La didáctica de Bill Gates

Una escuela con muy pocas normas, como Lakeside School en Seattle, significaba que los profesores tenían libertad para experimentar, cuenta el fundador de Microsoft en Código fuente. Mis inicios. En la sala en donde se conectaban a una computadora –corría 1968–, el profesor de matemáticas Fred Wright, por ejemplo, dejaba la puerta abierta, sin llave, y los estudiantes podían entrar cuando querían, sin registrarse en ningún lado. Generaba una “saludable mezcla de cooperación y competición”, tal como lo hacían otros educadores de allí, buscando que el alumnado se nutriera a través del intercambio mutuo y el afán por aprender.Bill Gates esboza en su reciente autobiografía lo que para él resultó luego en aprendizaje: curiosidad, interés, libertad (es decir, mínima supervisión docente), trabajo duro, disciplina y escepticismo. Un decálogo potente sostenido por varias actitudes imprescindibles: el cultivo del arte de prestar atención y de estar a solas con los propios pensamientos, acompañado por la certeza de que una respuesta provoca nuevas preguntas, lo que impulsa el afán de conocer más. “… Cada conocimiento que adquiría se añadía a una sensación de empoderamiento…”, recuerda. “… Ahora soy muy consciente de que hacía lo que hacen los buenos profesores: dar una respuesta positiva para fomentar la confianza…”, escribe, refiriéndose a la bibliotecaria de su escuela cuando con pequeños comentarios alentadores ella lo impulsaba a continuar en su tarea como colaborador de la biblioteca escolar mientras cursaba la primaria. La retroalimentación tan mentada, que siempre provoca, automáticamente o ralentizada en el tiempo, una grata sensación que impulsa hacia más.En su colegio, el mayor premio, ambicionado por todos, era obtener la Estrella Dorada. Galardón que significaba haberse destacado en cinco aspectos (por cada punta de la estrella): deporte, estudio, compañerismo, carácter y esfuerzo. Una dimensión integral, teñida de humanismo, muy descuidada hoy en nuestras escuelas.Sus padres, cuenta, favorecían su natural inclinación a aprender, sin ser conscientes de los grados de libertad que existían en la sociedad de algunas décadas atrás, cuando los márgenes y espacios sin control eran mayores que en el presente. Gates añora de algún modo ese tiempo sin vigilancia que hoy casi no existe o está asediado por la tecnología.De sus padres recuerda la iniciativa de invitar gente interesante a su casa, diversa en opinión, formación y actividad. También, su participación en la vida local y, especialmente, el resultado de todo aquello. Resultado que también observaba en su escuela, entre los alumnos y en el cuerpo de profesores. Resume: “… Esto es lo que hace la gente inteligente. Se juntan con otras personas inteligentes y resuelven problemas realmente complicados. Me parece perfecto...”. También debaten, indica en otra parte. Un entrenamiento racional que sirve para profundizar conocimientos y para ponerse en el lugar de los otros, en sus puntos de vista. Diversidad, discusión, argumentación entre gente formada, vértices que fomentan la creatividad y el libre pensamiento.Código fuente es un texto formidable que, sin querer, describe una didáctica de la enseñanza, simple, estimulante, completamente humana por su dimensión individual y cooperativa. Una didáctica que parte de preguntas concretas que acompañaron la evolución de la especie humana desde el inicio de los tiempos: el cómo y el porqué de las cosas, los mecanismos de funcionamiento de la naturaleza y el universo y del propio entendimiento humano.Como él lo escribe: educar proviene de la palabra latina educere, que significa incitar, extraer. Y si la educación no sirve para eso, para el avance de la ciencia y el pensamiento, para la mejora de nuestras sociedades y la comprensión humana, habrá torcido su misión, cayendo solo en lo meramente útil y pasajero. Deshumanizando fatalmente su sentido.

Abr 1, 2025 - 06:16
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La didáctica de Bill Gates

Una escuela con muy pocas normas, como Lakeside School en Seattle, significaba que los profesores tenían libertad para experimentar, cuenta el fundador de Microsoft en Código fuente. Mis inicios. En la sala en donde se conectaban a una computadora –corría 1968–, el profesor de matemáticas Fred Wright, por ejemplo, dejaba la puerta abierta, sin llave, y los estudiantes podían entrar cuando querían, sin registrarse en ningún lado. Generaba una “saludable mezcla de cooperación y competición”, tal como lo hacían otros educadores de allí, buscando que el alumnado se nutriera a través del intercambio mutuo y el afán por aprender.

Bill Gates esboza en su reciente autobiografía lo que para él resultó luego en aprendizaje: curiosidad, interés, libertad (es decir, mínima supervisión docente), trabajo duro, disciplina y escepticismo. Un decálogo potente sostenido por varias actitudes imprescindibles: el cultivo del arte de prestar atención y de estar a solas con los propios pensamientos, acompañado por la certeza de que una respuesta provoca nuevas preguntas, lo que impulsa el afán de conocer más. “… Cada conocimiento que adquiría se añadía a una sensación de empoderamiento…”, recuerda.

“… Ahora soy muy consciente de que hacía lo que hacen los buenos profesores: dar una respuesta positiva para fomentar la confianza…”, escribe, refiriéndose a la bibliotecaria de su escuela cuando con pequeños comentarios alentadores ella lo impulsaba a continuar en su tarea como colaborador de la biblioteca escolar mientras cursaba la primaria. La retroalimentación tan mentada, que siempre provoca, automáticamente o ralentizada en el tiempo, una grata sensación que impulsa hacia más.

En su colegio, el mayor premio, ambicionado por todos, era obtener la Estrella Dorada. Galardón que significaba haberse destacado en cinco aspectos (por cada punta de la estrella): deporte, estudio, compañerismo, carácter y esfuerzo. Una dimensión integral, teñida de humanismo, muy descuidada hoy en nuestras escuelas.

Sus padres, cuenta, favorecían su natural inclinación a aprender, sin ser conscientes de los grados de libertad que existían en la sociedad de algunas décadas atrás, cuando los márgenes y espacios sin control eran mayores que en el presente. Gates añora de algún modo ese tiempo sin vigilancia que hoy casi no existe o está asediado por la tecnología.

De sus padres recuerda la iniciativa de invitar gente interesante a su casa, diversa en opinión, formación y actividad. También, su participación en la vida local y, especialmente, el resultado de todo aquello. Resultado que también observaba en su escuela, entre los alumnos y en el cuerpo de profesores. Resume: “… Esto es lo que hace la gente inteligente. Se juntan con otras personas inteligentes y resuelven problemas realmente complicados. Me parece perfecto...”. También debaten, indica en otra parte. Un entrenamiento racional que sirve para profundizar conocimientos y para ponerse en el lugar de los otros, en sus puntos de vista. Diversidad, discusión, argumentación entre gente formada, vértices que fomentan la creatividad y el libre pensamiento.

Código fuente es un texto formidable que, sin querer, describe una didáctica de la enseñanza, simple, estimulante, completamente humana por su dimensión individual y cooperativa. Una didáctica que parte de preguntas concretas que acompañaron la evolución de la especie humana desde el inicio de los tiempos: el cómo y el porqué de las cosas, los mecanismos de funcionamiento de la naturaleza y el universo y del propio entendimiento humano.

Como él lo escribe: educar proviene de la palabra latina educere, que significa incitar, extraer. Y si la educación no sirve para eso, para el avance de la ciencia y el pensamiento, para la mejora de nuestras sociedades y la comprensión humana, habrá torcido su misión, cayendo solo en lo meramente útil y pasajero. Deshumanizando fatalmente su sentido.