La sociedad extenuada: cómo el "cansancio existencial" se ha convertido en la gran industria de Occidente
En la temporada 9, el duodécimo Doctor y Clara llegan a una estación espacial en órbita alrededor de Neptuno. Es el siglo 38, un martes. La nave está desierta y solo se encuentran con una pequeña misión de rescate, pero nada de eso nos interesa hoy. Nos interesan las 'morpheus', unas extrañas máquinas que permiten descansar en un tiempo récord sin necesidad de dormir. Una forma magnífica de no perder horas con los ojos cerrados, de emplear nuestro tiempo en cosas poco útiles. Y "con todas los ventajas químicas del descanso". "Felicidades, profesor. Ha revolucionado el mercado laboral, ha conquistado la naturaleza, ha creado una aberración", dice Capaldi cuando le explican cómo funciona la máquina. Una "aberración", es cierto. Pero una con la que muchos hemos fantaseado a menudo. Una que muchos hemos usado alguna vez. Porque, al fin y al cabo, ¿qué son las bebidas energéticas, el metilfenidato recreativo o las técnicas para aprender a dormir apenas cuatro horas sino pequeñas máquinas 'morpheus'? ¿Qué son sino síntomas de una sociedad cada vez más cansada? Cuando el cuerpo pide parar V2osk El problema es que el cansancio del que hablamos es mucho más que no dormir. El estrés crónico, la falta de sueño, los ritmos de vida cada vez más acelerados e hiperactivos, la sobrecarga digital, la ansiedad, el burnout... La idea de que vivimos en una sociedad cada vez más agotadora se ha convertido no solo en un lugar común del discurso contemporáneo, sino en un rasgo identitario de nuestra época. En Xataka Cada vez más gente se está yendo de vacaciones simplemente a dormir Por eso no faltan teorías que intentan dar con la clave que nos permita explicar qué está pasando. Algunas están bien documentadas y se suman a los problemas crónicos de falta de sueño: es el caso de la nutrición. Algunos especialistas han propuesto la hipótesis de que parte del cansancio generalizado que nos afecta se debe a déficits leves de vitaminas o minerales. El ejemplo más conocido es la vitamina B12. Un déficit de esta vitamina puede provocar anemia, debilidad y fatiga persistente. En casos graves, puede ocasionar problemas para respirar, mareos o problemas neurológicos. Y, aunque las deficiencias nutricionales marcadas no son muy comunes en adultos jóvenes sanos, sí aumentan con la edad y, en un contexto de alimentación cada vez peor, pueden pasar inadvertidas durante meses. En este sentido, un suplemento de b12 puede ayudarnos a estar menos cansados y, en cierto nivel, puede ser una explicación, sí. Pero cuando hablamos de agotamiento hablamos de algo que "no se puede explicar fácilmente en términos físicos", algo que "reside en la frontera entre la mente y el cuerpo". Algo que se engrana, directamente, con el estilo de vida y los ritmos socioproductivos Hiperproductividad, multitarea y sobrecarga digital Basta con repasar los datos para coincidir en que el cansancio se ha vuelto un fenómeno ubicuo, una epidemia, una condena: desde el trabajador burnout hasta el estudiante saturado de información, pasando por quienes viven en permanente ansiedad... todos tienen en común esa rara sensación de fatiga, cansancio y extenuación. Según el informe State of the Global Workplace de Gallup hasta el 44% de los profesionales encuestados aseguraron que sentían altos niveles de estrés a diario. Y es algo que se puede ver en otros informes laborales parecidos, como este de Adecco en el que señalaba que el 40% de los trabajadores españoles y globales habían sufrido burnout durante el último año. Los datos han bajado ligeramente desde el pico posterior a la pandemia, pero siguen estando muy altos. Demasiado altos. En Xataka El agotador impacto de la "fatiga del ping": cómo el exceso de notificaciones está afectando a nuestra productividad Siendo directos: todo parece indicar que, a las causas puramente orgánicas, hay que sumar el impacto constante de un estilo de vida centrado en la hiperproductividad (productividad tóxica), la multitarea y la sobrecarga permanente. Según explicaba la psicóloga de Harvard Natalie Dattilo, "sentir la presión de ser productivo en cada instante del día –tener siempre una lista de pendientes y culpa por no cumplirla– es una señal de este fenómeno que conduce a ansiedad, insomnio y agotamiento extremo". En los 90, David Lewis acuñó la expresión de "fatiga informativa" para hablar del agotamiento mental por exceso de información. Hoy, con los smartphones reclamando constamtemente nuestra atención, ese fenómeno se ha globalizado: notificaciones constantes, decenas de pestañas abiertas, un stream permanente de correos, chats y redes sociales. Es la historia de una forma de vida muy costosa a nivel cognitivo, de pérdida de eficiencia y fatiga generalizada. El cansancio interior Gabri

En la temporada 9, el duodécimo Doctor y Clara llegan a una estación espacial en órbita alrededor de Neptuno. Es el siglo 38, un martes. La nave está desierta y solo se encuentran con una pequeña misión de rescate, pero nada de eso nos interesa hoy.
Nos interesan las 'morpheus', unas extrañas máquinas que permiten descansar en un tiempo récord sin necesidad de dormir. Una forma magnífica de no perder horas con los ojos cerrados, de emplear nuestro tiempo en cosas poco útiles. Y "con todas los ventajas químicas del descanso".
"Felicidades, profesor. Ha revolucionado el mercado laboral, ha conquistado la naturaleza, ha creado una aberración", dice Capaldi cuando le explican cómo funciona la máquina. Una "aberración", es cierto. Pero una con la que muchos hemos fantaseado a menudo. Una que muchos hemos usado alguna vez.
Porque, al fin y al cabo, ¿qué son las bebidas energéticas, el metilfenidato recreativo o las técnicas para aprender a dormir apenas cuatro horas sino pequeñas máquinas 'morpheus'? ¿Qué son sino síntomas de una sociedad cada vez más cansada?
Cuando el cuerpo pide parar

El problema es que el cansancio del que hablamos es mucho más que no dormir. El estrés crónico, la falta de sueño, los ritmos de vida cada vez más acelerados e hiperactivos, la sobrecarga digital, la ansiedad, el burnout... La idea de que vivimos en una sociedad cada vez más agotadora se ha convertido no solo en un lugar común del discurso contemporáneo, sino en un rasgo identitario de nuestra época.
Por eso no faltan teorías que intentan dar con la clave que nos permita explicar qué está pasando. Algunas están bien documentadas y se suman a los problemas crónicos de falta de sueño: es el caso de la nutrición. Algunos especialistas han propuesto la hipótesis de que parte del cansancio generalizado que nos afecta se debe a déficits leves de vitaminas o minerales.
El ejemplo más conocido es la vitamina B12. Un déficit de esta vitamina puede provocar anemia, debilidad y fatiga persistente. En casos graves, puede ocasionar problemas para respirar, mareos o problemas neurológicos. Y, aunque las deficiencias nutricionales marcadas no son muy comunes en adultos jóvenes sanos, sí aumentan con la edad y, en un contexto de alimentación cada vez peor, pueden pasar inadvertidas durante meses.
En este sentido, un suplemento de b12 puede ayudarnos a estar menos cansados y, en cierto nivel, puede ser una explicación, sí. Pero cuando hablamos de agotamiento hablamos de algo que "no se puede explicar fácilmente en términos físicos", algo que "reside en la frontera entre la mente y el cuerpo". Algo que se engrana, directamente, con el estilo de vida y los ritmos socioproductivos
Hiperproductividad, multitarea y sobrecarga digital
Basta con repasar los datos para coincidir en que el cansancio se ha vuelto un fenómeno ubicuo, una epidemia, una condena: desde el trabajador burnout hasta el estudiante saturado de información, pasando por quienes viven en permanente ansiedad... todos tienen en común esa rara sensación de fatiga, cansancio y extenuación.
Según el informe State of the Global Workplace de Gallup hasta el 44% de los profesionales encuestados aseguraron que sentían altos niveles de estrés a diario. Y es algo que se puede ver en otros informes laborales parecidos, como este de Adecco en el que señalaba que el 40% de los trabajadores españoles y globales habían sufrido burnout durante el último año. Los datos han bajado ligeramente desde el pico posterior a la pandemia, pero siguen estando muy altos. Demasiado altos.
Siendo directos: todo parece indicar que, a las causas puramente orgánicas, hay que sumar el impacto constante de un estilo de vida centrado en la hiperproductividad (productividad tóxica), la multitarea y la sobrecarga permanente. Según explicaba la psicóloga de Harvard Natalie Dattilo, "sentir la presión de ser productivo en cada instante del día –tener siempre una lista de pendientes y culpa por no cumplirla– es una señal de este fenómeno que conduce a ansiedad, insomnio y agotamiento extremo".
En los 90, David Lewis acuñó la expresión de "fatiga informativa" para hablar del agotamiento mental por exceso de información. Hoy, con los smartphones reclamando constamtemente nuestra atención, ese fenómeno se ha globalizado: notificaciones constantes, decenas de pestañas abiertas, un stream permanente de correos, chats y redes sociales. Es la historia de una forma de vida muy costosa a nivel cognitivo, de pérdida de eficiencia y fatiga generalizada.
El cansancio interior

Porque, como muy bien apuntaba Schaffner, cuando hablamos de agotamiento hablamos de algo que "no se puede explicar fácilmente en términos físicos", algo que "reside en la frontera entre la mente y el cuerpo". Al mal funcionamiento de la maquinaria psicofisiológica y los excesos del entorno social, hay que sumar algo más: las profundas raíces emocionales, culturales e incluso filosóficas del cansancio contemporáneo.
Es decir, la idea de que el agotamiento no deja de ser un 'síntoma cultural' de nuestro tiempo. En "La sociedad del cansancio", por buscar una de las introducciones más accesibles a estas ideas, el filósofo Byung-Chul Han plantea que hemos dejado de ser una "sociedad disciplinaria" (como nos definió Foucault) y nos hemos convertido en una evolución bizarra de ella: masas incomunicadas de 'empresarios de uno mismo'.
Es lo que hace ya casi una década denunciaba Jose César Perales, catedrático de la Universidad de Granada, que el "pensamiento positivo" es problemático "porque responde a una ideología y unas motivaciones económicas concretas, porque hace a las personas responsables únicas de sentirse bien, bajo la amenaza de ser tildadas de tóxicas, porque oculta las verdaderas causas del bienestar o malestar psicológicos, y porque interfiere con las intervenciones serias encaminadas a promover la salud mental y física".
La autoexplotación que denuncia Han o los marcos ideológicos que examina Jonathan Crary serían los mecanismos que promueves una "sociedad de individuos extenuados, deprimidos y aislados", un mundo donde "las enfermedades emblemáticas de nuestro siglo ya no son infecciones virales, sino trastornos neurales como la depresión, el síndrome de burnout o el trastorno por déficit de atención".
¿Estamos más estresados que nunca?
Con todo esto encima de la mesa es difícil no volver a repetir que "estamos más estresados que nunca". Y, sin embargo, algo no cuadra. A poco que escarbamos nos damos cuenta de que la historia del cansancio es algo más complicado.
"Muchas edades tienden a presentarse como las más agotadas, como si el agotamiento fuera una insignia de honor y competir por el título del más destrozado fuera una especie de deporte", escribía Anna Katharina Schaffner en 'Exhaustion: A History'; un repaso histórico no solo sobre el agotamiento, sino de las formas en las que las sociedades pensaron sobre él.
Suena a algo moderno, a una de las figuras de la alineación; por ello, esta profesora de la Universidad de Kent se sorprendió tanto cuando descubrió que "la humanidad siempre se ha preocupado por el agotamiento de sus recursos energéticos".
En su libro, aparecen descripciones sorprendentemente actuales de la extenuación desde los griegos en adelante. Los griegos, de hecho, pensaban que se debía a un exceso de bilis en la sangre. En la Divina Comedia, Dante habla de "agotamiento espiritual"; en sus cartas, Darwin da numerosos detalles del agotamiento que lo acompañaba; y no faltan los escritores (Kafka, Wilde, Woolf) que fueron diagnosticados de neurastenia.
"Lo que cambia a lo largo de la historia no es que nos preocupemos por el agotamiento, sino cómo lo explicamos", decía Schaffner pensando en la doctrina teológica de los primeros cristianos, el vampirismo o el impacto de Saturno. Pero, en realidad, muchas veces no ocurría ni eso, porque las teorías sobre la neurastenia del siglo XIX se parecen mucho a las teorías actuales que adjudican al ritmo de vida, a las nuevas tecnologías y a la aceleración en cansancio crónico contemporáneo.
Los humanos en su laberinto

¿Y si, en realidad, siempre hemos estado cansados? ¿Y si todas las teorías, hipótesis e ideas que hemos barajado no son sino máscaras de un problema permanente que nos ha acompañado desde que salimos de África? ¿En qué situación nos deja eso? ¿Es el cansancio nuestra maldición?
No tengo la respuesta. Después de esta larga huída histórica, científica y literaria del cansancio existencial, me queda la sensación de que (en efecto) cuando finalmente llegue una máquina como 'morpheus' los comerciales de la empresa llegarán a su casa y, parafraseando el final de 'La casa de Asterión', dirán:
- ¿Lo creerás, Ariadna? Esos pobres humanos apenas se defendieron.
Imagen | Bruno Aguirre
En Xataka | Las videollamadas cansan, y mucho: un estudio de la Universidad de Standford explica por qué
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La noticia
La sociedad extenuada: cómo el "cansancio existencial" se ha convertido en la gran industria de Occidente
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Xataka
por
Javier Jiménez
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