'Ladrones de drogas', un sorprendente thriller barriobajero que saca lo mejor de Brian Tyree Henry

Tensa, sucia y compleja, este serie sobre unos ladrones de poca monta que terminan enfrentándose a un cártel de la droga ya está completa en Apple TV y Movistar+.

May 5, 2025 - 06:31
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'Ladrones de drogas', un sorprendente thriller barriobajero que saca lo mejor de Brian Tyree Henry

En tiempos de economía de la atención, el algoritmo es el rey. La serie que genera conversación en redes sociales se lleva el jackpot de la atención mediática y social, mientras el resto se va de vacío. Así, entre el alud de estrenos semanales se condena al olvido multitud de títulos realmente interesantes, relegados al último scroll de la pantalla de tu televisor. En las mismas fechas que se estrenaba Adolescencia en Netflix, Ladrones de drogas llegaba a AppleTV y Movistar+. La primera se llevó el premio gordo, y la segunda se fue de vacío.

Y eso que el piloto lo dirigía Ridley Scott, que no había vuelto a la pequeña pantalla desde la maravillosa y malograda Raised by Wolves, mientras en el cine estrenaba El último duelo, Napoleón y Gladiator II. Un piloto que, todo sea dicho, imprime un carácter barriobajero a toda la serie, y sienta las bases estéticas de un mundo que recuerda tanto a fantasías violentas como El fuego de la venganza como a thrillers llenos de nervio como Enemigo público, ambas del hermano menor de Ridley, Tony Scott.

Tampoco funcionó como anzuelo que Ladrones de drogas fuera una serie creada por Peter Craig, guionista responsable de The Batman, las dos partes de Los juegos del hambre: Sinsajo y un indudable hitazo como Top Gun: Maverick. Mucho menos el coprotagonismo de Wagner Moura –que sigue sin dejar atrás al Pablo Escobar de Narcos–, ni el hecho de ser la gran oportunidad para destacar de Brian Tyree Henry, el ‘Paper Boi’ de la serie Atlanta.

Sin embargo, esta serie, que acaba de terminar su emisión, se revela como uno de esos thrillers absorbentes que trascienden su premisa para confirmarse como apuesta seria por un drama complejo, narrado con un pulso envidiable, y con un manejo de la tensión contrapunteado por una línea de humor tan negro como constante durante toda la serie. Visto el final, está claro que la historia podría continuar, pero la segunda temporada no está confirmada.

Algo más que una historia de polis y cacos

Ray Driscoll (Brian Tyree Henry) y Manny Carvalho (Wagner Moura) son dos amigos de la infancia que malviven dando pequeños golpes a jóvenes narcos de Filadelfia. Su estrategia, por ahora, les funciona: fingen ser dos agentes de la DEA –la agencia antidrogas–, y llevan a cabo redadas relámpago para quedarse con el dinero que se guarda en decadentes narcopisos. No creen en aquello de que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón, y saben que juegan con fuego. Un día reciben un soplo que les cambiará la vida.

Entonces acuden a un granero donde, supuestamente, guardan dinero de forma provisional unos narcotraficantes de poca monta que operan en el mercado filadelfiano. Pero lo que iba a ser un golpe fácil, claro está, se complica y termina en un tiroteo infernal, un incendio y un policía infiltrado muerto. Desde esa mismo momento, Ray y Manny tendrán que huir tanto de un peligroso cártel asociado a una banda de moteros, como del cuerpo de agentes de la ley por los que se hacían pasar.

Sin dejar de ser interesante en sus primeros episodios, en los que parece conformarse como serie de persecución, de simple juego del gato y el ratón, pronto las consecuencias de la metedura de pata de dos buscavidas como Ray y Manny hacen grande el universo criminal de Ladrones de drogas. Y la verdadera dimensión que adquiere todo, eleva la premisa de la serie hasta confirmarla como un gran thriller, tan lleno de tensión y acción como de personajes poliédricos y giros sorprendentes.

Ladrones de drogas es la historia de dos amigos íntimos metidos en una huida hacia adelante, pero también una intriga criminal que se toma en serio a sí misma, sin renunciar por ello al puro entretenimiento a través de escenas de acción más que correctas y una vis cómica negrísima pero brillantemente ejecutada. Brian Tyree Henry ofrece una interpretación no solo loable por la entrega incondicional, sino por lo bien que se maneja en sus diferentes capas, algunas contradictorias entre sí.

Algunos personajes actúan en contra de sus propios intereses, como ocurre con Manny. Otros buscan la redención de formas sorprendentes como el caso de Ving Rhames como Bart, el padre de Ray. Otros fingen buscar venganza cuando quieren justicia, como ocurre con la policía infiltrada Mina, a la que da vida Marin Ireland. Incluso los hay que sustentan con toda la dignidad de clase que pueden reunir, el afecto de personajes desquiciados como la ‘tía’ Theresa, magníficamente interpretada por Kate Mulgrew.

De hecho, se podría argumentar que esta es la gran fuerza motora de Ladrones de drogas: el aparataje formal esconde un centro dramático muy humano. La contradicción interna de muchos personajes les hace profundamente falibles, y por tanto creíbles. Es decir, no son meras funciones narrativas en manos de un guionista –todos los episodios tienen el libreto firmado por el creador de la serie Peter Craig–, sino personajes complejos y emocionantes.

Un final a la altura

Aún se mantiene viva en la memoria colectiva la mítica escena de Breaking Bad en la que Hank, sentado en la taza del váter, descubre quién es Heisenberg. Las verdades más insólitas en muchas ocasiones son tan evidentes que están frente a nosotros todo el tiempo, y por eso mismo son tan difíciles de ver. Con Ladrones de drogas ocurre algo similar, si bien la revelación no viene dada con una epifanía de inodoro –pero sí, curiosamente, en una autocaravana cutre como la de la primera temporada de Vince Gilligan–.

Hablamos de lo que respecta al thriller puro y duro, pues Ladrones de drogas se desarrolla con un gran interrogante en el núcleo de la trama. El agujero del donut de Twin Peaks. Sobre ello orbitan sus grandes hilos argumentales. A quién pertenecía el granero que atracaron Ray y Manny, para que luego todos los grandes criminales de Filadelfia les persigan, siendo como son, dos auténticos donnadie. Una metedura de pata solo es una metedura de pata, a menos que hayas pisado el césped que no debías.

En sus últimos capítulos, Dope Thief se ha confirmado como una de las series mejor planteadas de la temporada. Un inteligente ejercicio de género que no por más obvio funciona peor. Y por el camino hemos conocido personajes a los que uno tiene la sensación de que aún les quedaba mucho que decir. Pena que, por ahora, la serie no tenga una continuidad asegurada.

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