Natalia Gherardi: “Por razones ideológicas, hay mucha fuerza puesta en desarticular la protección para las mujeres”
La abogada y fundadora de ELA, una de las organizaciones feministas más reconocidas del país, analiza los recortes en las políticas de género; qué dijo sobre la denuncia de Fabiola Yáñez; por qué cree que “la conquista de derechos no necesariamente transformaron la vida concreta de muchas personas”

Antes, mucho antes de que el feminismo estuviera en su radar, Natalia Gherardi quiso ser periodista. Para lograr su objetivo, se decidió por una carrera más abarcativa que el periodismo y estudió Derecho en la UBA. Nunca imaginó que ese camino que comenzaba a recorrer jamás terminaría en una redacción. Tampoco en el mundo del litigio tradicional.
Pero fue justamente gracias a la abogacía que Natalia descubrió su vocación: luchar para que lo justo fuera justo para todos y no un privilegio para pocos. “Yo quería ser parte de algo más grande, hacer del derecho una herramienta de transformación social”, dice.
El campo de batalla que eligió para esa lucha fue el mundo íntimo y cotidiano de las mujeres. Se propuso examinar y cuestionar algunas de sus lógicas: ¿por qué el peso del cuidado de los hijos y de los mayores recae más sobre ellas? ¿Por qué cobran menos que sus colegas varones? ¿Quién las protege de la violencia machista en todas sus formas?
Para responder esas preguntas pero sobre todo para incidir en la búsqueda de soluciones a los problemas que planteaban las respuestas, en 2003 se convirtió en una de las fundadoras del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), una organización sin fines de lucro que busca cambiar la realidad de las mujeres en su relación con cuatro ejes: trabajo y cuidados, violencia de género, subrepresentación política, y derechos sexuales y reproductivos.
Como parte de ese compromiso, el año pasado ELA monitoreó y denunció los recortes estatales en políticas de género, como la línea 144, el plan nacional de prevención del embarazo no intencional en la adolescencia (ENIA) o el programa de asistencia económica a las víctimas de violencia de género (Acompañar). A mediados de 2024, fue una de las organizaciones que intimó al Estado nacional ante la Justicia para que no se desmantelaran esos programas. El Tribunal hizo lugar al reclamo y dictó una medida cautelar actualmente vigente.
“Lo que dice el Gobierno nacional es que las políticas públicas de atención de las violencias y de salud sexual y reproductiva son problemas de las provincias. No solamente se retiró del financiamiento de las políticas sino también de su rol de rectoría, fundamental en un Estado federal, para que el acceso a derechos no sea una lotería de código postal y que los derechos a los que accedas dependan de en dónde vivas”, dice con tono enérgico, sentada en su despacho, un espacio apenas decorado, con el lugar justo para su escritorio y una estantería industrial blanca que usa como biblioteca y en donde la estrella es la luz natural, que en cantidades generosas entra por una ventana que observa a otros contrafrentes.
La contundencia de sus palabras no es sobreactuación. En los últimos 20 años Natalia se fue posicionando como una referente de peso en esas temáticas, tanto dentro como fuera del país. Un breve repaso por su currículum no podría omitir que fue consultora para la CEPAL, ONU Mujeres, la OEA y la OIT.
Natalia es una tuitera activa y enérgica que se presenta como codirectora de la Red de Acceso al Aborto Seguro Argentina; dice que fue algo deportista, seguramente por los años de hockey en su adolescencia, y que siempre elige la Patagonia, ese lugar en el que, le confía a LA NACION, tiene los mejores sueños.
En esa red social, el 14 de septiembre pasado, por ejemplo, le respondió a la vicejefa de gobierno de CABA, Clara Muzzio, ante un posteo suyo sobre el descenso de la natalidad y el aumento de las mascotas: “Tal vez hacen falta mejores políticas de cuidado: espacios de primera infancia, vacantes en escuelas de doble jornada de calidad, acceso a la vivienda, atención a la salud integral para personas mayores. No sé, tiro ideas”.
Dos días a la semana, Natalia transita el camino que separa su casa de Temperley de la sede de ELA, que queda en el barrio porteño de Congreso. El espacio fue diseñado para el trabajo en equipo: es un amplio ambiente con sillones y dos largas mesas de coworking, una sala de paredes vidriadas para las reuniones y dos pequeñas oficinas,
La distancia entre Temperley y Congreso combinada con ese enigma que siempre es el tránsito hoy le juegan una mala pasada y llega unos minutos tarde al encuentro con LA NACION. Está vestida con un conjunto azul de dos piezas que dicen elegancia y comodidad al mismo tiempo y que completa con un collar de diseño y sandalias de taco bajo.
“Soy una chica de zona Sur”, dice en tono jocoso esta mujer de 54 años, hija de un médico y de una ama de casa que estudió Derecho pero no logró completar la carrera. “Fue ella quien me llevó por primera vez a conocer el edificio de la Facultad de Derecho. Es una de las personas que más me inspiró e impulsó en la vida”, dice.
La infancia de Natalia y de sus tres hermanos transcurrió en las afueras de Lomas de Zamora. “Mi papá quería ser médico de barrio, así que, cuando mis padres se casaron, se instalaron ahí”, recuerda Natalia, que hizo la primaria y la secundaria en un colegio bilingüe de la zona. “Para mis padres era fundamental que domináramos el inglés”, explica.
Fue tal el dominio adquirido de esa segunda lengua que, ya en la universidad, hizo la carrera de traductora pública en paralelo a la de abogada. Una vez recibida, comenzó a trabajar en un estudio jurídico corporativo y al tiempo se casó, después de 9 años de noviazgo.
“Puso en vidriera temas desconocidos”
“Siempre fue brillante, con 10 de promedio. Su pasión estaba detrás de las Ciencias Sociales. Pero un poco por el típico ‘¿De qué vas a vivir con eso?‘, optó por una carrera tradicional. Cuando empezó a trabajar era excelente en lo que hacía y creció muy rápido, pero esa no era su vocación.” Quien habla es Alberto Brein, su marido.
A la hora de repasar los logros de Natalia, Alberto no duda: “Puso en vidriera temas que eran desconocidos hace 20 años, como el derecho al cuidado, los micromachismos, y todos los maltratos históricos y hasta normalizados hacia las mujeres”, dice Brein, quien también destaca toda la lucha de Natalia a través de ELA por la sanción de la ley del aborto.
El hombre que la conoce desde los 17 años, cuando empezaron a noviar, rescata la bondad y la sensibilidad de su mujer. “Siempre está del lado del más débil”, dice. Y comparte un dato menor, anecdótico, para graficar la pasión de su mujer por el periodismo: “Todavía me pide que le compre los diarios en papel”, dice.
Pero esa pasión no se pone de manifiesto con la lectura de las noticias. Natalia es fuente de consulta sobre temas de género en muchos medios. Sobre la denuncia de Fabiola Yáñez contra el expresidente Alberto Fernández escribió en elDiarioAr: “¿Cómo puede ser que una mujer denuncie hoy hechos que refiere han comenzado en 2016? Es muy habitual que las mujeres demoren a veces incluso años en denunciar la violencia que viven de parte de una pareja sentimental. Por la misma naturaleza del vínculo, por la relación de dependencia emocional y muchas veces también económica entre las partes, las mujeres en ocasiones tienden a no reconocer (ni ante sí mismas) que se encuentran en una situación de violencia”.
Una vez casados, y después de una estancia fugaz en CABA, Natalia y su marido compraron una casa con jardín en la zona residencial de Temperley, por donde ya vivían los padres de ella. Todavía viven en esa casa. “Adoro levantarme y disfrutar del aire libre en el jardín”, le cuenta Natalia a LA NACION. Cada tanto, en su perfil de Instagram, comparte algunas postales de cielos anaranjados y fragmentos de ese hogar que tanto la enorgullece.
Cuando estaba recién mudada en esa casa, Natalia aplicó y obtuvo una beca del British Council que le permitió hacer una maestría en Derecho y Políticas Sociales en la London School of Economics. “Ahí descubrí un mundo que seguramente también existía en Argentina, solo que yo no lo conocía”, dice. Ese mundo desconocido era la posibilidad de pensar el derecho en su intersección con otras disciplinas como el desarrollo, las políticas de igualdad, la perspectiva de género y el feminismo.
El derecho en clave feminista
Corría 2001. El país ardía en el clamor del “que se vayan todos” y muchos argentinos sentían que la única salida era Ezeiza. En ese mismo momento, Natalia Gherardi volvía después de 12 meses en el Reino Unido con ganas de comerse el mundo. Su fuego interno se había avivado por la certeza de haberle encontrado un nuevo sentido a su profesión.
“Empecé a buscar quién trabajaba el derecho en clave feminista y me encontré con gente maravillosa a la que me fui acercando y que fue muy generosa conmigo, como Haydeé Birgin o Laura Pautassi”, recuerda. Junto a ellas y a otras mujeres participaría de la fundación de ELA en 2003 por iniciativa de Birgin.
Laura Pautassi es hoy la presidenta del consejo directivo de ELA. Recuerda muy bien aquella primera reunión en la que conoció a Natalia, en la casa de Haydeé. “Tenía una energía increíble”, dice. “Su hijo mayor tendría entre nueve meses y un año. Ya había retomado el trabajo en el estudio jurídico pero estaba ansiosa por ir más allá y pensar colectivamente temas de género”, la describe Laura.
Cuatro años más tarde, y con la familia completa tras la llegada de Victoria, su segunda hija, Natalia decidió dedicarse full time a la organización. “Mi interés más profundo estaba en la búsqueda de la transformación social con el derecho como herramienta. Eso estaba claro para mí. Así que empecé a dedicarle el 100% de mi energía”, dice.
Gran parte de la energía de todo el equipo de ELA, compuesto por 18 mujeres entre abogadas, sociólogas, politólogas y comunicadoras sociales, se centra en tender puentes entre las problemáticas que observan o conocen a partir de hablar con mujeres u organizaciones territoriales con los grandes tomadores de decisiones, esos que tienen el poder de generar políticas públicas.
Pero, ¿cómo lo hacen? Con diferentes tipos de estrategias que incluyen la generación de información contextualizada y con perspectiva de género. Este tipo de aporte fue fundamental durante el proceso que terminaría con la sanción de la ley del aborto. También brindan asesorías especializadas, promueven el trabajo en red con otras organizaciones tanto locales como internacionales, y además generan campañas de concientización.
De la “frustración” a la propuesta antisistema
La campaña más reciente es “Pongamos de moda hablar de cuidados”, que busca visibilizar la disparidad que existe entre varones y mujeres en las tareas de cuidado. Además, hace foco en la necesidad de que el Estado brinde más apoyos como mayor cantidad de espacios de primera infancia y residencias para adultos mayores, apoyo financiero para contratar servicios de cuidado así como más escuelas con jornada extendida.
Natalia baja lo que hacen a un ejemplo concreto. “Cuando nosotras comenzamos, la violencia contra las mujeres ya era un problema histórico, a pesar de los tratados internacionales o las leyes que había. La pregunta que había que hacerse era qué faltaba. Por qué esas herramientas no solucionaban ese problema. Ahí empezás a desentrañar qué es lo que le falta a la política pública”, analiza.
–Dos décadas después, un sector de la sociedad no cree necesario que las políticas públicas tengan perspectiva de género. ¿A qué lo atribuye?
–Creo que las promesas de la conquista de derechos no necesariamente transformaron la vida concreta de muchas personas. Y eso produce probablemente una gran frustración y enojo, lo que facilitó la llegada de una propuesta antisistema, que proponga casi que borrón y cuenta nueva. Pero no pienso que a la gran mayoría de las personas le moleste tanto la igualdad. Cuando vos tenés la oportunidad de conversar, probablemente encontrás puntos de acuerdo, pero ese diálogo no es el que se da en las redes sociales, que es lo que toma más volumen.
–¿Cómo ve el diálogo en el mundo de la política? ¿Hay diálogo?
–No. Y necesitamos que los partidos políticos que se ven a sí mismos como partidos de la democracia vuelvan a encontrarse en un diálogo, sosteniendo sus diferencias y disidencias. Pero esa es la única manera de construir conjuntamente.
–Hace algunos meses el Gobierno hizo saber su intención de derogar la figura del femicidio. Si pudiera dialogar con el Presidente. ¿qué le diría?
–Que el femicidio es un agravante dentro de la figura del homicidio, uno de tantos. Es decir, no es porque se valora más la vida de una mujer que el hombre, sino que existe para responder a una situación estructural de violencia que se da por razones de género que es distinta de la violencia que se da hacia los varones. Es verdad que a los varones se los asesina mucho más que a las mujeres en Argentina y en todo el mundo. Pero las mujeres son asesinadas en circunstancias diferentes. No son asesinadas por personas desconocidas en la vía pública, sino que detrás hay un fenómeno que es real, es concreto y es universal, y es que a las mujeres, en su gran mayoría, las matan dentro de su casa las personas que juraron amarlas.
La entrevista finaliza y Natalia tiene por delante una jornada que promete ser larga. Todo el equipo la reclama porque en pocos días iniciará un viaje que la tendrá fuera del país varias semanas. En una de las paredes de la oficina, escritos sobre papel afiche, pueden leerse los objetivos de ELA para este año. Se proponen incorporar herramientas de inteligencia artificial. Quieren trabajar el posicionamiento de la organización en la región. Buscan generar criterios de intervención pública, por ejemplo, ante anuncios oficiales. Apuestan a tener mayor producción escrita. Van a incorporar un balance a mitad de año.
Entre los diferentes ítems puede leerse “elecciones legislativas 2025″. “Hay mucha fuerza puesta en desarticular completamente la protección para las mujeres por razones ideológicas más que económicas. Esa fuerza va a ser todavía mayor si el Gobierno se fortalece en las elecciones legislativas”, había dicho Natalia, minutos antes en su despacho.
El equipo se prepara para un año difícil y cargado de desafíos. “Tenemos cabezas potentes y corazones dedicados”, dice, confiada, Natalia: “¿Qué puede salir mal?”