La 'obra del pueblo'

La Semana Santa en nuestra tierra trasciende de la religiosidad. Creyentes y no creyentes mantienen viva una de nuestras tradiciones más importantes a lo largo de todo el país.

Abr 20, 2025 - 12:48
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La 'obra del pueblo'

La Semana Santa en nuestra tierra trasciende de la religiosidad. Creyentes y no creyentes mantienen viva una de nuestras tradiciones más importantes a lo largo de todo el país. En algunos casos hay quien se acerca a las cofradías desde la fe, en otros casos es un legado familiar, muchos por la pertenencia a un barrio o incluso desde la admiración por la riqueza cultural y artística de sus obras. Quizás en mi tierra es donde esa identificación con las hermandades al margen de creencia, fe e ideología resulta más llamativo.

De manera excepcional nuestro admirado Chaves Nogales retrataba la Semana Santa como obra del pueblo, "no es obra de curas ni gobernantes", reivindicando así esa mezcla de lo sagrado y lo profano.

Si nos retrotraemos a aquella Sevilla de la segunda República y al enfrentamiento que se vivía en torno a las hermandades entre la izquierda y la derecha debemos recordar que fue un alcalde republicano quien buscó la solución de financiar de manera indirecta con el alquiler de la sillas a las hermandades, para no ir contra la legislación del momento, y que hoy sigue vigente. En estos tiempos de aumento del individualismo y avance de la globalización ese sentimiento de pertenencia e identitario que nos acerca a nuestras raíces, tradiciones y pertenencia a un colectivo resulta más relevante y ha contribuido a mantenerse tan arraigada con el paso de los años.

Cada cofrade vive su Semana Santa y cada semana santa es distinta y diversa, todas conviven y se enriquecen. Son casas llenas de túnicas, costales, capirotes y olor a incienso, que durante muchos días preparan con mimo y esmero de abuelos a nietos y nos retrotraen a nuestra infancia y a nuestros recuerdos. Cada hogar y cada familia tiene sus propios ritos, cuaresma de dulces típicos de estos días, pestiños, torrijas y bacalao llenan las alacenas. Bares con carteles cofrades y letreros de cuenta atrás nos recuerdan que se acerca la Pascua. Quizás todo esto explique el dato tan llamativo que hemos conocido a través del CIS donde nos muestra que dos de cada tres españoles participa o asiste a alguna procesión.

Indudablemente es un motor turístico, que bate récords cada año, supone un ingreso importante a nuestras ciudades y genera empleo, en 2025 más de 126.000 contrataciones. Y lo que no es menos importante, ha mantenido muchos oficios sacros que se habrían perdido o al menos tendrían una dimensión más reducida. Me refiero a bordadores, doradores, tallistas, carpinteros, orfebres, cererías o imagineros.

Un año entero trabajando para disfrutar durante una semana del esplendor de nuestras hermandades.

Quiero acercarme a nuestra Semana Santa con la misma mirada limpia y desacomplejada de esa niña que extiende su mano con la bola de cera del cirio de ese nazareno que se inclina para júbilo de ella. No sabe quién es, ni si habla su idioma, ni su raza, ni tan siquiera si nació aquí como ella, solo quiere su cera y comparte con él la 'obra del pueblo'.