La lucha de Emilia por los migrantes: «Me dan vida y mucha energía»
Mientras los partidos políticos discuten el reparto de menores migrantes por comunidades autónomas, afortunadamente existen personas solidarias que predican con el ejemplo e imploran un trato más humano hacía estos jóvenes que, tras sufrir grandes calamidades y encontrar múltiples percances en sus vidas, han alcanzado las costas españolas en busca de una vida mejor. Un ejemplo de fraternidad es Emilia Lozano, jubilada de 72 años, quien creó en 2019 la Asociación 'Somos Acogida' , una ONG que ayuda a jóvenes migrantes no acompañados y extutelados y les ofrece un lugar seguro donde vivir. La asociación, creada con un grupo de vecinos del barrio madrileño de Hortaleza, trabaja para dotar a esos jóvenes de las herramientas necesarias para que puedan desenvolverse y ser parte de la sociedad en su nueva vida adulta . Pasan de estar en la calle, tras salir de un centro de menores que les echa al cumplir los 18 años, a contar con techo, cuidados y compañía. Emilia, natural de La Puebla de Almoradiel (5.600 habitantes), para no dejar en la calle a uno de los chicos que ya llegaba a la temida situación de los 18 años en su barrio de Madrid, le ofreció irse al pueblo con ella y su marido. Ahí empezó a planear la idea de un refugio para estos chavales, que se concretó en 2021 con la apertura de la Casa de la Solidaridad, gracias al proyecto presentado al ayuntamiento de esta localidad toledana que abrió las puertas a la migración. «Al alcalde le encantó el proyecto y nos dijo que sí, aunque no había financiación; pero yo no me desanimé. Mi marido me preguntaba de dónde sacaríamos el dinero, en ese momento éramos 22 o 26 socios, y yo respondía: ¡pues pedimos! Y me fui con mi proyecto a la radio local, Radio Meseta, y lo expliqué», cuenta Emilia. Entonces surgió el milagro . Una pareja del pueblo cedió una casa y entregó las llaves mientras ella detallaba el proyecto en las ondas. «Una vivienda cerca del ayuntamiento con 180 metros y ocho habitaciones. A la semana siguiente se lo expliqué al pueblo, que no teníamos nada y necesitábamos ayuda. Y los vecinos se pusieron en marcha, carpinteros, pintores..., la gente se volcó, la casa no existiría sin la solidaridad de todo el pueblo , y a partir de ahí empezamos a traer a los chicos que yo y otras tres familias de la asociación teníamos acogidos en Madrid«, Y desde hace cuatro años ya han pasado por la casa entre 37 y 40 chicos. La vivienda se financia con aportaciones de los socios y donaciones. «Solamente hemos tenido que hacer documentos a dos migrantes, y los demás están todos trabajando. Llegó uno el viernes de Ciudad Real y el lunes empezó a trabajar, pero hasta que este chico consolide el trabajo tenemos que estar ahí ayudándole. Esto es maravilloso, lo de la casa. Creo que deberían tomar ejemplo las instituciones «, relata con orgullo Emilia, que al principio se comunicaba con ellos como podía, »pero siempre con una sonrisa y con cariño: el lenguaje de la empatía«. Todos los chicos han llegado a España «por la pobreza, la miseria que viven en sus países y los sufrimientos en sus familias por sobrevivir. Cuando alguien se embarca en una patera es porque tiene mucha necesidad «, afirma la fundadora de 'Somos Acogida'». Sobre la labor que está realizando desde 2019, cuando recorría su barrio madrileño de paseo y veía menores extranjeros no acompañados a las puertas del centro de menores esperando para entrar, Emilia Lozano afirma que no está haciendo ningún sacrificio por ellos. « Ellos me están dando a mí, me están ayudando, porque qué sería de mí con 72 años sentada mirando la televisión . Me dan mucha vida y mucha energía«. Y aclara que no necesita que les paguen nada, solo hace un llamamiento a asociarse y a donar con el objetivo de que el proyecto continúe. »Financiación no tenemos, nos lo curramos, y en esto tienen que ver mucho los medios de comunicación que dan a conocer nuestros planes, ayudáis mucho porque esa visibilización del proyecto engancha y nos ayuda a nosotros a seguir adelante en el auxilio a los chicos«, cuenta. Actualmente en la Casa de la Solidaridad de La Puebla de Almoradiel residen seis chicos, pero dos de ellos, se lamenta Emilia, van a tardar «mucho más de lo normal en conseguir sus papeles. Hay que hacerlo por arraigo y hasta que no llevan dos años no puede ser, imagina qué depresión les entra a los pobres«. De esta manera, sin poder trabajar, invierten su tiempo en estudiar español y la ESO, o hacer deporte. Comenta Emilia Lozano cómo una artesana del pueblo les ha enseñado un oficio. Han aprendido a arreglar calzado. «Estos dos chicos han aprendido perfectamente el oficio, hemos puesto carteles por el pueblo y una zapatería se ha ofrecido a recoger todos los zapatos que la gente quiere arreglar, y en Quintanar de la Orden, a 16 kilómetros, también hemos dado a conocer esta actividad que se está perdiendo, no hay en los en los pueblos gente que arregle zapatos; y ahí andan con su tallercito y enseñando a los que lleguen a la casa porque en
Mientras los partidos políticos discuten el reparto de menores migrantes por comunidades autónomas, afortunadamente existen personas solidarias que predican con el ejemplo e imploran un trato más humano hacía estos jóvenes que, tras sufrir grandes calamidades y encontrar múltiples percances en sus vidas, han alcanzado las costas españolas en busca de una vida mejor. Un ejemplo de fraternidad es Emilia Lozano, jubilada de 72 años, quien creó en 2019 la Asociación 'Somos Acogida' , una ONG que ayuda a jóvenes migrantes no acompañados y extutelados y les ofrece un lugar seguro donde vivir. La asociación, creada con un grupo de vecinos del barrio madrileño de Hortaleza, trabaja para dotar a esos jóvenes de las herramientas necesarias para que puedan desenvolverse y ser parte de la sociedad en su nueva vida adulta . Pasan de estar en la calle, tras salir de un centro de menores que les echa al cumplir los 18 años, a contar con techo, cuidados y compañía. Emilia, natural de La Puebla de Almoradiel (5.600 habitantes), para no dejar en la calle a uno de los chicos que ya llegaba a la temida situación de los 18 años en su barrio de Madrid, le ofreció irse al pueblo con ella y su marido. Ahí empezó a planear la idea de un refugio para estos chavales, que se concretó en 2021 con la apertura de la Casa de la Solidaridad, gracias al proyecto presentado al ayuntamiento de esta localidad toledana que abrió las puertas a la migración. «Al alcalde le encantó el proyecto y nos dijo que sí, aunque no había financiación; pero yo no me desanimé. Mi marido me preguntaba de dónde sacaríamos el dinero, en ese momento éramos 22 o 26 socios, y yo respondía: ¡pues pedimos! Y me fui con mi proyecto a la radio local, Radio Meseta, y lo expliqué», cuenta Emilia. Entonces surgió el milagro . Una pareja del pueblo cedió una casa y entregó las llaves mientras ella detallaba el proyecto en las ondas. «Una vivienda cerca del ayuntamiento con 180 metros y ocho habitaciones. A la semana siguiente se lo expliqué al pueblo, que no teníamos nada y necesitábamos ayuda. Y los vecinos se pusieron en marcha, carpinteros, pintores..., la gente se volcó, la casa no existiría sin la solidaridad de todo el pueblo , y a partir de ahí empezamos a traer a los chicos que yo y otras tres familias de la asociación teníamos acogidos en Madrid«, Y desde hace cuatro años ya han pasado por la casa entre 37 y 40 chicos. La vivienda se financia con aportaciones de los socios y donaciones. «Solamente hemos tenido que hacer documentos a dos migrantes, y los demás están todos trabajando. Llegó uno el viernes de Ciudad Real y el lunes empezó a trabajar, pero hasta que este chico consolide el trabajo tenemos que estar ahí ayudándole. Esto es maravilloso, lo de la casa. Creo que deberían tomar ejemplo las instituciones «, relata con orgullo Emilia, que al principio se comunicaba con ellos como podía, »pero siempre con una sonrisa y con cariño: el lenguaje de la empatía«. Todos los chicos han llegado a España «por la pobreza, la miseria que viven en sus países y los sufrimientos en sus familias por sobrevivir. Cuando alguien se embarca en una patera es porque tiene mucha necesidad «, afirma la fundadora de 'Somos Acogida'». Sobre la labor que está realizando desde 2019, cuando recorría su barrio madrileño de paseo y veía menores extranjeros no acompañados a las puertas del centro de menores esperando para entrar, Emilia Lozano afirma que no está haciendo ningún sacrificio por ellos. « Ellos me están dando a mí, me están ayudando, porque qué sería de mí con 72 años sentada mirando la televisión . Me dan mucha vida y mucha energía«. Y aclara que no necesita que les paguen nada, solo hace un llamamiento a asociarse y a donar con el objetivo de que el proyecto continúe. »Financiación no tenemos, nos lo curramos, y en esto tienen que ver mucho los medios de comunicación que dan a conocer nuestros planes, ayudáis mucho porque esa visibilización del proyecto engancha y nos ayuda a nosotros a seguir adelante en el auxilio a los chicos«, cuenta. Actualmente en la Casa de la Solidaridad de La Puebla de Almoradiel residen seis chicos, pero dos de ellos, se lamenta Emilia, van a tardar «mucho más de lo normal en conseguir sus papeles. Hay que hacerlo por arraigo y hasta que no llevan dos años no puede ser, imagina qué depresión les entra a los pobres«. De esta manera, sin poder trabajar, invierten su tiempo en estudiar español y la ESO, o hacer deporte. Comenta Emilia Lozano cómo una artesana del pueblo les ha enseñado un oficio. Han aprendido a arreglar calzado. «Estos dos chicos han aprendido perfectamente el oficio, hemos puesto carteles por el pueblo y una zapatería se ha ofrecido a recoger todos los zapatos que la gente quiere arreglar, y en Quintanar de la Orden, a 16 kilómetros, también hemos dado a conocer esta actividad que se está perdiendo, no hay en los en los pueblos gente que arregle zapatos; y ahí andan con su tallercito y enseñando a los que lleguen a la casa porque en cuanto ellos tengan sus documentaciones saldrán al mundo laboral», dice. Cuando Emilia ve tanto rechazo por parte de la población a los inmigrantes, o comentarios racistas tiene una estrategia: «Entonces cojo el altavoz más fuerte, más grande, grito más contra todos los mensajes de odio . No digo que no haya chavales que roban, exactamente igual que españoles, pero no se puede ir a las puertas de los centros de chicos con 15 y 16 años -vivo enfrente del de Hortaleza- y ponerse a llamarles violadores o delincuentes ante un montón de periodistas. Todo eso siembra mal rollo en la sociedad, cuando además les necesitamos «, asegura. En su opinión, a estos chavales hay que formarles y puede ser en oficios que están desapareciendo. «Nos llaman de Galicia y de Castilla y León pidiéndonos chicos con documentación para trabajar; tenemos varios chavales que trabajan en fibra óptica, los han formado, se van los lunes y vuelven los viernes, y el empresario está encantado con ellos». La ONG se financia con las aportaciones de los 200 socios y los 8.000 euros que reciben cada año del Gobierno de Castilla-La Mancha. La cuota anual es de 36 euros, «casi nada», y mucha solidaridad y colaboración de socios y vecinos. Emilia ha enseñado a estos jóvenes a cocinar, a hacer la compra. « Aprenden rápido, son muy listos, tenemos hecha una cadena y van enseñando a los que llegan , y ahora me dan a probar sus experimentos en la cocina«. Hacen asambleas todas las semanas, sean los que sean, y una vez al mes asiste la trabajadora social, que aporta ideas para organizarse. »Así es como funciona la casa, con voluntad, confianza y ayuda«, resume muy satisfecha Emilia.
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