Las mentiras de Rufián
He de confesar que el pasado domingo me zampé entero el programa de Jordi Évole con Gabriel Rufián. Descubrí algunas cosas del personaje. Como, por ejemplo, que veranea en las tierras del Ebro. Concretamente en una localidad que, para más inri, se llama La Torre del Español. Nada de la pijería de Cadaqués, que es … Continuar leyendo "Las mentiras de Rufián"

He de confesar que el pasado domingo me zampé entero el programa de Jordi Évole con Gabriel Rufián. Descubrí algunas cosas del personaje. Como, por ejemplo, que veranea en las tierras del Ebro. Concretamente en una localidad que, para más inri, se llama La Torre del Español. Nada de la pijería de Cadaqués, que es donde celebraron la famosa paella.
Hasta aguanté estoicamente los seis minutos de pausa publicitaria. Lo de La Sexta tiene truco. Y es que, antes de la interrupción, ponen los cortes de la segunda parte. Para que piques el anzuelo.
El diputado de Esquerra incluso subió enteros en mi cotización personal. Tampoco es que estuviera muy alta. Todo hay que decirlo. Évole no se olvidó de preguntarle por aquella frase del 2015. “A los 18 meses dejaré mi escaño para regresar a la República Catalana”. El entrevistado lo atribuyó a la euforia del momento. Casi diez años después, ahí sigue. Cobrando eufórico más de 115.000 euros anuales del Reino de España.
En fin, no les aburro más. Hubo buenos momentos. Como cuando explicó que quisieron ficharlo de Convergencia. Alguien que ahora es diputado en el Parlament. Supongo que el historiador Agustín Colomines, que fue director de la Catdem, la fundación del partido. Aunque él siempre negó haber estado al corriente de los trapicheos del 3%.
O cuando admitió, en un alarde de sinceridad, que “soy gilipollas”. Su colega de tertulia no llegó a tanto. Nunca he negado a Rufián sus méritos como community manager. Incluso momentos de lucidez en su carrera política. Como aquella ocasión en la que afirmó que, con la trama rusa, jugaban a James Bond. Reconoció por otra parte que, durante el procés, iban repartiendo “carnets de pureza”. Haberlo dicho antes.
Sin embargo, en la comparecencia de Mariano Rajoy en el Congreso, volvió a perder las formas. A Gabriel Rufián se le come a veces el personaje.
Siempre que tiene a uno del PP delante, le sale el instinto de clase. Casi de lucha de clases. El ‘espíritu Santako’, de cuando era un chaval de izquierdas en Santa Coloma. Al fin y al cabo, sus padres pasaron por Bandera Roja. Lo interrumpió constantemente. Y volvió a utilizar expresiones coloquiales como “talego”, que no pegaban con el escenario.
El problema es que, como todos los procesistas, vive en su mundo. El proceso fue una realidad paralela, un mundo de ficción, un universo virtual. En acertada definición del Supremo, una “ensoñación”.
Recuerdo que, en sus inicios, el entonces dirigente de Ciudadanos, Albert Rivera, lo comparó con Matrix, la película de ciencia ficción protagonizada por Keanu Reeves. No le faltaba razón.
El líder de ERC en Madrid sigue viviendo en ese mundo. Como todos, también tiene que hacerse la víctima para justificar el estropicio causado. Casi el suicidio de la sociedad catalana en su conjunto. En política, como en las guerras, no deberían emprenderse batallas que no se pueden ganar.
Por ejemplo, como cuando le dijo a Mariano Rajoy que “no ha habido nadie que haya dejado de ser independentistas en Cataluña”. Hace años también aseguraban que, cada vez que hablaba el entonces presidente del Gobierno, surgían 50.000 independentistas de debajo de las piedras.
A mí nunca me salieron las cuentas porque, en plena excitación, el independentismo alcanzó los dos millones de votantes. Pero en un censo electoral aproximado de 5,5 millones. Si lo extrapolamos al resto de la población, era menos de la mitad de los catalanes. Por eso necesitaban tanto a TV3. Para echar leña al fuego. Y para vender la falsa idea de que era “un sol poble”. “Un solo pueblo”. Como los tres mosqueteros. Todos a una.
Luego la cosa ha ido bajando. De hecho, los socialistas mandan ahora en los dos centros de poder catalanes: la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. Esquerra está en la oposición y en seria crisis interna. Mientras que los de Junts, lo más importante que gobierna, es el Ayuntamiento de Sant Cugat, una población de 100.000 habitantes cerca de Barcelona.
Pese a ello, insistió en cuestionar el “legado” de Mariano Rajoy. El ex presidente estuvo brillante en varias ocasiones. Y juro que nunca le he votado. “Decir que yo he encarcelado a las personas que fueron condenados a catorce años por una resolución judicial me parece terrible”, le espetó
“Por un referéndum”, interrumpió Rufián. “Yo no he encarcelado a nadie”, insistió el compareciente. El diputado de ERC vio que era hueso duro de roer y atacó por otro flanco. “¿No está de acuerdo con que estuvieran en la cárcel?” “Yo creo en la democracia y esa función no me corresponde”, replicó. “Le parece democrático acabar en la cárcel por un referéndum”, volvió a insistir el republicano. “Me parece democrático respetar todas las resoluciones judiciales”, zanjó el exlíder del PP.
Es que es eso. Siempre mienten. A todas horas. Yo he sido testigo. Desde el Govern, desde TV3, desde todos lados. No acabaron en la cárcel por organizar un referéndum. En realidad, cometieron media docena de delitos:
– Declarar la independencia
– Proclamar la república
– Abolir la monarquía
– Derogar la Constitución
– Derogar el Estatuto (el penúltimo en hacerlo fue Franco en 1938)
– Pasarse por el forro las notificaciones del TC
– E incluso del Consell de Garanties Estatutàries, un órgano de la propia Generalitat.
Nadie podía imaginar que representantes políticos elegidos democráticamente. En perfecto uso de sus facultades mentales, con sueldos superiores a los 100.000 euros anuales. Con despacho, secretaria, escolta y coche oficial liaran la que liaron.
Si cualquiera de las tropelías citadas estuvieran recogidas en el Código Penal, les caían no cien años a todos, como ocurrió, sino a cada uno. Y lo peor de todo es que ni siquiera han hecho autocrítica. Pero, por favor, que dejen al menos de mentir.