Jesús Terrés: «Mis mayores alegrías están en la cotidianeidad»

Durante la pandemia (se acaban de cumplir cinco años) Terrés empezó a escribir cartas que enviaba a sus lectores. Esta newsletter personal se convirtió en el buque de salvación para muchos. 35.000 lectores esperaban esta apertura a un universo de detalles, a esta literatura de lo esencial, y lo pequeño. Destino acaba de reunir estas misivas en un libro titulado Vivir sin miedo. La entrada Jesús Terrés: «Mis mayores alegrías están en la cotidianeidad» aparece primero en Zenda.

Abr 9, 2025 - 02:12
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Jesús Terrés: «Mis mayores alegrías están en la cotidianeidad»

Jesús Terrés lleva años persiguiendo las cosas importantes de la vida. Con Nada importa (Círculo de Tiza), Terrés ahondó en absorber la felicidad de los pequeños momentos. Este título es un brindis literario a las cosas que importan, que se sienten como auténticas, por las que merece la pena pararse a observar. Una guía para la vida que muchos lectores tomaron como referencia para aprender a vivir de otra manera.

A Terrés también le dio por perseguir la belleza. Lo hizo desde su posición de periodista en sus textos sobre lugares que ver y dónde comer. También lo hizo desde la ficción. En su primera novela, Buscaba la belleza (Destino), buceó en su biografía para teñir en papel las partes más oscuras de su vida. Con la publicación de este texto llenó de luz los rincones y momentos que llevaba tiempo escondiendo.

Durante la pandemia (se acaban de cumplir cinco años) Terrés empezó a escribir cartas que enviaba a sus lectores. Esta newsletter personal se convirtió en el buque de salvación para muchos. Cada semana más lectores esperaban esa carta del sábado como la puerta a un universo que amenazaba con desaparecer en una normalidad cada vez más carente de todo atisbo de belleza. 35.000 lectores esperaban esta apertura a un universo de detalles, a esta literatura de lo esencial, y lo pequeño. Destino acaba de reunir estas misivas en un libro titulado Vivir sin miedo. Con esta publicación premian la fidelidad de tantas semanas de correspondencia literaria.

Zenda se encuentra con Terrés poco antes de su presentación en Madrid. Nos acoge el Museo Thyssen, un lugar que encierra tantas obras de arte que son, para muchos, combustible para el alma. Estos días, además, inauguran una exposición sobre Proust y las artes. Con esta conversación descubrimos al periodista que abandonó el ritmo de la redacción para dejarse llevar por el ritmo de la vida. Que decidió que el pulso de lo cotidiano era el único que debía manejar sus días. Descubrimos en esta conversación que Jesús Terrés es más asceta que esteta, que los miedos están para acompañarnos en el camino y que desnudarse delante de una pantalla, sobre el papel, es uno de los modos más honestos de comunicarse con el otro. Comenzamos.

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—En algún momento del libro dice que uno vive, o escribe, sin armazón. ¿Le costó mucho quitarse el armazón a la hora de escribir?

—Empezamos fuerte (Risas). Sí, y tampoco creo que sea un interruptor de encendido o apagado. Para mí es un proceso. Lo veo como un puente levadizo y trato de ir abriéndolo cada vez más. Es una cosa que me pesa, me molesta, y ojalá ir quitándolo.

—Dice que le preocupa que quien escriba no sea usted sino la persona que quiere ser. ¿Qué persona quiere ser?

"Estoy más conectado al presente de lo que creo"

—Eso es una trampa que todos hacemos, todos los que escribimos: hablar con la voz de quien crees o imaginas que eres. Yo soy mejor de lo que creo, soy menos egoísta de lo que creo. Soy más justo de lo que creo. Estoy más conectado al presente de lo que creo. La persona que escribe, que soy, subraya los libros, los dobla… La persona que anhelo ser va por delante (Risas) pero nunca la alcanzo.

—¿Qué persigue la escritura de estas cartas?

—Verdad. En estas cartas ya no hay coraza, no hay pseudónimos, no hay un lugar donde esconderme. Estas cartas nacen de la honestidad.

—¿En qué cosas cree que merece la pena perder o emplear el tiempo?

—En perder el tiempo merece la pena perder el tiempo (Risas). Vivimos muy entregados a la productividad, a una lista de to-dos, a  lo que se supone que tienes que hacer, a completar tareas, timings, deadlines… Ojalá más tiempo dedicado a perder el tiempo: a estar, a observar, a leer, a pasear. El hombre que quiero ser pasea más que yo.

—No se puede salir de esa cárcel que es la nostalgia de lo que fuiste, dice en una de sus cartas. ¿Qué periodista fue Jesús Terrés y qué escritor es hoy?

"Siempre fui un periodista y soy un periodista muy preocupado por entender qué hay detrás de la máscara"

—¡Qué buena pregunta! Siempre fui un periodista, y soy un periodista, muy preocupado por entender qué hay detrás de la máscara. Me ha interesado mucho el porqué cuando he trabajado en viajes o en cultura. Este viaje, ¿por qué? Este sitio, ¿por qué? ¿Quién está detrás? ¿Qué le mueve? Creo que el escritor que soy ha trasladado ese porqué a mi propia vida.

Dice que sólo quiere cerca seres incandescentes. Si hablásemos de libros incandescentes, ¿cuáles tendría cerca?

—Justo estaba dando un paseo por la librería del Museo y había un especial de conversaciones de Annie Ernaux, que fue Nobel hace dos años. Me vuelve loco leerla. Me prende. Con muchas escritoras me pasa. Me pasa con Leila Guerriero. Envidio mucho a los escritores que tienen esa capacidad de escribir con poesía, como Antonio Lucas.

—¿Sería este un libro incandescente?

—Ojalá. No sé si lo es. Creo que tiene incandescencia pero también calma. Es un libro muy poliédrico: tiene sombras y luces, claroscuros, melancolía. No es un libro alegre. A mí a veces se me suele asociar al hedonismo, y este es un libro con mucha tristeza y mucho dolor. Trato de que sea un reflejo de la vida.

—Se torea, se baila, se vive al compás. ¿Escribe usted persiguiendo un cierto compás o ritmo?

—Sí, absolutamente. Me obsesiona. Soy una persona de obsesiones. Me obsesiona el compás, la sinfonía. No me importa una mala puntuación, tengo fricciones con pequeñas correcciones… Para mí la melodía, el compás, lo es todo en un libro.

—Me ha gustado mucho la expresión “hacer un Bergareche”. Cuéntenos, para quien no lo sepa, ¿a qué llama usted hacer un Bergareche?

"Hacer un Bergareche te va a traer más cosas positivas que negativas: es bañarse cuando hace frío, comprar el billete de ida a pesar de no tener claro qué va a pasar"

—Hacer un Bergareche surge de un libro suyo, Los días perfectos, que es maravilloso. A Bergareche le aprecio y admiro mucho. El libro habla de esa etapa de un matrimonio en la que ya todo es gris, echan de menos las locuras de los comienzos. Siempre le decía a mi mujer que leyera el libro. Un día de marzo, estábamos paseando por la playa, no había nadie. Mi mujer me sugirió que nos bañásemos, yo respondí que hacía frío, soy muy friolero. Ella se bañó y yo no. Escribí la carta ese sábado. Dije: “Hay que bañarse”. Eso es hacer un Bergareche. Hacer un Bergareche te va a traer más cosas positivas que negativas: es bañarse cuando hace frío, comprar el billete de ida a pesar de no tener claro qué va a pasar, llamar a la persona pese a que tienes dudas…

—Nunca ha tenido muy claro dónde acaba la literatura y dónde empieza la vida. ¿Y ahora?

—No (Risas). Creo que esa pregunta nunca va a tener respuesta. En mi caso se mezclan muchísimo. El otro día me preguntaban cuándo escribo. Lo digo desde la absoluta humildad: escribo todo el día. En la escritura el acto físico sólo es una etapa. Es como el viaje. El viaje no empieza cuando subes al avión, empieza cuando estás en el sofá pensando, ahí ya estás viajando. La escritura es igual: comienza cuando te estás duchando, estás observando, estás hablando con alguien… Siempre estás escribiendo.

—¿Querría usted que estos textos fueran —como las entrevistas de Quintero— calor para los días fríos?

—Sí. Me encantaría. Hay una carta (“Comidita para el alma”) que es justo eso.

—¿Qué tesoros espera Jesús Terrés de la vida?

—Cada vez le pido más calma. Mis mayores alegrías están en la cotidianeidad: en un café, leer un libro…

—Todo lo que no es señal es ruido, dice su amigo Jaume. ¿Es este libro un catálogo de señales?

—Espero que lo sea. Eso sería un pequeño triunfo. Soy lector mucho antes que escritor, y lo seguiré siendo. Para mí un libro especial es una señal. El libro te ayuda a entender, te abre al mundo desde el ángulo correcto. Ojalá sea para alguien eso.

—¿Cómo fue el paso de periodista a escritor?

—Muy natural. Fue un movimiento llevado por el egoísmo. Lo he ido buscando. Poco a poco fui metiendo cuñitas de ficción, llevándolo a lo personal. Tuve suerte de que se me permitió.

—La pandemia es el trasfondo en buena parte de estas cartas. ¿Hasta qué punto puede o debe un escritor dejar que circunstancias como éstas permeen en su obra?

"Vivimos expuestos: incluso en el artículo más neutro del mundo, más objetivo, estás eligiendo unas palabras y no otras"

—En mi mundo no existe otra cosa que no sea la permeabilidad. Es absurdo, no tiene sentido. Vivimos expuestos: incluso en el artículo más neutro del mundo, más objetivo, estás eligiendo unas palabras y no otras. En ese momento, en el momento en que un ser humano selecciona, elige, estás poniendo tus anécdotas, tus conflictos… Yo quiero ser más permeable de lo que soy.

—¿Cómo se quita el pudor a la hora de escribir?

—Para mí el pudor es una molestia. En mi visión de la literatura que me apasiona, y vuelvo a Ernaux o a Carrère, la escritura que me atraviesa es descarnada. El pudor es un obstáculo para la excelencia. No puedes crear algo potente con pudor.

—Además de Carrère, Ernaux, Antonio Lucas… ¿quiénes son sus referentes literarios?

—Soy tremendamente infiel en la literatura. Milena Busquets ha sido muy importante para mí. Manuel Vicent también. Es el autor que siempre ha estado en mi vida, es un escritor totémico. Me gusta Alejandro Simón Partal, que también es muy lírico.

¿Está cerca del escritor que quiso ser?

—No. Estoy lejísimos del escritor que quiero ser. Tampoco pasa nada si no soy el escritor que quiero ser. No soy nada atormentado, me gusta vivir, querer, que me quieran… Estoy a años luz de los escritores que admiro.

—¿Ha aprendido a vivir sin miedo? ¿Cómo lo ha hecho?

"No se trata de vivir sin miedo, sino de vivir con miedo y entender que está ahí"

—He aprendido. El título es bonito pero incorrecto. No se trata de vivir sin miedo, sino de vivir con miedo y entender que está ahí. Pretender que el miedo puede no existir es absurdo. Pretendo convivir con el miedo y que el miedo no tenga el timón, que no sea el miedo el que gobierna.

—Si pudiera encontrarse con su yo de 17 años, ¿qué le diría?

—Que no mire hacia otro lado, que fue lo que hice. Mi padre murió cuando tenía 18 años, y yo opté por el camino de la anestesia, y eso fue un error. No mirar, no sentir, no afrontar, fingir que todo está bien, meter el dolor bajo la alfombra lleva al camino hacia el que tu vida sea un invierno. Terminas por podar la capacidad de sentir lo malo pero también lo bueno.

—¿Por qué escribe?

—Creo que García Márquez decía que escribía para que le quisieran. Yo creo que no, me siento muy querido. Escribo para sentirme vivo. Volviendo a las plantas, yo soy como una planta: cuando no escribo las hojas se secan, cuando escribo me siento vivo, el mundo se llena de color.

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