Marina Garcés: “Estamos entendiendo la amistad como una especie de spa emocional”
La filósofa dedica su último libro, ‘La pasión de los extraños’, a la relación humana más difícil de explicar: la amistad. Idealizada a menudo, la amistad también está atravesada por «envidias y fragilidades», como el resto de relaciones, explica Garcés. La entrada Marina Garcés: “Estamos entendiendo la amistad como una especie de spa emocional” se publicó primero en lamarea.com.

La amistad es la relación humana más difícil de explicar. Al contrario que otras como el matrimonio o las suceden en el mundo laboral, no está legislada ni institucionalizada. Unas singularidades que han hecho que la hayamos llenado de tópicos –y por tanto, vaciado–: no es raro escuchar que es eterna, pura, perfecta y un largo etcétera de buenos atributos más. Sin embargo, como sostiene la filósofa Marina Garcés, la amistad no es así en absoluto, sino que “forma parte de todas las emociones encontradas, de todas las envidias y fragilidades que atraviesan al resto de relaciones”. De esa disonancia entre la realidad y el ideal ético que envuelve a la amistad parte su nuevo libro La pasión de los extraños (Galaxia Gutenberg), un ensayo en el que analiza qué se esconde detrás de todo ello y qué papel juegan realmente los amigos en nuestras vidas.
¿Qué es un amigo?
Seguramente esta es una pregunta que mantenemos abierta en cada encuentro que puede producir o no la posibilidad de un amigo y que solo puede responderse inventándonos juntos esa amistad. El problema es que no tiene recetas, leyes, contratos o una manera predeterminada de darse, por lo que solo haciendo amigos puede responderse. Aunque esto sea así, hay mucha reflexión sobre la amistad que puede darnos otro tipo de réplicas. Como que un amigo es un tipo de vínculo que se da entre unos y otros sin ninguna finalidad o utilidad añadida.
Si no tiene una utilidad marcada, ¿por qué es tan importante en nuestras vidas?
Esta es una de las paradojas de las que parte mi libro: la contradicción entre un vínculo que no tiene una finalidad externa, pero que al mismo tiempo le hemos dado un valor casi supremo. Consideramos la amistad como la mejor de las relaciones posibles. Por ello me pregunto si, en caso de poder llevar una vida funcional sin amigos, para qué los tenemos. Qué añaden o permiten este tipo de relaciones.
En el libro explica que una de las funciones de la amistad es romper con nuestras vidas marcadas. En este momento en que tendemos a juntarnos con personas que nos hacen sentir bien y reconocidos, ¿qué pasa con la amistad?
El modelo económico en el que vivimos nos ha llevado a capitalizar todas las relaciones y la amistad sería una más a añadir. Facebook lo entendió muy bien cuando llamó «friends» al número de seguidores en esta red. Pero yo creo que está pasando algo más profundo: la amistad no es solo una cantidad de relaciones posibles, sino que la estamos entendiendo como esa reserva de resistencia frente al mundo, una especie de spa emocional, un lugar en el que resguardarnos frente a lo que es amenazante en otros ámbitos de la vida.
¿Y es así?
Mi pregunta es si la amistad es solo eso. Y por supuesto que hay dimensiones en las relaciones de amistad que tienen que ver con el apoyo mutuo, con estar con personas que nos dejan ser quienes somos, etc. Pero si fuera solo esto, habría relaciones menos costosas de mantener. Tiene que ver con nuestras transformaciones, descubrimientos y con entrar en relación con mundos que no son solo el nuestro. La amistad está relacionada ética y políticamente con cómo queremos vivir con los otros. Y con otros me refiero a aquellos que no son inmediatamente los nuestros. Seguramente tendremos que conjugar con ellos una manera de entender las cosas que no están escritas, sino que hay que ir a encontrar.

Usted también rompe con esa unanimidad que hay respecto a la pureza o eternidad que asociamos a la amistad.
Ahora mismo vemos las relaciones de una manera muy sucia, de una forma instrumental y de desconfianza. Sin embargo, tendemos a idealizar la amistad como ese único lugar que ha quedado a salvo. Pero esa pureza no la hemos inventado hoy, sino que existe desde los inicios de la tradición occidental en su base griega y aristotélica clásica. Lo curioso es que esto es algo que no tienen el resto de relaciones posibles. Pero las amistades ni son puras ni ideales, sino que forman parte de todas las emociones encontradas, de todas las envidias y fragilidades que atraviesan el resto de relaciones.
¿Por qué le hemos guardado ese lugar especial?
Porque necesitamos que quede algo a salvo. En otras épocas ese lugar especial, de esperanza, lo hemos proyectado hacia lo político. Pero ahora vivimos en una derrota histórica que nos ha llevado a privatizar los ideales. Una privatización que se está proyectando en algo que por lo menos podemos sentir que está a nuestro alcance. Es decir, un amigo.
Antes decía que Facebook entendió muy bien este cambio de paradigma al llamar «friends» a los contactos en su red social. ¿Cómo nos afecta esta resignificación?
La idea de la amistad como capital social es muy antigua, pero en otros tiempos era más bien al revés. Es decir, el privilegio era aquello a lo que tenían acceso muy pocos, ya fuera a la corte, al poder o a quienes tenían información. El giro sucede cuando el estar bien conectado significa tener muchos amigos. En otros tiempos esto se conocía como masa, pero a día de hoy las redes singularizan cada uno de estos amigos anónimos y los convierten en una suma de potencial. Una suma que no es neutra, sino que permite estar en relación con mundos que sean significativos para cada vida. Ya sean relaciones económicas, afectivas, culturales, pero también de beneficio privado. Creo que el giro está ahí: el convertir la acumulación cuantitativa en un cálculo incierto pero con potencial. Ahí es donde se juega quiénes somos cada uno en función de los demás.
El matrimonio o el trabajo son relaciones que están institucionalizadas o legisladas. Pero la amistad no. ¿Por qué?
Este es uno de los aspectos más interesantes y quizás menos explícitos de lo que es nuestra relación con la amistad. No hemos inventado instituciones propias para ella, aunque atraviese muchos marcos. No es un vínculo de pertenencia con los cuales existimos políticamente. La amistad no se legisla, no se instituye, pero sí que se pauta socialmente. Así, a través de qué relaciones de amistad son posibles, cada sociedad determina sus afectos.
La amistad tiene que ver con nuestras transformaciones, descubrimientos y con entrar en relación con mundos que no son solo el nuestro”.
No está institucionalizada ni legislada, pero tampoco tenemos palabras para describirla. ¿Por qué no hemos creado un término para una ruptura de amistad?
Una cosa curiosa de la amistad es esto que comentas: que las rupturas tampoco tienen nombre. Y como consecuencia, al no tener palabras, es más complicado decirnos qué ha pasado. Por eso también hay un vacío narrativo que cuente únicamente una relación de amistad en nuestras tradiciones culturales. No tenemos una palabra para decir divorciado o separado, o incluso para expresar la soltería de amistad. La pregunta es por qué, sobre todo cuando seguramente cada uno de nosotros en distintos momentos de nuestra vida hemos podido atravesar ese vacío, ese no estar bien conjuntado con nuestro entorno. Es interesante saber qué hay ahí de inquietante que hace que lo atribuyamos al fracaso o la rareza personal de cada individuo, y no a una condición colectiva.
¿Y qué pasa con la amistad en femenino? ¿Por qué está bajo sospecha siempre?
Actualmente quizá cuesta más vislumbrarlo porque ha cambiado mucho, pero el ideal de la amistad sigue dependiendo de una construcción patriarcal. El ideario de la amistad puro sigue basado en la creencia de que el individuo es autosuficiente y que no depende de los demás a nivel físico, emocional o económico. Todo esto excluye una serie de vulnerabilidades, pero los peligros son también aquellos que vienen de las amistades en femenino: ya sean los hombres que han pensado la amistad con respecto a las mujeres, sobre las que no pueden establecer un código de posesión o de dependencia, y de las mujeres entre sí. ¿Quiénes son ellas cuando son amigas? Esa es la gran pregunta del código patriarcal acerca de la amistad.
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