Martín Jaite y sus sueños de kiosquero, el exilio en barco, la tortura local en la Davis y la incredulidad: “Todavía no entiendo cómo fui tenista”

Llegó a Top 10 y hace 25 años es el director del ATP de Buenos Aires. La experiencia como coach de Gaudio y Nalbandian, la pica juvenil con De la Peña y el abrazo con Del Potro

Mar 8, 2025 - 13:59
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Martín Jaite y sus sueños de kiosquero, el exilio en barco, la tortura local en la Davis y la incredulidad: “Todavía no entiendo cómo fui tenista”

De pronto, esa mente que volaba en las canchas de tenis para sacar provecho de cada situación hizo un viaje al pasado. Memoria intacta, Martín Jaite no habla ni de tenis, ni del torneo de ATP del cual es director hace 25 años. Se acuerda de los tiempos de chico, de antes del exilio familiar. “Muni, el Club Ciudad. Yo me crié ahí, íbamos los fines de semana con mis viejos. Éramos los primeros en llegar porque a ellos les gustaba ir temprano por el tenis. Recuerdo mi jardín de infantes, el Arco Iris, en la calle Junín. Mi casa en Corrientes y Junín también. Y más tarde, en el cole, me gustaban las matemáticas, física, química, geografía. No era un alumno top, pero no me llevaba materias. Era correcto”, rememora, sentado en las oficinas debajo de la cancha central del Buenos Aires Lawn Tennis Club.

Acaba de pasar un nuevo Argentina Open, ganado por el ascendente Joao Fonseca. Las estructuras están en proceso de desarme. Martín, con 60 años, está por someterse a una intervención quirúrgica de cadera y desparrama los recuerdos de aquel chico que ni remotamente pensaba en las raquetas ni en una carrera relacionada con los cálculos matemáticos. “Es que nunca pensé que iba a ser tenista. Iba a Muni y practicaba múltiples deportes. Tenía una hora de tenis, sí, pero después me iba a jugar al handbal, al voley y al básquet. También nadaba. En realidad, de chico quería ser kiosquero, era mi fantasía. Me gustaban mucho las golosinas y siempre jugaba a tener un kiosco”, acota risueñamente.Martín Jaite en familia, en brazos de su mamá, Myriam. Completan papá Mario y Fernando, el hermano mayor

Nada de viajar por el mundo. Los veraneos mutaban entre Gesell, Miramar, Mar del Plata, y alguna vez Punta del Este o Chile. En familia, con Mario, psicoanalista; Myriam, psicóloga, y Fernando, su hermano dos años mayor. Vivían bien, pero sin despilfarros. Hasta que un día partieron a Europa…

–Irte a Barcelona a los 11 años era una experiencia fuerte: dejabas los amigos del cole, la vida de club, el barrio.

–Creo que lo sufrió más mi hermano, Fernando, que tenía 13 y estaba más formado. Yo tenía un grupo fuerte de amigos. De hecho me fui y volví y varios de mis amigos de hoy son esos que tenía de chico. Pero sí, fue un golpe cuando nos dijeron “Nos vamos y en barco”.Martín Jaite se fue a vivir a Barcelona a los 11 años y volvió a los 19, ya tenista.

–¿En barco? Como vinieron nuestros abuelos, pero en mejores condiciones, digamos.

–Claro. Nos fuimos en barco a Barcelona. Eran como unas vacaciones en altamar. Unos 15 días de viaje en el Guglielmo Marconi. Con mi hermano éramos bastante quilomberos y al segundo día habíamos tirado todas las pelotas de fútbol al mar… Hicimos amigos. El barco hacía Buenos Aires, Montevideo, Santos, Río. Después, a Lisboa eran ocho días o nueve días que no veías tierra. Y de Lisboa a Barcelona. El barco seguía a Marsella y terminaba el periplo en Génova. Muchos se estaban yendo. Nos hicimos amigos varios chilenos que también se tuvieron que exiliar.

–¿Se fueron antes de que los militares tomaran el poder?

–Sí, nos fuimos el 5 de febrero de 76, antes del golpe.Un joven Jaite pegando su revés a una mano. Tenía velocidad de piernas y claridad mental.

–¿La partida tuvo que ver con esa situación, con lo que se estaba viviendo en la parte final del gobierno de Isabel Perón?

–Sí, tuvo relación. Mi viejo era psicoanalista. En ese momento ya empezaban a perseguirlos, era focos de persecución los psicoanalistas. Mi vieja era psicóloga, laburaba en el sanatorio Metropolitano y la secuestraron. La soltaron en el día porque se equivocaron. Y creo que eso terminó de decidirlos a que se tenían que ir. Fue una decisión forzada. Ese 5 de febrero nos fuimos y llegamos a Barcelona el 20 de febrero de 76, un mes y pico antes del golpe. Mis viejos no conocían a nadie. Paramos en un hotel en el puerto. ¡Imaginate la época! Recién se había muerto Franco, empezaba el destape español. Estábamos en un barrio donde había de todo. Y nos mudamos.

–¿Y por qué eligieron Barcelona si no conocían a nadie?

–Estaban estudiando entre Caracas, México y España. Las profesiones de mis padres, el idioma. No sé por qué decidieron Barcelona. Dijeron algo así como “En vez de ir a México o a Venezuela, crucemos el charco”. Fueron seis meses los cuatro, cambiando de departamento, hasta que pudieron alquilar uno por más tiempo. Mi viejo consiguió el primer paciente. Y como nosotros llegamos en febrero, no empezamos el colegio hasta junio. Papá igual nos metió dos meses en un ciclo lectivo como para que no estuviéramos solos y repetimos lo que ya habíamos cursado en Buenos Aires. Entré en quinto grado y mi hermano en séptimo.Martín Jaite con la Prince Woodie, que lo acompañó en su carrera

–¿Y fuera del colegio, cómo desarrollaron su vida ahí?

–Una de las primeras cosas que hicieron fue tratar de buscarnos un club. Encontraron el club de tenis Barcino, que no es donde se juega el torneo. Y así nos fuimos acostumbrando a vivir en Barcelona.

–Muchas veces dijiste que era la ciudad donde vivirías si no fuese Buenos Aires. ¿Qué extrañabas cuando estabas lejos de acá? ¿Y qué extrañas de Barcelona cuando estás en Buenos Aires?

–Lo que pasa es que son dos épocas diferentes. Pensá que me fui a los 11 y volví de España a los 19. Allá extrañaba mucho a mis amigos de chico, de la Escuela del Sol, en primaria. Hasta el 80 no volvimos a Argentina, y fue de paseo. Y ese año volví con mi vieja y yo iba al colegio todos los días para ver a mis compañeros, era un lugar de pertenencia y lo sigue siendo. Al punto que después mis hijos fueron a la Escuela del Sol. Y cuando me volví a vivir acá, desde el 5 de diciembre del 83, unos días antes de que asumiera Raúl Alfonsín, la familia ya había cambiado. Mi vieja y mi hermano volvieron antes. Mi viejo se quedó allá: se separaron. El exilio de alguna manera rompió un poco la familia, porque mi vieja quería volver, mi viejo se quería quedar, mi hermano también tenía ganas de volver. Cuando volví, lo que más extrañaba de Barcelona era el orden y algunos amigos que dejé. Tengo la suerte de que los mismos dueños del torneo de Buenos Aires son los que hoy organizan el Godó. Viajo todos los años y me encuentro con amigos, entre ellos Juan Aguilera y Carlos Costa, que es el manager de Rafa. Tengo 4 o 5 amigos muy fuertes allá.En el exterior, la Copa Davis no era un tormento para Martín: acá, en Christchurch 91, cuando le ganó al neozelandés Brett Steven

–Volviste con la democracia. Pasaba que en tus primeros torneos la gente no te conocía, se decía “El español Martín Jaite…”

–Síiii, el hispano-argentino me decían. Cuando regresé ese diciembre del 83, se jugaba un torneo en el Mayling Club de Campo. Mi vieja me anotó. Lo jugué y le gané la final a Richard Cano. Me acuerdo de que en Barcelona me volvía loco con El Gráfico. Bueno, también enloquecía cuando llegaban los alfajores o el dulce de leche. Vuelvo a Argentina, gano ese torneo y como esa semana no había fútbol, salí en la tapa de El Gráfico. El título era “Jaite, Jaite, ¿quién es?”. La nota explicaba que yo era un argentino que me había vuelto de España. Era una época en la que Vilas y Clerc estaban tambaleando y apareció la figura de Horacio de la Peña. Había un movimiento interesante en el tenis. Jugué varios torneos acá y empecé a hacerme un poco más conocido.Jaite y Horacio de la Peña:

–Y nació el clásico. Los iba a ver mucha gente, jugaban por todos lados.

–Sí. En el San Juan Tennis Club, en el South Tennis de Lanús, en San Isidro, también en el Camino de Cintura, en San Justo. No recuerdo si las canchas eran muy grandes, pero sí que se llenaban.

–¿Por qué se disparó la pica? ¿Una cuestión de piel, de forma de ser?

–Yo creo que un poco por todo. Por la forma de ser, y sí, somos muy distintos con Horacio. Lo conocí porque yo jugaba los torneos de Banana Ball. Yo los jugaba para España y Horacio era más chico, jugaba con Christian Miniussi. Inclusive, jugamos un Challenger en Salonica, en Grecia, y compartimos habitación. Éramos muy distintos en la forma de ser y creo que la prensa también fomentó una pica. Todavía no había terminado la de Vilas-Clerc y fue como para mover un poco la cosa. Horacio era un jugador muy vistoso. Y así se fue formando una pica que terminó siendo personal. En una época, no nos llevábamos.Ganar el ATP de la República fue uno de los triunfos más sentidos por Jaite en su carrera.

–¿Qué pasó después, con el tiempo?

–No, no, ahora lo veo Horacio y nos saludamos. El tiempo cura todo. Cuando vas dejando de jugar al tenis y no tenés esa competencia, empezás a entender que no tiene ningún sentido. Porque no tenés que ser necesariamente amigo. Vino a ver el torneo, nos hablamos por teléfono.

–¿Son de salir a comer?

–No, pero no hay ningún problema. No salimos a comer por elección propia de cada uno, pero no porque estemos peleados, sino porque cada uno tiene sus amigos, su gente. Y a medida que te hacés más grande sos más selectivo cuando vas a comer con tus amigos también.

–Y en la época de la pica se presentaba la particularidad de que tenían que compartir equipo de Copa Davis. ¿Qué pasaba en esa semana?

–No tengo el recuerdo de que fuese una semana de “guerra”, de conflicto. Porque los dos queríamos ganar. En un equipo de Copa Davis no te sirve que tu compañero pierda porque perdés vos también. Son los pocos momentos en que jugás en equipo. No recuerdo que hubiera tensión entre nosotros en esas semanas coperas.El triunfo que lo marcó emocionalmente: el Godó 1988, en Barcelona, venciendo en la final a Mats Wilander, el 1 del mundo

–¿Por qué te resultó más fácil el circuito que la Davis? Todos hablan de que es distinto y vimos rankings que se emparejan. Habiéndolo vivido y a la distancia, ¿qué decís?

–Sí, sigue hoy esa historia de los jugadores que son más o menos coperos. A mí lo que me costaba era jugar de local. De visitante jugaba bien y tuve muy buenos resultados. Mi problema era que de local me ponía muy nervioso, muy tenso. Sentía la necesidad de mostrarle a mis amigos, a mi familia, a la gente, lo bien que me iba. Entonces pasaba a tener una presión mayor.

–¿Tenías más necesidad con tu círculo íntimo que con el público en general?

–Sí, mucho más. Yo quería demostrarles. Cuando jugás afuera estás más concentrado, no hay una expectativa muy grande. Cuando estás acá y venís al club, hay gente esperando a ver el entrenamiento, gente que te espera en la puerta para saludarte o para pedirte una foto. Todas esas cosas te van cargando. A De la Peña jugar la Copa Davis acá le encantaba, se agrandaba. Yo me apichonaba acá. Después terminé jugando mejor, pero siempre con mucha tensión.Martín Jaite, ex top 10 y director del ATP de Buenos Aires

–¿Cómo se da cuenta el tenista cuando se le encoge el brazo?

–Agarrás tensión. Esa es la gran diferencia entre los grandes tenistas y los muy buenos jugadores. Todos los tenistas se asustan, pero al que tiene más experiencia, más oficio, se le encoge menos el brazo. Siente menos la presión, pero la sienten. Federer o Rafa en un 40 iguales hacían el mejor saque, el mejor tiro, a pesar de que estaban nerviosos, porque sobrellevaban mucho mejor la presión. Te das cuenta cuando se te encoge el brazo: la pelota no viaja, no tiene velocidad, no tiene potencia. Cuando estás suelto, la pelota pica más, lleva mayor efecto.

–¿Y te ponés tenso sin darte cuenta, o sea, le vas a pegar a la pelota y zás?

–Sí. El jugador se da cuenta cuando está suelto y cuando está tenso. No es algo que se pueda manejar.

-¿Y cómo se sale de ese trance?

–A veces es lo mismo que algún calambre. Te agarra y decís “che, no voy a poder jugar”, y después pasan dos o tres puntos, te relajás y el calambre se te pasa. El brazo es un poco lo mismo. Y hay días que no salís: se encoge el brazo y jugás todo el partido así. Y perdés.Martín Jaite también ganó en Gstaad 90, venciendo al español Sergi Bruguera, bicampeón de Roland Garros

–Fuiste top ten. ¿Es el logro más grande de tu carrera?

–A ver, el logro más grande de mi carrera no es haber sido top ten, sino haber, por ejemplo, ido a un Juego Olímpico en Seúl, haber ganado en Barcelona el torneo venciendo en la final a Mats Wilander, que era el 1 del mundo, y ganarle acá a Michael Stich por la Copa Davis. Tengo recuerdos más fuertes de eso que del número. Ahora, el número te marca mucho. Hoy puedo decir que fui top ten y es como una marca registrada, ¿no? Te da prestigio también.

–¿Y qué tenías de especial como jugador?

–Yo era muy ordenado, muy organizado, me cuidaba mucho. Era muy rápido de piernas y mentalmente. Y conocía la cancha, los sectores de la cancha. Es lo que muchas veces es lo más difícil de aprender. Tuve muy buenos formadores. Como el Pato Álvarez, un colombiano que me enseñó mucho a ver el juego, a ver la cancha. Y después tuve un entrenador del carajo que era Daniel García, con el cual estuve nueve años. Que también tenía una visión de la cancha y del juego y de la vida que me ayudó mucho. Porque vos necesitás tutores, entrenadores que no solamente te enseñen o te muestren la cancha, sino también la vida. Que te enseñen a pensar más allá del rectángulo.

–Hablame de Daniel García.

–Pierdo en los cuartos de final de Roland Garros 1985 con Ivan Lendl, en mi mejor actuación histórica en París. Y cuando volví a Buenos Aires me dije: “Necesito cambiar de entrenador, necesito otra cosa”. Yo estaba con Jorge Todero, con quién hasta ahí anduvimos muy bien. Y ahí conocí a Daniel García. Tuve una charla con él, me encantó y empezamos a trabajar en julio del 85. Estuvimos hasta junio del 93 porque yo entendía que era mi último tramo. Y a los cuatro meses me retiré. Daniel me marcó mucho en mi vida. Era como un hermano mayor, un primo. No te diría un padre, pero… Después yo lo viví como entrenador con Gaudio y Nalbandian: para ellos yo era un hermano mayor, un tío. Me sirvió mucho la experiencia. No sólo todo lo que me enseñó Daniel, sino la experiencia que después vas agarrando en la vida.jaite jugando la final de Roma en el Foro Itálico, en 1987, frente a Wilander.

–¿La bronca más grande que te hayas agarrado con el tenis?

–Quizá pueda ser un partido, como el que perdí en la Davis con el ruso Andrei Chesnokov acá en el Buenos Aires en el 85. No lo conocía nadie y me sentí pésimo porque me cagó a gomazos, igual que Andre Agassi en el 88. Pero la verdad que yo con el tenis estoy muy agradecido porque me dio todo post tenis. Todo lo que yo hice en mi vida post tenis tiene que ver con mi época de tenista: director de torneo, radio, TV. En el único rubro que quizás no tiene que ver es mi rol como director de una carrera universitaria: desde 2016 dirijo la cátedra de Gestión Deportiva en la UADE. Tiene que ver más con mi función como gestor de un evento deportivo. Entonces ahí no hay mucha chapa de tenista. Pero el tenis me dio todo, estoy muy agradecido. Quizás la mayor bronca es lo poco que dura la vida útil de tenista y que a los 29-30 años, cuando yo me retiré, era un pendejo, hay que tomar una decisión de jubilación prematura que no es fácil asimilarla. Aunque no me costó mucho tampoco.

–Dejaste en el 93, a los 29, en un challenger en Venecia, luego de perder con Juan Gisbert. ¿Estabas con alguna lesión o mentalmente sentías que ya habías dado todo?

–Estaba 120 en el mundo. Yo había tenido una baja fuerte en el ranking en el 88. Llegué a la final de Montecarlo, que perdí con Lendl, y estaba 11°. Y a partir de ahí pegué una bajada muy grande: me fui como al 60 en el mundo. Me puse a batallar, jugué torneos más chicos y volví a la línea normal. Y en el 93 ya no tenía fuerzas para jugar, no quería jugar los challengers. Ya no me cuidaba tanto. Volví de una gira de polvo de ladrillo en Europa, la de julio, la de Gstaad, Kitzbuhel, y le pedí a mi mujer, Beatriz, que me acompañara. Ya había nacido Sol, mi hija. Le dije que iba a hacer mi última etapa en Venecia, Bucarest, Tel Aviv y algún torneo más, y me retiraba. En Venecia perdí con el español Juan Gisbert, que era mi sparring, y ahí dije “basta”. Y pasó algo increíble…

–Contame.

–Esa noche me llamó Daniel Jacubovich, que estaba trabajando en Telesport y me ofreció ir a cubrir la Copa Davis en Budapest, donde jugaría Argentina en dos semanas. De comentarista, acompañando a Gonzalo Bonadeo. A mi siempre me atrajo el tema del periodismo. De chiquito relataba partidos de fútbol y jugaba a hacer entrevistas. Lo hablé en la cena con Bea, descansamos unos días en Barcelona y me fui a Hungría. Así empecé mi incursión por la tele. O sea, no hubo mucho tiempo entre el retiro y lo que siguió.

–¿Te agarró nostalgia por las raquetas?

–No. Me costó mucho más tomar la decisión de retirarme que el retiro en sí. Y enseguida enganché con lo de la televisión. Era muy transitorio, algo de unos pocos días. Después yo me fui de vacaciones, volví y no tenía mucho para hacer. Marcelo Gantman tenía un programa en la Rock & Pop que se llamaba “Rock & Sport”, que iba los sábados. Me dijo: “¿No querés venir?” Empecé a laburar ahí. En julio del 94 se lanza TyC Sports. Jacubovich iba a trabajar ahí y Pepe D’Amato, que era el director, me convoca para ser el comentarista del deporte, porque tenía mucho tenis, y ahí empecé a trabajar con Gonza. Más como comentarista, porque no soy periodista.

–¿Y lo de organizar torneos como surgió?

–El primero fue un Challenger en Mendoza en el 95. Argentina se había quedado sin torneos y a mí siempre me gustaba la parte organizativa. Yo organizaba siempre los partidos de fútbol de mis amigos, los torneos de truco. Me moví un poco con la ATP para que me den una fecha del Challenger. Y la primera persona que me ayudó mucho fue Fernando Marín, que en ese momento estaba en Sevel y confió. Y acá estoy. Así que no es que no tuve tiempo para extrañar: no extrañé el tenis, sentí que era el momento justo para dejar. Aparte, generalmente el tenis te abandona, uno no abandona el tenis. El tenis es un deporte que se mide por números, el ranking no es mentiroso, y cuando un jugador que llegó a jugar los torneos grandes tiene que volver a los Challengers, a veces es difícil. No es un deporte colectivo: el tenis sos vos.Festejo en el Buenos Aires

–¿Y con la soledad del tenista cómo te llevaste?

–Yo aprendí a manejar lo de estar solo de mucho más grande. Como jugador, cuando supuestamente hay más soledad, en realidad siempre estás viajando en grupo, en equipo. Me costaba mucho estar solo porque el tenista siempre tiene gente a su alrededor. Gente que está a disposición de uno. Y tenés como médicos de guardia. Son pocas las veces que está solo. Con el tiempo, aprendí a convivir con la soledad y me encanta. Me encanta estar mi familia, con amigos, pero también me gusta mucho estar solo y lo paso muy bien.

–¿Y qué encontrás en la soledad?

–Tiempo para reflexionar, para pensar. Muchas veces, de esos momentos, de salir a caminar solo, se me viene una idea. Cuando estás rodeado de mucha gente no tenés tiempo, o no te fluye. Ideas del trabajo surgen de esos momentos de soledad. La mayoría de las veces son ideas que quedan en el basurero. Pero alguna pega, y es muy lindo.

–¿Qué tan difícil es ganar 12 títulos de ATP?

–Hoy me parecería imposible. Si vos me decís “ganaste 12 títulos”, digo que no, no puedo ser yo. Todavía no puedo entender como fui tenista. Pero no porque reniegue de eso, al revés, súper orgulloso, pero no puedo creer que yo era uno de los que batallaba en la cancha. Mis hijos siempre me dicen: “Papá, yo no puedo creer que vos jugaste al tenis”.

–Pero ven tus videos….

–Sí, sí, sí. Creo que soy el cuarto argentino con más títulos, más allá de que a los títulos después los tenemos que medir por importancia. Gastón Gaudio ganó Roland Garros y debe tener 5 o 6 títulos. Roland Garros vale mucho más que los 12 títulos, ¿entendés? O David, que ganó un Masters. Entonces, es genial ganar 12 títulos, pero los hubiese dejado a cambio de ganar Roland Garros. Sí tengo Barcelona, que para mí era como una especie de Roland Garros. Y Buenos Aires también. Si hubiese ganado Roland Garros, estaba completo.

–¿Valorás más el triunfo ese sobre Willander en Barcelona que el que lograste en Gstaad sobre Sergi Bruguera?

–Sí, mucho más. Wilander era el número 1. El torneo de Barcelona era lo que hoy es un Master 1000: se llamaba Super Series. Era en mi ciudad, un torneo que iba a ver comprando entrada, en el que fui juez de línea. Nunca hubiese pensado que iba a jugar Barcelona. Por eso mis 3 recuerdos fuertes: ese triunfo, el partido con Stich acá e ir a los Juegos Olímpicos de Seúl. En el 92 no fui a los Juegos Olímpicos de Barcelona porque nació mi hija Sol el 27 de julio a las 3 de la mañana y los Juegos empezaron el 25 de julio a las 9 de la noche. Formaba parte del equipo y renuncié. Era el nacimiento de mi primera hija.

–Seúl 88. Perdiste con Brad Gilbert en cuartos de final. ¿Qué fue esa experiencia?

–Increíble, increíble. Fue como volver a Muni, pero a nivel profesional, porque era como un gran club con los mejores del mundo en todas las disciplinas. A mí me gusta mucho el deporte. Entonces, ir a un Juego Olímpico... Yo empecé a vivirlos en el año 76, cuando fuimos a vivir a Barcelona y en julio se jugaban los Olímpicos de Montreal. Mi viejo era muy fanático de los Juegos. Ahí vi por primera vez a Nadia Comaneci y empecé a amar los Juegos. Entonces, llegar a competir en uno es como... no lo podés creer. Daniel García era el capitán del equipo. Estaba Javier Frana, Gaby Sabatini, que sacó medalla de plata, Mecha Paz también. Fue una experiencia realmente inolvidable. A partir de ahí dije “quiero estar en todos los Juegos Olímpicos posibles”. Y de hecho, sigo estando desde otro lado, desde la televisión. Es el deporte en su máxima esencia del amateurismo, pero a nivel profesional.Jaite y Gonzalo Bonadeo, una dupla de transmisiones en el tenis y también en Juegos Olímpicos, la otra debilidad de Martín

–Arrancaste en Río 2016, ¿no?

–Claro. A Londres 2012 fui como capitán del equipo de Copa Davis, con lo cual no podía estar en la tele. Y en el año 2015 cuando dejo la capitanía, empiezo de nuevo a trabajar en TyC Sports. Y al año siguiente el canal me convocó para que vaya a comentar tenis a Río. Las canchas estaban pegadas al IBC. Entonces, fui a saludar a Gonza. Lo conozco de mi época de tenista, somos de la misma edad, tenemos una relación más allá del periodista-jugador.

–¿Y qué pasó en el IBC?

–Llego y Gonzalo estaba al aire. Me senté al lado de él y me puse los auriculares para escucharlo. Estaba compitiendo, en tiro, una chica griega de 19 años contra un señor de 60, 70 años. De repente me olvidé de que estaba al aire y le pregunté: “Pero Gonza, ¿cómo puede ser que esté tirando una chica de 19 años contra un señor de 60? ¿Qué son, competencias mixtas? Entonces me explicó. Y la siguiente pregunta creo que fue “¿A cuanta distancia está la diana?”. En ese momento el productor me dijo “seguí preguntando”. ¡Seguí preguntando y nunca llegué a mi puesto de trabajo, que era ir a ver los partidos de tenis!

–¿Te quedaste ahí?

–Me quedé ahí toda esa semana, que era lo que duraba el torneo de tenis. Después me tuve que volver. Y quedaron como “las preguntas de Jaite”. A mí me gustaba porque me interesaba mucho conocer los reglamentos. Por ejemplo, me enganché muchísimo con tiro con arco.

–Pero no irías a Pilar a ver un torneo de tiro con arco el fin de semana…

–No. Pero pasó que no me quería ir de la transmisión. Bonadeo trabaja como 18 horas por día y yo me quedaba 12 porque estaba entusiasmadísimo, fascinado. Y así se fue armando como el personaje de “las preguntas de Jaite”. Ahí empecé a trabajar en todo el ciclo olímpico y los demás Juegos: Sudamericanos, Panamericanos, de la Juventud, de Playa. Y bueno, hago las preguntas a veces tontas, pero que tienen que ver con lo que se está preguntando la gente. Porque los Juegos Olímpicos no lo mira gente especialista en algún deporte. Entonces, hay como una necesidad de explicar. Y yo le daba el pie para que Gonzalo explicase. Aprendí mucho y tiene un gran equipo Gonzalo. Es un laburo, pero lo hago con mucho placer. Y me preparo, estudio, no es que voy en bolas a la transmisión.

–¿Y el Jaite cholulo cómo es? Porque en los Juegos te cruzás con todos los monstruos.

–Mucho no puedo compartir porque estoy en el IBC todo el día. Pero a ver, en Río 2016 tuve que hacer zona mixta y de pronto viene Rafa Nadal, a quien conocía porque soy amigo de Carlos Costa, su manager, y además Rafa había venido a Buenos Aires. Cuando me vio, se sorprendió. ¡Me daba vergüenza! A mí me da un poco de vergüenza conocer a los grandes jugadores. Puedo tartamudear, me pongo nervioso, son personajes que me parecen únicos. Cuando Nadal vino a Buenos Aires yo no estuve relajado, me tensiona ver una figura, les tengo mucho respeto. He sido deportista y entiendo el esfuerzo que es.

–Bueno, pero en Seúl 88 todavía eras deportista. ¿Ahí no te cruzaste con los famosos en la Villa? Estaban Carl Lewis, Ben Johnson, Michael Johnson.

–Sí, me crucé con muchos deportistas. Lo que pasa es que no tenía tanta información como tengo ahora. No los reconocías. Hoy vas a la Villa Olímpica y entre el Instagram, el Twitter, y toda la información, los sacás enseguida. Sí, estaba Carl Lewis, pero yo no lo reconocía. Después me enteré que estaban ahí.El abrazo con Javier Frana y con el capitán Alejandro Gattiker: la victoria sobre Michael Stich, en la Davis 1990 en el Buenos Aires, fue la mejor de su carrera

–Volvemos un poco a la Davis. Hablaste en varios momentos de Stich. Vamos a ese partido de 1990, emblemático. Porque Argentina estaba 2-1 abajo y a vos se te complicó después del tercero y fueron al quinto. Dramático. El Buenos Aires era una caldera.

–Stich era un tipo muy conocido, venía de ganar el Memphis, pero en el equipo estaba Boris Becker, que se fue, no pudo jugar. El jugador por vencer era Carl Uwe Steeb, que me ganó el primer día. Stich jugó el dobles y se destacó. De pronto, aparece el domingo en el primer single. Alto, dúctil, de saque y red. Teóricamente era un buen partido para mí. Y se me complicó mucho. Terminé ganando el partido jugando relativamente suelto.El lunes Luli Mancini completó su partido, Argentina derrotó 3-2 a Alemania y Jaite volvió a celebrar con la gente en el Buenos Aires

–Festejaste en andas y llorabas sin parar. Fue muy emocionante verte así.

–Sí. Cuando terminó el partido dije “ya está, el tenis me dio todo lo que yo quería. Todo lo que venga ahora es de regalo. Me relajó haber ganado, me hizo sentir muy bien. Después, Mancini selló la serie en dos días. Que Luli ganara ese punto fue muy importante porque si lo perdía mi victoria hubiese quedado en la nada, sin valor, y quizá no hubiera sido la más importante de mi carrera. Como dije, en la Davis no sirve el triunfo individual: es el equipo.

–¿Y ahí vos te sentiste hecho porque cumpliste con el partido de local que te faltaba?

–Claro, me sentí como realizado. Yo estaba llorando… Igual soy de lágrima fácil, pero estaba llorando, no lo podía creer. Era como haber cumplido jugando en la cancha central un partido tan importante y con la gente. Lo curioso fue que un mes y medio después, en Roland Garros, volví a jugar con Stich e hicimos un partido casi idéntico que también gané en el quinto 6-3 también. Y después de eso, a las pocas semanas Stich ganó Wimbledon. Entonces, nuestro triunfo y el mío en particular, cobraron mayor relevancia. Nunca gané un Grand Slam, pero de lo que gané, nada fue tan satisfactorio como ese partido por la Davis. Quizá lo de Barcelona ante Wilander pueda compararlo.

El partido con Stich, en el recuerdo

–¿Chile 86 o Guayaquil 88? ¿Cuál fue la serie más compleja con la gente en contra?

–Las dos fueron muy complicadas. Lo que pasa es que Chile, por lo que significa Chile, por lo que significaba el Estadio Nacional y porque ahí ascendimos a primera, fue más importante lo del 86. Lo de Guayaquil 88 fue más un triunfo personal porque le gané por primera y única vez a Andrés Gómez. Pero en cuestión de grupo y de equipo, me quedo con la de Chile. De la Peña le devolvía los monedazos a la tribuna. Nos tiraban las de 200 pesos.

–Hablando de Chile, también estuviste en la serie de los sillazos en el 2001, donde el Negro Zabaleta la pasó mal. Todos en realidad.

–Sí, estábamos en la transmisión con Gonzalo. Estadio nuevo, no teníamos una cabina, al aire libre nomás. Y cuando se armó el kilombo, se dieron vuelta y nos entraron a tirar monedazos a nosotros también. Yo me escudé atrás del “viejo Bonadeo”, que me bloqueaba todo lo que llegaba. Fue una batalla, un descontrol.

–¿Contra qué jugador odiabas jugar?

–Y, Andrés Gómez. Tenía un golpe que me desestabilizaba mucho, la pelota venía muy enroscada. Y el otro con el que no me gustaba jugar era con Lendl, porque te hacía sentir lo tan mejor que era. Pero no solamente con el juego, sino con su mirada. Y con el que más me gustaba jugar era con Wilander, porque era muy superior a mí, pero yo le hacía partido.Jaite jugando contra Lendl en la central de Roland Garros, la cancha que más lo impactó

–¿Y la Chatrier que tiene de especial?

–Fue la cancha más grande donde jugué. En el US Open 91 enfrenté a Becker y también me pareció una cancha gigante. Pero llegar a la Chatrier era tocar el cielo con las manos. Iba por España a jugar juniors y cuando entraba a ver partidos en la Chatrier se me caía la baba. Y de repente en el 84 me tocó jugar contra Connors la primera vez. ¡Me parecía que mi lado era una cancha de polo! Y el lado de Connors era una cancha de ping-pong. Le saqué un set. Las dos o tres veces que jugué en la Chatrier me la banqué muy bien. Me encantaba la cancha 1, la que era como una plaza de toros. Me encantaba porque era perfecta, había mucho clima.

–En la Davis debutaste en Atlanta 84 contra dos monstruos que ya habían conquistado varios Grand Slams. ¿Qué tal resultó ese bautismo?

–El primer partido fue Connors. Tenía 19. El tenista es bastante inconsciente, no te das cuenta de dónde estás. Si te das cuenta, huís. No me pesó esa Davis. Le hice partido a Connors, después perdimos con Batata Clerc el dobles con McEnroe-Fleming. Y también me superó McEnroe el tercer día. Cuando volví me sentía “jugador de Copa Davis”. ¡Al año siguiente vino Ecuador y casi pierdo con el Flaco Viver! Yo era muy superior a él. Bueno, ahí comenzó mi pelea con la Copa Davis como locales. Empecé a estar tenso, tenso, tenso y la pasaba muy mal. Muchos partidos la pasé muy mal. Contra Viver, contra Jaime Yzaga, contra Pablo Arraya.Agassi, Sampras, Mancini y Jaite, en la presentación de los singlistas para la serie de Hawaii 92. Con Agassi tuvo un episodio bravo en en el Buenos Aires

–En el 88, estabas 6-2, 6-2 y 4-0 abajo ante Andre Agassi en el Buenos Aires y de pronto él agarra un saque tuyo con la mano como si fuera béisbol en un 40-0. ¿Qué te pasó por la cabeza?

–Me dio mucha bronca porque en ese momento lo único que quería era que terminara el partido lo antes posible: me estaba recontra cargando a palos, sentía que estaba haciendo un papelón. Encima él me agarró la pelota como regalándome el game…Lo recontraputé en el cambio de lado. Después me vino a pedir perdón. Vino la cena de camaradería y se te pasa. Lo bueno de eso es que salí en el libro de él (Open), jajaja. Contó el episodio. Después fue una relación normal, nos llevamos muy bien. La última vez que jugamos fue por la Davis en Hawaii 92. Ya habíamos perdido y fui con John McEnroe y con Agassi a un bar, nos habíamos hecho amigotes con John. ¡Me sentía un Rolling Stone! Llegamos y toda la gente se les tiró encima. McEnroe siempre se portó muy bien conmigo. Y Agassi también.

Las experiencias con Gaudio, Nalbandian y Del Potro

–Fuiste coach de Gaudio y de Nalbandian. Dos personajes, cada uno con su estilo, su carácter. ¿Qué representaron esas vivencias?

–Fueron experiencias de vida extraordinarias. Gracias a eso después pude conllevar la capitanía mía. Fueron experiencias muy diferentes. Son los momentos que tenés que vivir para el otro: el entrenador vive para el jugador y tenés que dejar muchas cosas de lado para estar con ellos. A los dos les tengo una estima muy muy grande. Con Gastón fue algo que salió de casualidad. Se cumplía un aniversario del Godó, en el 2002, y me invitaron al torneo. Y Gastón se enteró. Había jugado y perdido la qualy de Montecarlo. Me llamó para pedirme que lo ayudara. Yo llegaba el lunes recién. Cuando aterrizamos, leo que Gastón jugaba en el primer turno, a las 12. “Estoy jugando como el orto”, me dijo. Y agregó: “Si no me entrenás, me retiro”. Tenía 22 años. Con lo justo llegué al club. Gastón ya había hecho la entrada en calor y nos fuimos para el vestuario. Le tocaba Albert Montañés. Me pregunta antes de salir a la cancha: “¿Qué hago?”. Me lo quedo mirando. “¡Qué se yo! Pasá la pelota para el otro lado”, le respondo. Y se fue para la cancha. Empezó tenso, pero ganó. ¡Y terminó ganando el torneo! Jugó partidazos. Imaginate que técnicamente no le puedo decir mucho. Pero a veces algunas palabras al jugador le hacen bien. David Nalbandian y Gastón Gaudio, dos históricos del tenis argentino que tuvieron como coach a Jaite

–¿Y aprendiste qué?

–Con Gastón y con David aprendí a entender cuándo una persona o un jugador es permeable y cuándo es impermeable. Aprendí a tener esa lectura de saber en qué momento voy a hablarles y qué decirles. Y entender al jugador. El jugador no tiene que entender al entrenador porque el entrenador está al servicio del jugador. Con Gastón empezamos con una química tal que nos entendíamos a la perfección. Yo sabía más o menos lo que le pasaba. Teníamos un humor bastante parecido. Esa primera experiencia con Gastón fue muy buena. Terminó en septiembre en el US Open porque yo no fui a Barcelona para ser su entrenador: fui a acompañarlo, los resultados se fueron dando y empecé a viajar con él. Pero en septiembre tenía que volver para preparar el torneo de Buenos Aires. Y después hubo otra en 2007. Fue hasta Roland Garros. Con muy malos resultados, pero yo creo que lo ayudé a empezar a retirarse también.Con Jaite asistiéndolo por primera vez, Gaudio ganó el Conde de Godó, en Barcelona 2002.

–¿David, qué onda?

–David me había visto en un entrenamiento de Gastón y cuando volví de ese Roland Garros me llamó para que lo entrenara en julio. Algo que no estaba en mi mente. Lo entrené desde julio del 2007 hasta noviembre del 2008. Dejamos en París-Bercy. Y después lo acompañé a la final de la Copa Davis a Mar del Plata. Fueron dos experiencias diferentes porque agarré a cada jugador en diferentes momentos. Y con David sí hicimos un trabajo muy bueno.

–Ese fin de año fue tremendo. Ganó dos Masters 1000 como Madrid y París-Bercy. En Madrid, derrotó en fila desde octavos a Del Potro, Nadal, Djokovic y Federer.

–¡Tremendo! Es que David, cuando estaba mal era un pibe que se rompía el orto y cuando estaba muy bien se daba sus lujos o sus escapadas. Un tipo de un talento de la hostia. Y tenés que tener un poco de suerte también con el jugador. Le das una indicación que sale bien y el jugador agarra confianza con uno. David tenía un control de la pelota en la cancha que no hacía falta decirle nada. Hacía falta acompañarlo y tenerlo contento, que estuviese alegre para jugar. Fueron muy buenas experiencias y muy desgastantes también.Reencuentro: el abrazo de Del Potro y Jaite durante el Argentina Open 2022

–El abrazo que te diste con Del Potro acá en el Buenos Aires, en el 2022, cuando jugó oficialmente por última vez en el país, ¿suavizó todo lo que había pasado entre ustedes?

–Yo no lo pasé bien con Del Potro. En los tiempos de mi capitanía en la Davis (NdR: 2012 a 2015) sentí que no era justo ni conmigo ni con Zabaleta. No entendía muy bien porqué se enojaba y se peleaba. Esa vez, terminó el torneo y me vino a saludar, me vino a abrazar. Entonces yo acompañé ese momento, pero no me era una situación cómoda. No sabía cómo iba a reaccionar. Como había tenido anteriormente, digamos reacciones que yo las sentía injustas, yo estaba medio a la defensiva. Pero no lo sentí como una reconciliación. Porque aparte somos de diferentes camadas, yo soy más grande que él, no somos amigos, entonces no es que había que reconciliar algo. Simplemente vino a jugar el torneo, al torneo le hizo muy bien, creo que a él también le hizo muy bien. Yo soy director, pero no puedo poner mis cosas personales en el torneo. A todos le venía bien y yo no iba a anteponer mi situación y hacerme el ofendido. El torneo es el torneo, está por encima de todo.

–¿Vos tenés registrado dónde empezó el conflicto? Se habló de la final de la Davis 2008 en Mar del Plata, porque vos habías entrenado a Nalbandian y en ese momento David y Delpo estaban enfrentados.

–No tengo la más mínima idea. Cuando llegué a la capitanía dije que era mi as de espadas. No sé, habría que preguntarle a Juan. No sé si el problema era porque yo lo había entrenado a David.La relación de Jaite y Del Potro en la Copa Davis no fue la mejor.

–En Mar del Plata no tuvieron problemas…

–No, cero. Si después yo mismo saqué de un equipo a Nalbandian porque no estaba en condiciones y se recalentó cuando fuimos a República Checa (2013) y yo trataba de ser lo más objetivo posible junto con Zabaleta. No, no tengo identificado cuál fue el problema. Sinceramente, siempre nos preguntamos con Zabala qué fue lo que pasó.

–Nunca hubo una charla posterior.

–No, ya el tiempo pasó y tampoco tengo mucho para aclarar. Cuando nos vemos hay una relación cordial. Son muy pocas veces las que nos vemos. Lo invité ahora al torneo porque invito a todos los ex jugadores y él no estaba en la Argentina. No siento que estemos peleados porque aparte no es de mi generación, no es de mi camada. No sé qué es lo que pasó.Copa Davis 92,en Hawaii: Frana, el capitán Mastelli, Mancini, Miniussi y Jaite.

–Christian Miniussi.

–Minuto es mi hermano. Lo conocí como tenista cuando éramos muy chicos. Nos entendemos con la mirada y de hecho trabajamos juntos desde 1998. Es de esas personas que necesito tener cerca en el torneo: siempre me van a decir lo que les parece y no lo que yo quisiera escuchar. Cuando estás dirigiendo algo, necesitás que haya un cable a tierra. Minu es un cable a tierra para mí, en el torneo y en la vida. Somos hermanos, no nos vemos porque él vive en Adrogué, pero cuando nos vemos es puro abrazo.

–Como director de torneo duplicás la cantidad de años (25) que tuvo tu carrera (13). ¿Qué te provoca?

–Mirá, pasó tanta gente por el torneo, y de jugadores ni hablar…Y de repente vemos a mis hijos, los de Minu y los de Gaby Goldszmidt, director de producción y mi mano derecha, que nacieron acá, nacieron en el torneo. Nuestra oficina era como un pequeño jardín de infantes. Y hoy los ves grandes, trabajando. Entonces pasó mucho en 25 años. Pasé por 3 dueños y hay varias de esas personas que siguen trabajando conmigo. Hay 4 o 5 personas que trabajan conmigo yo diría más que 25 años, porque empecé en el 97 con la Copa Ericsson. Miniussi, Gaby, trabajan conmigo desde esa época. Nunca pensé que iba a durar 25 años dirigiendo un torneo. Y lo bueno que nos pasa es que cada vez que empieza un torneo nuevo tenemos nervios, estamos nerviosos, atentos, todo el tiempo estamos revisando cosas para mejorar. Nos hizo muy bien la llegada de gente joven. En muchas áreas hay gente joven que nos impulsó y nos dio nuevas ideas. Todo el tema de las redes sociales, de las nuevas tecnologías, del marketing digital, lo impulsan los chicos que vienen de abajo y se van haciendo. Entonces, el torneo también tiene un buen futuro porque no es que depende de que estemos nosotros: el equipo que viene abajo tranquilamente podría dirigir el torneo.El último Argentina Open, con Jaite, el campeón Fonseca y el finalista, Fran Cerúndolo

–Te emocionaste mucho en la última entrega de premios.

–Siempre me emociono. Soy muy sensible, lloro por muchas cosas, incluso cuando veo la tele. Es de siempre. De repente ando por la calle y veo dos personas que se abrazan, puede ser que me den ganas de llorar. Y lloro. Me emociono cuando hablo del equipo. Cuando hay una cagada me putean a mi. Y cuando dicen el torneo de Jaite, qué bien que trabaja, detrás de Jaite hay un equipo muy grande. Camino mucho durante el torneo, lo recorro para ver cómo va funcionando. Y me emocionan los chicos llegando en horario, están 12-14 horas acá, se ponen la camiseta. Cuando estoy hablando en la entrega de premios y llego al equipo, me quiebro.

–Llegaste a convivir con Vilas. ¿Cómo fue con vos?

–Con nuestra camada era un tipo distante. No éramos cercanos, es más grande que yo. Pero sé que jugué al tenis por Guillermo. Fue un referente para mi y para todos nosotros. Lo iba a ver cuando jugaba en Barcelona, fui ball boy de él acá. Era mi ídolo. Y le gustaba entrenar conmigo porque yo corría y pasábamos muchas pelotas. Imaginate estar jugando con tu ídolo máximo. Compartimos muchos equipos de Copa de las Naciones, algún viaje a USA con Bea y salíamos a comer con él y su novia. Nos fuimos alejando porque la competencia misma te distancia. Con las camadas más chicas fue más abierto. Temía que le hicieran sombra. Un día le dije: “Nadie va a ser competencia tuya. Vos sos como Fangio, como Monzón. Estás en la historia del deporte argentino. Nadie va a ser como vos”. Y de hecho, nadie lo fue. Ningún tenista hasta ahora fue como Guillermo.Para Jaite,

–¿Y Gaby?

–La reina. La conozco de muy chica. Yo vivía en España y ella usaba dos trencitas. Siempre fue igual, hasta el día de hoy. La quiero mucho, pero la quiero por cómo es Gaby. Fue una genia jugando al tenis, pero más como persona. Siempre le digo: “Vos al torneo venis cuando querés”. Y ella es muy educada. Siempre me llama para preguntarme si puede venir tal día. La quiero mucho y le tengo mucho respeto a la persona. Conocí a los padres. Siempre fue una familia muy normal. Y Gaby siempre fue igual. Nunca se le subieron los humos a la cabeza.

–¿Te digo Bea y qué es en tu vida?

–Uffff (se emociona). Estoy con ella desde el 85. Es mi vida. No me imagino una vida sin ella. Es todo. Trabaja en el torneo. Es la persona que vive a mi lado desde hace casi 40 años. Nos llevamos muy bien. Es el todo. La persona que más me conoce. Nos queremos mucho, nos respetamos mucho. En noviembre se casa Sol (actriz), mi hija mayor, que ya vivía con el novio. Juana (arquitecta) convive con su pareja desde hace tres años. Y falta poco para que se vaya Simón (economista), que es el último hijo y vive con nosotros. Nos preparamos para una nueva etapa, solos. Y no nos asusta porque estamos bien. Ojalá dentro de diez años pueda decir lo mismo.Riquelme le dio grandes alegrías a Jaite y lo ubica casi a la altura de Maradona y de Messi.

–Viviste los grandes momentos de Boca. ¿Cómo estás hoy?

–No tengo el fanatismo de antes, quizá por la edad. Lo único que me fanatiza es la selección de fútbol. Los últimos años de Boca me sacaron un poco de fanatismo. La época de Bianchi fue grossa, la vivi con mucha pasión, y después se me fue apagando. Sigo teniendo una platea en Boca, pero no voy tanto a la cancha. Si juega el domingo a las 9 y media de la noche, a esa hora yo ya estoy nocaut. Y si tengo una cena o partido por TV, priorizo la comida.

–No te pregunto por Maradona o Messi. Te pregunto por Diego y por Leo.

–Los elijo a los dos. Te lo incluiría a Román ahí, porque me dio muchas alegrías. Román me hizo disfrutar de la cancha como pocas cosas. Lo vi en vivo mucho más que a Maradona y a Messi. Es increíble que hayamos tenido a Maradona y enseguida surgiera Messi. Eso no es normal. Los dos me dieron grandes satisfacciones. Messi parece un jugador de Play: no podés creer lo que hace. Y Maradona era un monstruo. Increíble haber disfrutado de los dos. Y de Román. Lo pongo casi en el nivel de ellos.

–¿Qué hiciste con los 100 dólares que ganaste en el Med de Río das Pedras en el 2000?

-Jajaja, ¿sabés cuál fue la apuesta? Fui con un amigo, con el doctor Daniel Abadi, y él conoce muchísima gente. Cuando estábamos entrando, apostamos 100 dólares a ver a cuál de los dos venían a saludar primero. Yo estaba seguro de que iba a ser él, porque conoce mucha gente. Y cuando bajamos, la primera persona que vimos fue a vos. No me acuerdo qué hice con el premio, pero siempre nos reímos mucho de ese momento. Dani es otro de esos amigos que tengo de mi época de cuando me fui a vivir a España.