Ocho estrategias de inversión para vivir feliz

Mi padre disfrutó de una larga jubilación con una pensión modesta: así es que lo hizo.

Feb 21, 2025 - 19:34
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Ocho estrategias de inversión para vivir feliz

Algunos de ustedes recordarán que hace menos de un año esta columna estuvo a oscuras durante un tiempo. Fui corriendo a Sydney después de que mi padre fuera arrollado en su moto por un conductor que consideraba los semáforos en rojo como una mera sugerencia para detenerse.

Sobrevivió, por poco. Sin embargo, hace unas semanas, cuando mi teléfono sonó por segunda vez de madrugada, supe que era la llamada que los expatriados de toda la vida tememos, pero que sabemos que algún día llegará.

No hay forma de salvar el paragolpes de un accidente cerebrovascular hemorrágico masivo. Tres horas después estaba en un avión y seis días al lado de mi padre, inconsciente. Sin comida, sin agua, sólo morfina y sus discos favoritos en repetición.

Estábamos seguros de que seguía respirando sólo para avergonzar a los que nos habíamos olvidado de enviarle una tarjeta de cumpleaños. Al final, mi hermana y yo nos salimos con la nuestra. Murió cinco horas antes de cumplir 83 años.

Así que disculpas por mi ausencia. Ya van dos veces en un año, papá: estás en deuda con mis lectores. Ya que esta columna se trata de inversiones, ¿qué tal algunas de sus perlas de su sabiduría? Por lo general, nunca necesitó que le preguntaran dos veces. Ni siquiera una vez.

En honor a mi padre, he aquí las ocho reglas de inversión de Andrew Kirk para una vida (y una jubilación) feliz y próspera.

En primer lugar, estudia mucho y mantén la curiosidad. Los padres de papá tenían pocas aspiraciones. Pero él estudió por la noche mientras sus amigos salían de fiesta, y terminó graduándose en Economía por la Universidad de Sidney y haciendo un MBA en Chicago.

Revisando sus archivos hace poco con mi madre, tenía decenas de carpetas meticulosamente indexadas repletas de documentos académicos y artículos sobre todos los aspectos de la inversión, desde la diversificación hasta la eficacia de la recompra de acciones.

No obstante, leía con los ojos cerrados todas las tardes, y estoy seguro de que esos placenteros sueños se debían a su segunda regla de inversión: nunca equipares dinero con satisfacción.

Tras abrir la oficina de McKinsey en Sídney a principios de los '70, papá pasó a dirigir Planters en Australia (frutos secos, ¡sí!), Nestlé (chocolate, ¡sí!) y Ciba Geigy (limpiador de inodoros ¡buu!). Un hombre de altos vuelos, decían sus amigos.

Entonces tuvo una epifanía, o eso dice la historia. ¿Para qué hago todo esto? Odiaba las largas jornadas de trabajo y despedir a gente, así que abandonó la empresa. Se dedicó a la caza de talentos y nunca volvió a perderse una cena con su familia.

Papá se jubiló a los 50, más joven que yo. Y tampoco con mucho dinero. ¿Cómo hizo para durar tanto? Principalmente gracias a la regla número tres. Esconde la mayor parte posible de tus ahorros del fisco.

Si eso significa poner un poco más cada mes en su pensión, los beneficios hacen que otras decisiones de inversión un espectáculo secundario.

Papá disfrutó de ganancias de capital y dividendos libres de impuestos durante más de tres décadas. Tampoco pagaba un centavo a los payasos de Canberra cada vez que retiraba capital.

De hecho, esta última es la regla número cuatro. Es cierto que los ingresos y el capital suelen tributar de forma diferente, pero mi padre nunca tuvo problema en malgastar la herencia de sus hijos si los dividendos y los cupones no cubrían su último pasatiempo loco.

Así, a pesar de que sus activos crecían a un ritmo de un solo dígito (la parte alta) en promedio cada año y arrojaban un rendimiento del 3,5%, su cartera es la mitad de lo que era hace 15 años. Apuesto a que ahora está enojado por no haber gastado aún más.

¿Cómo se explican estos buenos rendimientos? Principalmente, la suerte: fue una gran época para los inversores. Y no le sorprenderá que alguien a que tuvo clases con Milton Friedman creyera en los mercados eficientes. De ahí que papá fuera uno de los primeros defensores de los fondos indexados baratos.

Eso en sí mismo -regla número cinco- impulsó su rendimiento frente a los fondos activos en alrededor de un 1% anual. Compuesto a lo largo de 30 años, eso sirve para comprar un montón de kayaks oceánicos, upgrades de motos y vuelos para visitar a su hijo caprichoso en Inglaterra.

La cartera de papá también se benefició de una asignación mucho mayor de renta variable de lo que aconsejan los libros de texto para un jubilado de entre 60 y 70 años. Me gustaría decir que esta sexta regla se debió a mi influencia, ya que escribí mucho sobre este tema cuando era gestor de activos.

Pero la razón era la indiferencia. Durante un road trip, los mercados de renta variable superaron a los de renta fija y, por lo tanto, la ponderación de papá aumentó cada vez más, sobre todo la de las pujantes acciones australianas.

Un reequilibrio constante habría perjudicado sus rendimientos, como escribí recientemente en esta columna. Por eso, "mantenerse diversificado" no es la séptima regla de inversión. Papá siempre se quejaba de no tener aún más en renta variable. En particular, en acciones estadounidenses.

No compartía mi opinión negativa sobre las acciones estadounidenses. "Poné 'ignorar a Stuart' como otra regla", puedo oírle burlarse -Lárgate, papá, estoy escribiendo esto. Sin embargo, donde sí valió la pena hacerme caso fue en lo de mantenerse invertido.

Esta última regla es tan importante como minimizar los impuestos. Mi padre nunca entró en pánico cuando las acciones cayeron. Ni durante la implosión de las punto.com. Ni cuando la crisis financiera redujo casi a la mitad sus ahorros. Ni cuando la renta variable estadounidense cayó 34% debido al Covid.

Trabajé en cada uno de esos periodos y les juro que estar cerca de la acción no aporta ninguna perspectiva. Los supuestos expertos me dijeron que los relojes se pararían, que los bancos desaparecerían y que nunca volveríamos a alquilar un auto ni a hacer un crucero.

Limpia el ruido, le recordé. O lo habría hecho si él no hubiera estado esculpiendo mármol o dando vueltas en sus caminatas matutinas. El S&P 500, por su parte, casi se ha duplicado desde el máximo histórico que alcanzó justo antes de la pandemia.

Nadie muere deseando haber gestionado más su cartera.