El esquizofeminismo, esa facción ultra de un movimiento que en tiempos fue loable y de la que Irene Montero (señoradé y eurodiputada) es máximo exponente en nuestro país, se compone de pensamiento mágico con un chin de purpurina y otro poco de histeria uterina. Lo puede comprobar fácilmente cualquiera con sus habilidades congnitivas intactas cuando guste. Es tan fácil como asomarse a la pequeña pantalla (no lo aconsejo) y observar las reacciones de cada nuevo espécimen, algunos surgidos al calor del amancebamiento, como se observaba en la infancia el botecito de los bichos: con entomológica curiosidad y libres de prejuicios. Aconsejo prudencia y mesura. El otro día, en uno de esos programas, indistinguibles entre ellos, que son el ecosistema natural...
Ver Más