Las esculturas de Cerdeña podrían representar casos reales de acromegalia de hace más de 3.000 años
Nueva hipótesis - Rasgos exagerados como arcos superciliares marcados, mandíbulas prominentes o extremidades musculosas han llevado a los investigadores a plantear que estas figuras podrían representar personas reales con una condición médica específicaLa ciencia confirma que las esculturas de la antigua Grecia y Roma no solo eran policromadas, también perfumadas Medían más de dos metros, llevaban armas y parecían estar hechos para intimidar. Pero sus ojos, vacíos y desproporcionados, no transmiten furia ni defensa, sino algo más complejo. No eran dioses, ni héroes glorificados. Eran figuras que miraban desde la piedra con una presencia física tan exagerada que resultaba inquietante. Las proporciones eran extrañas, fuera de toda lógica anatómica, como si quisieran contar algo más allá del cuerpo. En otro tiempo, pudieron haberse confundido con signos de poder.Y precisamente ahí empieza el misterio. Un cementerio singular que apunta a una élite desaparecida Los arqueólogos se toparon con ellos en los años 70, pero la historia que rodea a los gigantes de Mont’e Prama no ha hecho más que crecer desde entonces. Surgieron de una necrópolis cerca del municipio de Cabras, al oeste de Cerdeña, mientras se excavaban unas tumbas antiguas. Entre restos humanos, fragmentos de piedra y losas rotas, comenzaron a aparecer figuras que, una vez recompuestas, revelaron arqueros, guerreros y algo parecido a boxeadores de gran tamaño. No hay acuerdo sobre qué hacían allí. Algunos investigadores creen que vigilaban las tumbas como guardianes simbólicos, pero también se baraja la posibilidad de que pertenecieran a un templo o fueran parte de algún homenaje colectivo relacionado con un hecho importante de la historia nurágica. Un estudio médico sugiere que los rasgos de los gigantes coinciden con los de personas con acromegalia La disposición de las tumbas, que eran circulares y estaban cubiertas con losas de piedra, y los esqueletos hallados dentro de ellas apuntan a una élite formada por hombres jóvenes. Podrían haber sido líderes, combatientes o incluso atletas. No hay pruebas concluyentes, pero sí indicios que apuntan a que todos compartían una posición privilegiada dentro de su comunidad. Los arqueólogos destacan que las estatuas y las tumbas tienen una cronología parecida, situándose entre finales del siglo IX y mediados del siglo VIII a.C., en plena Edad del Hierro. Lo que ocurrió después con el lugar tampoco está claro: hay quien piensa que fue destruido por disputas internas entre comunidades nurágicas y quien señala a los fenicios o a los cartagineses como posibles responsables. Una hipótesis médica que cambia la forma de mirar a los gigantes En medio de las dudas, una nueva hipótesis ha conseguido abrir otra vía de interpretación. Según un artículo publicado recientemente en Journal of Endocrinological Investigation, las esculturas podrían estar inspiradas en personas que padecían acromegalia, una enfermedad poco común que provoca un crecimiento anómalo de huesos y tejidos blandos. Los investigadores han analizado los rasgos físicos de las estatuas: cráneos con arcos superciliares muy marcados, pómulos salientes, mandíbulas prominentes y narices grandes. También tienen brazos y piernas gruesos, con musculatura exagerada. Estas características, aunque están representadas de forma estilizada, recuerdan a las de individuos con esa condición médica.

Nueva hipótesis - Rasgos exagerados como arcos superciliares marcados, mandíbulas prominentes o extremidades musculosas han llevado a los investigadores a plantear que estas figuras podrían representar personas reales con una condición médica específica
La ciencia confirma que las esculturas de la antigua Grecia y Roma no solo eran policromadas, también perfumadas
Medían más de dos metros, llevaban armas y parecían estar hechos para intimidar. Pero sus ojos, vacíos y desproporcionados, no transmiten furia ni defensa, sino algo más complejo. No eran dioses, ni héroes glorificados. Eran figuras que miraban desde la piedra con una presencia física tan exagerada que resultaba inquietante.
Las proporciones eran extrañas, fuera de toda lógica anatómica, como si quisieran contar algo más allá del cuerpo. En otro tiempo, pudieron haberse confundido con signos de poder.Y precisamente ahí empieza el misterio.
Un cementerio singular que apunta a una élite desaparecida
Los arqueólogos se toparon con ellos en los años 70, pero la historia que rodea a los gigantes de Mont’e Prama no ha hecho más que crecer desde entonces. Surgieron de una necrópolis cerca del municipio de Cabras, al oeste de Cerdeña, mientras se excavaban unas tumbas antiguas. Entre restos humanos, fragmentos de piedra y losas rotas, comenzaron a aparecer figuras que, una vez recompuestas, revelaron arqueros, guerreros y algo parecido a boxeadores de gran tamaño.
No hay acuerdo sobre qué hacían allí. Algunos investigadores creen que vigilaban las tumbas como guardianes simbólicos, pero también se baraja la posibilidad de que pertenecieran a un templo o fueran parte de algún homenaje colectivo relacionado con un hecho importante de la historia nurágica.
La disposición de las tumbas, que eran circulares y estaban cubiertas con losas de piedra, y los esqueletos hallados dentro de ellas apuntan a una élite formada por hombres jóvenes. Podrían haber sido líderes, combatientes o incluso atletas. No hay pruebas concluyentes, pero sí indicios que apuntan a que todos compartían una posición privilegiada dentro de su comunidad.
Los arqueólogos destacan que las estatuas y las tumbas tienen una cronología parecida, situándose entre finales del siglo IX y mediados del siglo VIII a.C., en plena Edad del Hierro. Lo que ocurrió después con el lugar tampoco está claro: hay quien piensa que fue destruido por disputas internas entre comunidades nurágicas y quien señala a los fenicios o a los cartagineses como posibles responsables.
Una hipótesis médica que cambia la forma de mirar a los gigantes
En medio de las dudas, una nueva hipótesis ha conseguido abrir otra vía de interpretación. Según un artículo publicado recientemente en Journal of Endocrinological Investigation, las esculturas podrían estar inspiradas en personas que padecían acromegalia, una enfermedad poco común que provoca un crecimiento anómalo de huesos y tejidos blandos.
Los investigadores han analizado los rasgos físicos de las estatuas: cráneos con arcos superciliares muy marcados, pómulos salientes, mandíbulas prominentes y narices grandes. También tienen brazos y piernas gruesos, con musculatura exagerada. Estas características, aunque están representadas de forma estilizada, recuerdan a las de individuos con esa condición médica.
Una de las autoras del estudio, la endocrinóloga Maria Rosaria Ambrosio, expone que este fenómeno no sería único en la historia del arte. A lo largo de los siglos, muchas culturas han representado cuerpos deformados o hipertrofiados por razones simbólicas o documentales. Desde su punto de vista, esta forma de representar la acromegalia se repite en obras griegas y helenísticas. Así lo explica cuando recuerda que “en el arte griego antiguo ya hay figurillas de terracota con rasgos que documentan esta condición”.
La línea fina entre el realismo anatómico y la simbología del poder
En cualquier caso, los propios autores del artículo también plantean otra posibilidad, que las estatuas reflejen no a personas concretas con esa enfermedad, sino una idealización del poder físico, la superioridad o la autoridad de los enterrados. Esta interpretación encajaría con la forma en que las sociedades antiguas solían enfatizar la fuerza como valor simbólico. La doctora Ambrosio apunta que “esta dualidad entre representación realista y simbólica se repite en muchos periodos artísticos”.
Aunque la teoría médica da pie a una lectura alternativa, no invalida otras interpretaciones previas. De hecho, los investigadores coinciden en que hace falta un enfoque multidisciplinar para avanzar. Consideran imprescindible que antropólogos, arqueólogos y expertos en genética colaboren para analizar con más profundidad los restos humanos de la necrópolis y comprender cómo se relacionan con las esculturas.
Después de medio siglo de hallazgos, los gigantes de Mont’e Prama siguen siendo un enigma con muchas capas en las que escarbar. Cada descubrimiento levanta más preguntas que respuestas, y cada hipótesis amplía los márgenes de una historia que, de momento, nadie ha conseguido cerrar del todo.