La UE se traga sin rechistar las orgías de Ábalos
Europa, lejos de ser la solución que pretendía Ortega y Gasset para el problema que es España, se ha convertido en la gran coartada de la banda de sinvergüenzas que malbarata nuestro país. Pero el espejismo, aunque debilitado, sigue funcionando en la mente de muchos, que miran a la Unión Europea en busca de salvación … Continuar leyendo "La UE se traga sin rechistar las orgías de Ábalos"

Europa, lejos de ser la solución que pretendía Ortega y Gasset para el problema que es España, se ha convertido en la gran coartada de la banda de sinvergüenzas que malbarata nuestro país. Pero el espejismo, aunque debilitado, sigue funcionando en la mente de muchos, que miran a la Unión Europea en busca de salvación o, cuanto menos, de un toque ocasional que modere tanto desmán.
Más de un incauto ha debido volver a mirar a Bruselas con fútiles esperanzas tras conocerse el último caso de soez anarcotiranía de nuestros mandamases. Que en un momento en que España entera estaba sometida a arresto domiciliario, con centenares de tragedias ocultas, un ministro se fuera a un parador nacional con una furgoneta llena de pilinguis para montar una orgía, destrozar la habitación e irse sin pagar ofrece una escena de realismo mágico que bien podría haber situado el difunto Vargas Llosa en alguna república bananera. Estas cosas, nos dicen los miembros del komentariat que aún viven en la Comunidad Europea de Jacques Delors, sería imposible en Europa.
Solo que no es así, muy al contrario. No sólo no llega la reprimenda esperada, sino que Úrsula de nuestros pecados mira con especial ternura y condescendencia cómplice a Pedro Sánchez. Quizá tenga algo que ver que Von der Leyen lleve ya dos casos importantes de corrupción a sus espaldas y que su cómplice, la directora del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, fuera en su día encontrada culpable en un escándalo similar en Francia.
La terrible verdad, la incómoda verdad, la desoladora verdad es que Bruselas está bien retratada en esa escena turolense; la eurocracia tiene no poco de ese gobernante que en plena pandemia monta orgías en un parador. De hecho, los casos de políticos montando jaranas mientras mantenían a sus pueblos en una estricta ley marcial no fueron escasos. Y, como supuestamente Ábalos, se van sin pagar.
La primera condición para arreglar un problema es reconocerlo, por doloroso que resulte: estamos gobernados desde Bruselas por una casta a la que no le gustan los europeos nativos, que no aprecia sus identidades y culturas y que, de hecho, está dándose prisa en destruirlas.
La última prueba, si fuera necesaria, es la inminente financiación con diez millones de euros un proyecto de investigación científica titulado El Corán Europeo, una idea de 2016 consistente en «cuestionar las percepciones tradicionales del texto coránico y las ideas bien establecidas sobre las identidades religiosas y culturales europeas». Según se lee en su propia página web, el proyecto “se basa en la convicción de que el Corán ha desempeñado un papel importante en la formación de la diversidad e identidad religiosa europea medieval y moderna temprana y sigue haciéndolo».
Alertado por la considerable suma destinada al proyecto, Le Journal du Dimanche ha iniciado una investigación sobre este pintoresco estudio “científico”, parte del programa europeo de «Excelencia Científica», cuyo objetivo oficial es compensar el retraso en la carrera por la producción científica de vanguardia y la excelencia con respecto a Estados Unidos. Si los avances europeos en ciencia e innovación se van a sacar del Corán, nuestras esperanzas de ponernos a la altura de Estados Unidos o China son bastante escasas.
La citada publicación francesa revela que El Corán Europeo es uno de los proyectos en el marco del programa con mayor financiación, similar a un proyecto sobre computación cuántica, que recibió 15 millones de euros en 2013.
La idea de islamizar Europa, un continente que solo existe como tal unidad civilizatoria a partir de su resistencia histórica al Islam, puede parecer una broma de mal gusto, pero es real y visible. A la larga, la tendencia podría tener efectos positivos: quizá si a determinados ministros se les permitiera mantener un harén se limitarían a orgías domésticas.