La novia de Ábalos, la novia de España
Cortesana, mantenida, prostituta, acompañante, escort y otras palabras más afinadas


Ya vale de ponerle edulcorante y anestesia al asunto. No sé qué les está pasando a algunos periodistas y no miro a nadie. Quizá quieran quedar bien o darle a todo el asunto de Jéssica el toque de decencia que por definición no tiene. Otros van a necesitar un bono de fisioterapia para tratar la tortícolis de tanto mirar hacia otro lado. Jessica no era la novia de Ábalos. No se paga a las novias, no se les coloca en empresas públicas y no se les pone un piso en la plaza de España de Madrid. Ya está bien.
Desde tiempos inmemoriales, la sociedad ha encontrado términos más llevaderos, no muy hirientes, más acordes con la necesidad de envolver ciertas realidades con un velo de delicadeza para definir ciertos comportamientos. A Jessica podríamos llamarla cortesana, si nos ponemos renacentistas, dama de compañía, si nos queremos quedar en la frontera de lo ambiguo. Mantenida, si reconocemos que la independencia no era su fuerte, demi-mondaine, si nos ponemos franceses y nostálgicos del París de la Belle Époque o incluso, si queremos ser aún más sofisticados, mujer de mundo, como se solía decir entre los círculos aristocráticos, un término que sugería un estilo de vida a medio camino entre el glamour y la transgresión.
Umbral habló de las mantenidas en varios de sus libros y se refirió, especialmente, de las mantenidas de Madrid. Un fragmento que encaja con este asunto se pueden encontrar en Trilogía de Madrid, donde el autor describe el mundo de las mujeres que vivían gracias a la generosidad de hombres poderosos: "La mantenida no es puta ni es dama, y por eso las damas la desprecian y las putas la envidian. Lleva abrigos de piel que no ha pagado y maridos que no son suyos. Habita apartamentos que no figuran a su nombre, y siempre hay un perfume caro en su ascensor… Aman con desinterés fingido y sonríen con la certeza de que la felicidad es un contrato renovable."
Los americanos tienen a Julia Roberts, nosotros tenemos a Jessica.
La historia de la literatura está repleta de personajes femeninos que, por conveniencia o necesidad, han sabido sostenerse gracias a la generosidad de poderosos benefactores. Ahí está la astuta Becky Sharp, de La feria de las vanidades, quien, sin muchos escrúpulos, se abre paso en la alta sociedad londinense con una mezcla de encanto y oportunismo. También encontramos a la legendaria cortesana Marguerite Gautier, protagonista de La dama de las camelias, obra de Dumas hijo, cuya belleza y refinamiento le aseguran el favor de hombres adinerados, aunque su destino esté marcado por la tragedia. Este personaje inspiró el de Violeta en la famosa Traviata de Verdi y también es el origen -quizá algo ocultado por la industria- de Satine, la protagonista del musical y la película Moulin Rouge.
Así que no nos llevamos ninguna sorpresa con el asunto de Ábalos, pero nos debería preocupar el hecho de que su mantenida la hayamos sufragado entre todos con dinero público. Si la hemos pagado todos y la vamos a llamar novia, que sea la novia de España. Los americanos tienen a Julia Roberts, nosotros tenemos a Jessica. También nos tendría que preocupar que el piso se lo pagaran unos empresarios interesados en engrasar -qué curioso verbo- al ministro. Y, si tuviéramos un minuto libre, deberíamos reflexionar sobre el papel de Ábalos en el gobierno, en su discurso en la moción de censura, en por qué está aforado y por qué da la ligera impresión de que esto no computa como corrupción en el gobierno actual. Quizá deberíamos ser nosotros los que termináramos cantando la Traviata.