La seguridad global ingresa en un limbo y los líderes ya no temen debatir la “nueva” proliferación nuclear

Los aliados de Estados Unidos comienzan a hablar sin tapujos de la posibilidad de iniciar los procesos para desarrollar sus propios arsenales atómicos ante la imprevisibilidad de Trump

Mar 31, 2025 - 01:31
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La seguridad global ingresa en un limbo y los líderes ya no temen debatir la “nueva” proliferación nuclear

PARÍS.– Alemania, Polonia, Corea del Sur… En momentos en los que Donald Trump sugiere su intención de terminar con el célebre “paraguas nuclear” estadounidense que protege a sus aliados, éstos piensan en la posibilidad de dotarse del arma nuclear, poniendo en peligro toda la política de no-proliferación, hasta ahora columna vertebral de la política exterior de Estados Unidos.

Tanto en Berlín, en Tokio, en Seúl como en Varsovia, voces se elevan actualmente para llamar a la creación de una disuasión nuclear nacional, con el riesgo de provocar una aceleración mundial que haría pasar el número de naciones dotadas de nueve a 25 en pocos años, mientras los riesgos de conflictos atómicos seguirían una curva exponencial.

El reconocido politólogo Kenneth Waltz solía afirmar que, cuando se trata de propagar armas nucleares, “más es mejor”: porque todas las rivalidades internacionales son estabilizadas gracias a la amenaza de una segura destrucción mutua. Pues el mundo podría estar a las puertas de ensayar esa hipótesis.

“Y como la fase más peligrosa del proceso de proliferación es el período en el cual los países están a punto de dar el paso hacia el arma nuclear, a menos que la administración Trump cambie su curso actual, los próximos años podrían estar marcados por crisis nucleares”, afirma el geoestratega Frédéric Encel.El presidente estadounidense Jimmy Carter insistía en que los países que no habían firmado el Tratado de No Proliferación, como España, lo hicieran.

Los políticos norteamericanos comenzaron a construir el orden internacional en los años 1940, después de tres décadas de guerra y crisis económica. Las lecciones que sacaron de la primera mitad del siglo XX fue simple: actuar únicamente guiados por los intereses a corto plazo lleva a adoptar políticas revanchistas con los vecinos y mediocres en el terreno de la seguridad que, a su vez, provocan agitación social y económica, instalan autocracias agresivas y, por último, masacres mundiales. Con la voluntad de evitar todo eso, Washington decidió actuar con objetivos a largo plazo, aplicando políticas internacionales como si fueran un deporte de equipo. Esto significó trabajar seriamente para construir un marco estable y seguro en el cual los miembros del equipo podrían crecer juntos y sin temores.

Desde el principio, ese orden se apoyó en el poder extraordinario de Estados Unidos, desplegado no solo en beneficio del país, sino de ese equipo en el exterior.

“Esto no fue una cuestión de altruismo simplista, sino la comprensión de que, en el mundo moderno, la economía y la seguridad necesitaban ser tratadas a un nivel superior del nacional”, precisa el geoestratega Frédéric Encel.

Los dirigentes norteamericanos fueron capaces de reconocer que el capitalismo es un juego a suma positiva en el cual los participantes pueden crecer juntos en vez de hacerlo cada uno a expensas del otro y que, entre amigos, la seguridad es mejor en un ambiente sin rivalidades. De modo que, en vez de utilizar su fabuloso poder para explotar a otros países, como sucedió con todos los imperialismos anteriores, Washington escogió proteger sus economías y su defensa, creando una zona de crecimiento permanente y de cooperación en ese sistema “hobbesiano” internacional. Y la protección nuclear fue parte fundamental de esa política que, por otra parte, nunca fue gratuita ya que, a cambio de esa protección, los aliados debían destinar sus gastos de defensa en armamento norteamericano.El temor a la retirada del

Ahora, con Donald Trump en la Casa Blanca, esa concepción del mundo nunca pareció más frágil. El giro del presidente norteamericano hacia Moscú y el asombroso menosprecio por la OTAN han empujado a los tradicionales aliados de Estados Unidos a prepararse a la impensable posibilidad de que Estados Unidos retire su “paraguas nuclear”.

Según el Tratado de No-Proliferación (TNP), el número oficial de Estados nucleares ha estado siempre limitado a Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña, los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. India, Israel y Pakistán, que nunca firmaron ese pacto, también desarrollaron sus armas atómicas, como también lo hizo Corea del Norte, que dejó en su momento el tratado.

Pero el regreso de Trump al poder ha agitado el debate en toda la alianza occidental. Los analistas temen que si el TNP colapsara, en parte debido al retiro de las garantías de Estados Unidos, el mundo podría acercarse a una multiplicación de armas nucleares con un mayor riesgo de una guerra atómica catastrófica.

En Europa, solo Gran Bretaña y Francia poseen armas nucleares, y dentro de la Unión Europea, únicamente Francia cuenta con un arsenal propio. Esto hace que una cooperación más estrecha sea una posibilidad, aunque con limitaciones. Las fuerzas nucleares británicas están fuertemente integradas con Estados Unidos y estarían disponibles para la OTAN en caso de conflicto. Francia, en cambio, mantiene su arsenal nuclear completamente independiente y fuera de la estructura de mando de la OTAN porque, en su momento, Charles de Gaulle consideró que Estados Unidos no era confiable.

China, tras su ruptura con la Unión Soviética en la década de 1960, hizo un cálculo similar sobre Moscú. Pero cuando los aliados de Estados Unidos dudaron de Washington en el pasado, miraron lo que implicaba desarrollar alternativas y se dieron cuenta de que es “difícil, costoso y llama la atención sobre sí mismos”.

“Esa ha sido la posición en el pasado pero, con la gravedad de la crisis actual, ya nadie está seguro de poder seguir así”, dice Encel.Friedrich Merz (derecha), líder del grupo parlamentario CDU/CSU en el Bundestag y presidente federal de la CDU, hace  declaraciones después de la reunión del grupo parlamentario en el Bundestag, Berlín, (Michael Kappeler/dpa via AP)

En Alemania, el futuro canciller, Friedrich Merz, dijo el mes pasado que la nación más grande de Europa debe explorar “si el intercambio nuclear, o al menos la seguridad nuclear del Reino Unido y Francia, también podría aplicarse a nosotros”.

Esa llamada, en sí misma histórica, ha desencadenado un debate público sin precedentes que incluso ha visto a algunos analistas preguntar públicamente si Alemania –cuya imagen de posguerra se construye en torno a la promoción de la paz en Europa y el mundo– debería buscar obtener sus propias armas nucleares.

Alemania ha albergado armas nucleares de Estados Unidos desde mediados de la década de 1950. Hoy hay aproximadamente 20 bombas nucleares norteamericanas B61 en la base aérea de Büchel, a unos 100 km al sur de la ciudad de Colonia. Sin embargo, el código para su activación lo posee exclusivamente el presidente norteamericano.

La Bundeswehr (las Fuerzas Armadas alemanas), por su parte, proporciona los aviones de combate que, en caso de emergencia, podrían transportar las bombas hasta su objetivo. La OTAN llama a este sistema de disuasión nuclear compartida “participación nuclear”, un esquema en el que también se involucran otros países europeos.

Los funcionarios alemanes se esfuerzan en enfatizar que Estados Unidos no ha dado ninguna indicación de que retirará este escudo nuclear. El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, ha descrito el debate como una “escalada en la discusión que no necesitamos”. Pero en privado, desde que Trump asumió el cargo, algunos funcionarios han comenzado a preguntarse en voz alta si Alemania debería al menos invertir en “mantener la latencia nuclear”, es decir poner en marcha la infraestructura necesaria para crear un arma nuclear si fuera necesario sin construirla de inmediato.

Cauteloso, Merz insistió a principios de este mes en que tal escenario no ocurriría, señalando dos tratados internacionales diferentes que lo prohibirían.El partido Agrupación Nacional de Marine Le Pen espera lograr avances.

Esa discusión surge de la preocupación de hacia dónde podrían dirigirse políticamente Gran Bretaña y Francia, particularmente si Marine Le Pen ganara las elecciones francesas en 2027. Y el interrogante es legítimo porque, contrariamente al presidente Emmanuel Macron, que se ha declarado abierto a la idea de extender la protección nuclear francesa a sus vecinos, la líder de ultraderecha, cercana a Vladimir Putin, insiste en que el arma nuclear de Francia debe ser “exclusivamente nacional”, pasando por alto que nunca se trató de otra cosa pues la decisión última de su utilización quedaría siempre en manos del presidente francés.

El debate en Polonia se ha movido más rápido, con el primer ministro Donald Tusk convirtiéndose este mes en el primer líder del país en plantear la idea de obtener armas nucleares, o al menos buscar un acuerdo de intercambio con Francia.ARCHIVO - El presidente polaco Andrzej Duda pronuncia un discurso en la 79na sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas, el martes 24 de septiembre de 2024. (AP Foto/Pamela Smith, Archivo)

Para su rival político, el presidente Andrzej Duda, sería mejor trasladar las ojivas nucleares de Estados Unidos a Polonia, un movimiento que Moscú vería como una provocación que Washington ha resistido durante mucho tiempo.

Y aunque Polonia albergó alguna vez ojivas nucleares durante la Guerra Fría –para Moscú, y no para Washington– nunca ha tenido una planta nuclear civil. Aunque se haya comprometido a construir una en una década, carece de la infraestructura y la experiencia de otros países europeos.

Duda argumenta que Polonia necesitaría “décadas” para desarrollar sus propias armas nucleares.

“Para Polonia, construir armas nucleares desde cero es demasiado costoso y no tiene suficiente tiempo para hacerlo”, afirma el coronel (R) y politólogo Pierre Servent. “Pero podría ser parte de un nuevo equipo europeo y un proyecto nuclear”, agrega. En esta fotografía sin fecha proporcionada el 21 de agosto de 2023 por el gobierno de Corea del Norte, el dirigente norcoreano Kim Jong Un (derecha) observa un lanzamiento de prueba de un misil crucero estratégico

El avance implacable del programa de armas nucleares de Corea del Norte, la floreciente relación de Pyongyang con Moscú y el regreso de Trump al poder han alimentado una profunda ansiedad en Corea del Sur sobre su seguridad.

“El apoyo para que Corea del Sur adquiera sus propias armas nucleares se está ampliando y endureciendo”, dice Servent.

Si bien ninguno de los partidos principales ha defendido la idea, otros líderes políticos prefieren hablar de la búsqueda de “latencia nuclear” para que Seúl pueda construir o adquirir armas nucleares en poco tiempo.

Oh Se-hoon, el alcalde conservador de Seúl, considerado un posible contendiente presidencial, pidió a principios de este mes que Estados Unidos permita a Corea del Sur adquirir un stockpile de material nuclear similar al de Japón, otorgando a Seúl el estatus de “umbral nuclear”. Los comentarios de Oh llegaron poco después de que el canciller Cho Tae-yul dijera al Parlamento que adquirir armas nucleares “no está fuera de la mesa”.El ministro de Asuntos Exteriores de Corea del Sur, Cho Tae-yul, a la derecha, mientras el ministro de Defensa de Corea del Sur, Kim Yong Hyun, habla durante una conferencia de prensa en Ottawa, Ontario, el 1 de noviembre de 2024

El estatus único de Japón como el único país que ha sido víctima de la guerra atómica ha hecho que la cuestión de obtener armas nucleares, a lo largo de la posguerra, sea quizás el mayor tabú político. Al mismo tiempo, el debate ha evolucionado a medida que Corea del Norte se convirtió en una potencia nuclear, China se volvió más asertiva militarmente y Trump ha puesto en duda la fiabilidad del paraguas nuclear norteamericano.

Japón fue uno de los primeros signatarios del TNP, pero su uso pacífico de la energía nuclear y la apertura de una planta de enriquecimiento en línea a principios de la década de 1990 también le ha dado un stockpile significativo de material que podría usarse para construir un arma propia.

El informe más reciente de Japón mostró que a finales de 2023, el país tenía alrededor de 8,6 toneladas de plutonio en el país, suficiente, en teoría, para producir varios miles de bombas.

Pero la distancia psicológica y política que tendría que ser superada para contemplar seriamente tal movimiento es, incluso ahora, inmensa. En el artículo 9 “cláusula de paz” de su Constitución, el pueblo japonés “renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación”: mientras que las reinterpretaciones de la cláusula han permitido a Japón construir y mantener fuerzas militares convencionales significativas, las complejidades en torno a una disuasión nuclear siguen siendo un desafío.