La ministra Alegría y el escribidor
Ha tenido que ser difícil no darle en vida a Vargas Llosa la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Desde que triunfó con La ciudad y los perros en 1963, ha estado recibiendo premios de cinco en cinco y doctorados honoris causa de tres en tres. Ganó, por citar solo algunos galardones, el Príncipe... Leer más La entrada La ministra Alegría y el escribidor aparece primero en Zenda.

El Gobierno de España se ha enterado en Twitter de que Vargas Llosa era uno de los mejores escritores del mundo. Solo así se explica que le hayan concedido a título póstumo la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, que, según me sopla la Wikipedia, tiene como finalidad galardonar a quienes se hayan distinguido por sus méritos en la educación, la ciencia, la cultura, la docencia o la investigación. Al leer esta descripción, daríamos por hecho que Vargas Llosa tenía esa cruz desde por lo menos el siglo pasado. Pero no; solo la tiene desde el día después de morirse.
Dar un premio póstumo, según yo lo veo, es como depositar flores en la tumba de alguien a quien le has jodido la vida: no sirve para nada. Si tan claro tenías 24 horas después de su muerte que se merecía el premio, ¿por qué no se lo has dado en todos estos años? ¿Qué nos dice de ti que le negaras un premio durante tantísimo tiempo a alguien cuando de pronto resulta tan evidente que se lo merecía?
Los premios hay que darlos en vida y cuanto antes para que los premiados puedan disfrutar el máximo tiempo posible de ellos. Ya está bien de lamentarnos por los artistas que no alcanzaron el reconocimiento que se merecían en vida. Preocupaos por los artistas que están vivos ahora y concededles ese reconocimiento. Dad cariño a los vivos y paz a los muertos. Y meteos los premios póstumos por donde os quepan.
Otorgar un premio a título póstumo no es solo una falta de respeto. Es también un acto de cobardía, porque es negarle siquiera al premiado la posibilidad de rechazar el galardón, como hizo Javier Marías con el premio Nacional de Narrativa. O de que pueda decir algo inconveniente al recibirlo. A lo mejor no se lo han dado en vida precisamente por esto.
Este ninguneo deliberado llegó a su fin con la muerte de Vargas Llosa, cuando el Gobierno, al ver las muestras de admiración de tantos miles de personas en redes sociales, decidió, no premiar a Mario, sino premiarse a sí mismo, pues la concesión de este premio póstumo nos confirma una vez más lo que ya sabíamos: que a los Gobiernos los artistas les importan un carajo, y que lo único que les interesa es capitalizar su prestigio. Yo creo que alguien en el Ministerio de Educación habrá dicho:
—Eh, que la peña está tuiteando a saco sobre Vargas Llosa.
—¿Qué ha pasao? ¿Ha vuelto con la Preysler?
—No, que la ha palmao. Pero está todo el mundo a tope diciendo que les flipaba cómo escribía. Está trending topic a full.
—Pues habrá que darle una condecoración o algo para marcarnos un punto. ¿Cuáles hay?
—Tenemos la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, que se la dimos también a Chiquito de la Calzada a los dos días de morirse.
—¿No tenemos otra con un nombre más molón?
—Está la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
—¿Y esa para qué es?
—Pues no sé, para sabios, digo yo.
—Venga, va, pues esa misma.
Estoy seguro de que la conversación fue así, con algún que otro anacoluto de añadidura.
Poco después, Pilar Alegría, ministra de Educación y avidísima lectora (de estos dos atributos, tachad aquel que sea falso), compareció en rueda de prensa tras el Consejo de Ministros y, tras dar las condolencias a los familiares de Mario Vargas Llosa, dijo:
Su legado es tan vasto que seguramente nos faltaría rueda de prensa para decir aquí los principales títulos de sus múltiples obras…
La rueda de prensa duró una hora. Pero en una hora, con sus 60 minutazos, no encontró tiempo la ministra de Educación, no ya para hacer una semblanza biográfica de Vargas Llosa o para esbozar un estudio crítico sobre la influencia de Flaubert en su obra, sino tan solo para enumerar algunos de los principales títulos que escribió. Conversación en La Catedral, La fiesta del chivo y La guerra del fin del mundo. Ya está. He tardado menos de cinco segundos. Siguió hablando Pilar Alegría:
Pero les quería también anunciar que esta misma mañana, en el Consejo de Ministros, le hemos otorgado la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Ciertamente, Vargas Llosa poseía todas las distinciones posibles, desde el premio Cervantes al anterior Príncipe de Asturias o incluso el Premio Nobel, del que se le otorgó el pasado 2010…
¿Del que?¿ Por qué del que?
…y creo que además es el último escritor en lengua española que ha recibido esta máxima distinción…
¿Creo? ¿No tiene la ministra de Educación la absoluta certeza de que Vargas Llosa fue el último escritor en lengua castellana que recibió el premio Nobel? ¿Habrá habido otro después de él? Miradme a ver si hubo otro y si nos queda otra cruz para darle. Pero solo si se ha muerto. Si está vivo, que espere.
… y por tanto, como les trasladaba, hoy el propio Consejo de Ministros, en nombre de la Ministra de Educación, le otorga esta gran condecoración que es la Cruz Alfonso X el Sabio.
Será la GRAN Cruz DE Alfonso X el Sabio. Pero tampoco vamos a ponernos estupendos por un adjetivo apocopado y una preposición. ¿Sabe la ministra de Educación lo que es un adjetivo apocopado? Podría explicárselo, pero me faltaría contrafaja para decir aquí sus principales características, y a lo que hemos venido es a contar que Mario Vargas Llosa, vivo o muerto, ya tiene la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
También os digo que, a la vista del historial de premiados, todavía se entiende menos que tanta medianía fuese condecorada antes que Vargas Llosa. He vuelto a la Wikipedia para ver quiénes habían recibido esta distinción y, salvo honrosas excepciones, me he encontrado con una cuadrilla de don nadies que no tengo ni la menor idea de quiénes son. Son tan don nadies que, al pinchar en su nombre, sigo sin saber quiénes son porque ni siquiera tienen su propia entrada en la Wikipedia.
Entre los nombres conocidos, veo que están Isabel Celaá, Esperanza Aguirre, Ángel Gabilondo y Pilar del Castillo. A todos ellos los galardonaron por sus impagables labores como ministros de Educación. Quiere esto decir que Pilar Alegría, que no es capaz de nombrar una sola obra de Mario Vargas Llosa y que no tiene la certeza de si fue el último escritor en lengua española en recibir el premio Nobel, tiene todas papeletas para recibir algún día la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Y seguro que a ella no se la dan a título póstumo.
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