Ahora, cuando el hambre atenaza nuestras barrigas y debemos aprender a sobrevivir, los hombres que nos quedan con vida o fuera de prisión siguen con los suyos como si no tuviéramos ya bastante con lo que tuvimos. Malditos sean ellos y sus guerras”, lee del mismo ejemplar que acaba de comprar. No quedó ni uno a la salida. El fragmento, cuenta brevemente desde su asiento, le ha recordado a ciertos generales de este siglo: “A los machos dominantes que nos rodean: en Israel, en Rusia, en EEUU, en Ucrania, en Argentina… Todo este tipo de gente insaciable en su afán. Y hay una característica en común: son todos tíos”.
El texto también refleja el papel fundamental de las mujeres en la transmisión de la memoria y la forma en la que tejen la solidaridad, el cariño, los cuidados.. “Las vencidas fueron todas, pero la solidaridad fue ideológica y de clase”, deja también claro Pura Sánchez, desde el auditorio, en un momento en el que, como recordó Julia Otero hace unos días en una entrevista con Marc Giró, hay gente de clase obrera que vota en contra de sus propios intereses.
Y luego está la gente como Paqui, que escribe una novela epistolar en tiempos del chat GPT y las redes sociales. “Hasta diez veces me ha echado patrás Irene algunas de las cartas. De verdad, yo no sabía ya por dónde tirar”, confiesa entre bromas, entre la solemnidad del lugar y la llana felicidad de quien puede llegar a entender que una mujer como su abuela, Frasca, que vivió en primera persona la fiereza de la represión en todas sus formas, rezara a la virgen junto a la tumba de Queipo, que tantas mujeres entonces recurrieran a Dios en busca de un poquito de consuelo. A ella, a la virgen “señora así de Sevilla” le dedicó un poema su hermana Gracia hace años, que hoy, recogido en el libro, lee con el título Macarena.
A ver, la tentación era pedir que no se solaparan dos actos de luz y de memoria la misma tarde en Sevilla. Querida mía, por un lado. Y Un hombre libre, el documental sobre Agustín Gómez Arcos, por otro. Aunque tal vez fuese solo uno. Y que todas esas mujeres del primer acto –en ese tipo de casualidades que tanto le gustan a Maqueda– estuvieran también carteándose con la Ana No del segundo. Quién sabe. Sea como sea, qué preciosa coincidencia.
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