Jesús Rubio Gamo se desnuda y se enfrenta a sí mismo es su hipnótica y contradictoria nueva pieza de danza

El coreógrafo madrileño presenta '…Todas esas cosas dentro de las cosas que llamamos cosas escondidas en…' en el Festival Dansa de Valencia. Una pieza compleja y de gran bellezaEl puñetazo que Vargas Llosa pegó a García Márquez y partió la literatura latinoamericana en dos Todas las miradas estaban puestas en Jesús Rubio Gamo, Premio Max en el año 2020. Después de más de tres años sin presentar pieza llegaba por fin la esperada nueva obra. Muchos programadores, público seguidor y prensa especializada asistieron al estreno de …Todas esas cosas dentro de las cosas que llamamos cosas escondidas en… en el Festival Dansa Valencia. La pieza es de una fuerza conmovedora. Aun así, la opinión del público quedó dividida.  La danza de Rubio Gamo es hipnótica. Es una danza entregada a la deriva, a un movimiento que se alarga en busca de ecos olvidados o tapados en el interior de los cuerpos. Y es a esa búsqueda a la que el público queda enganchado, decidido a compartir ese espacio íntimo y meditativo que se crea en escena. Las funciones de este creador son de un hermoso silencio compartido entre quien ve y ejecuta. Algo que pasa tanto en sus solos, El hermoso misterio que nos une (2021), por ejemplo, como en sus trabajos colectivos. Todas esas virtudes están bien presentes en el nuevo trabajo grupal que acaba de estrenar. La pieza tiene un comienzo hipnótico, unos primeros treinta minutos donde los bailarines transitan el espacio en movimientos continuados, en diagonales que giran como corrientes circulares en el tiempo tan atrayentes cómo narcóticas. Pero ahí, cuando el espectador se cree inmerso en esa propuesta sin comienzo ni fin, la estructura de la pieza cambia. Los cuerpos que fluían como materia en movimiento se individualizan, adquieren identidad y personalidad gracias a una sucesión de solos y duetos donde el público puede acercarse al modo de bailar de cada bailarín.  Un momento de ‘...todas esas cosas dentro de las cosas que llamamos cosas escondidas en…’ El resultado es apabullante. La gaditana Luna Sánchez amarra en estilo la propuesta. Pedro Sohu y Paula Santos proponen un dueto de otro mundo donde se pasa de la delicadeza a la potencia con una libertad arrolladora. Y la presencia del dominicano Malvin Montero supone un revulsivo para la danza de este creador. Malvin Montero se formó en danza clásica en Cuba y su presencia no normativa, donde entra el queer caribeño sin concesiones, enfrenta la danza del madrileño ante espejos que hasta ahora no había transitado. Todos ellos son muy jóvenes y verlos bailar constata la calidad de los que vienen empujando. Una danza frágil y libre Entre ellos baila Rubio Gamo como uno más, tan solo en pequeñas ocasiones se percibe su rol de director. Su danza sigue siendo exquisita, no hay otra palabra para describir la delicadeza y control de este bailarín madrileño. Pero a pesar de todas estas virtudes la propuesta, si bien se llevó uno de los aplausos más generosos del festival, no rompió, no cuajó por completo entre el público. La explicación puede ser doble.  Por un lado, la propensión del público a demandar a los creadores una fidelidad con su propio pasado. En Gran Bolero (2018) o en Acciones sencillas (2021), este coreógrafo deslumbró por una gran capacidad formal. A través de estructuras claras y eficientes, que se agarraban al crescendo o el contraste, sus piezas eran redondas, perfectos artilugios en funcionamiento. Es difícil virar para un artista y es demasiado habitual que sean los propios acólitos los primeros que alzan el vuelo cuando esto pasa.  En un momento de la pieza Rubio queda desnudo en escena, es el único intérprete que lo hace. Los otros bailarines llevan su cuerpo en volandas, él bracea por el espacio como el Major Tom de David Bowie, flotando en el espacio. Es una imagen polisémica, pero bien puede entenderse que en ese momento es el coreógrafo quien se

Abr 14, 2025 - 21:26
 0
Jesús Rubio Gamo se desnuda y se enfrenta a sí mismo es su hipnótica y contradictoria nueva pieza de danza

Jesús Rubio Gamo se desnuda y se enfrenta a sí mismo es su hipnótica y contradictoria nueva pieza de danza

El coreógrafo madrileño presenta '…Todas esas cosas dentro de las cosas que llamamos cosas escondidas en…' en el Festival Dansa de Valencia. Una pieza compleja y de gran belleza

El puñetazo que Vargas Llosa pegó a García Márquez y partió la literatura latinoamericana en dos

Todas las miradas estaban puestas en Jesús Rubio Gamo, Premio Max en el año 2020. Después de más de tres años sin presentar pieza llegaba por fin la esperada nueva obra. Muchos programadores, público seguidor y prensa especializada asistieron al estreno de …Todas esas cosas dentro de las cosas que llamamos cosas escondidas en… en el Festival Dansa Valencia. La pieza es de una fuerza conmovedora. Aun así, la opinión del público quedó dividida. 

La danza de Rubio Gamo es hipnótica. Es una danza entregada a la deriva, a un movimiento que se alarga en busca de ecos olvidados o tapados en el interior de los cuerpos. Y es a esa búsqueda a la que el público queda enganchado, decidido a compartir ese espacio íntimo y meditativo que se crea en escena. Las funciones de este creador son de un hermoso silencio compartido entre quien ve y ejecuta. Algo que pasa tanto en sus solos, El hermoso misterio que nos une (2021), por ejemplo, como en sus trabajos colectivos.

Todas esas virtudes están bien presentes en el nuevo trabajo grupal que acaba de estrenar. La pieza tiene un comienzo hipnótico, unos primeros treinta minutos donde los bailarines transitan el espacio en movimientos continuados, en diagonales que giran como corrientes circulares en el tiempo tan atrayentes cómo narcóticas.

Pero ahí, cuando el espectador se cree inmerso en esa propuesta sin comienzo ni fin, la estructura de la pieza cambia. Los cuerpos que fluían como materia en movimiento se individualizan, adquieren identidad y personalidad gracias a una sucesión de solos y duetos donde el público puede acercarse al modo de bailar de cada bailarín. 

Un momento de ‘...todas esas cosas dentro de las cosas que llamamos cosas escondidas en…’

El resultado es apabullante. La gaditana Luna Sánchez amarra en estilo la propuesta. Pedro Sohu y Paula Santos proponen un dueto de otro mundo donde se pasa de la delicadeza a la potencia con una libertad arrolladora. Y la presencia del dominicano Malvin Montero supone un revulsivo para la danza de este creador. Malvin Montero se formó en danza clásica en Cuba y su presencia no normativa, donde entra el queer caribeño sin concesiones, enfrenta la danza del madrileño ante espejos que hasta ahora no había transitado. Todos ellos son muy jóvenes y verlos bailar constata la calidad de los que vienen empujando.

Una danza frágil y libre

Entre ellos baila Rubio Gamo como uno más, tan solo en pequeñas ocasiones se percibe su rol de director. Su danza sigue siendo exquisita, no hay otra palabra para describir la delicadeza y control de este bailarín madrileño. Pero a pesar de todas estas virtudes la propuesta, si bien se llevó uno de los aplausos más generosos del festival, no rompió, no cuajó por completo entre el público. La explicación puede ser doble. 

Por un lado, la propensión del público a demandar a los creadores una fidelidad con su propio pasado. En Gran Bolero (2018) o en Acciones sencillas (2021), este coreógrafo deslumbró por una gran capacidad formal. A través de estructuras claras y eficientes, que se agarraban al crescendo o el contraste, sus piezas eran redondas, perfectos artilugios en funcionamiento. Es difícil virar para un artista y es demasiado habitual que sean los propios acólitos los primeros que alzan el vuelo cuando esto pasa. 

En un momento de la pieza Rubio queda desnudo en escena, es el único intérprete que lo hace. Los otros bailarines llevan su cuerpo en volandas, él bracea por el espacio como el Major Tom de David Bowie, flotando en el espacio. Es una imagen polisémica, pero bien puede entenderse que en ese momento es el coreógrafo quien se muestra sin ambages al público. Desnudo, tan frágil como decidido, tan perdido como libre. 

Alberto Cortés en un momento de Analphabet

La segunda posible explicación a la división que se pudo percibir en el público es la propensión actual en la danza a confundir forma y coherencia. Es cierto que la pieza cambia el paso a la mitad, que la estructura no tiene un ensamblaje perfecto, algo que puede despistar. Pero es exactamente esa una de las preguntas que la obra plantea, que este creador pone sobre el escenario: cómo poder mirar un trabajo que comienza en lo meditativo para luego pasar a negarse a sí misma. 

La propuesta de Rubio Gamo es compleja. Después de Dansa Valencia la obra visitará en junio el Victoria Eugenia de San Sebastián y el Conde Duque de Madrid, centro que además ha producido la obra. El otro coproductor de la pieza es el Festival GREC de Barcelona, que todavía no ha presentado la programación de este año, aunque está previsto que alberge la pieza. La gira, todavía por cerrar, será larga y habrá que ver cómo el propio Rubio y su equipo van entendiendo y ensamblando una obra que no puede tener mejores mimbres. 

Cabe reseñar también que está última edición de Dansa Valencia (que ha contado con un presupuesto alrededor de 520.000 euros) asienta a este certamen como referente de la danza en la Península. Recupera en cierto modo la presencia con la que nació en los años noventa. Y lo hace también gracias a un ímprobo trabajo como plataforma de difusión e internacionalización de la danza. Este año asistieron 80 programadores nacionales y 62 internacionales. Algo inusitado en España. Además, la programación de esta edición se ha abierto hacia caminos más experimentales. Algo que ha hecho crecer al festival. Tan solo señalar dos pequeños momentos.

Norberto Llopis en un momento de 'La operación'

Alberto Cortés presentó su pieza Analphabet en el Teatro Rialto. La obra, que comenzó con la violinista Luz Prado en estado de gracia, rompió el festival en dos. Hermosísima función de Cortés al que se le comienza a abrir Europa. Analphabet inaugurará este año el todopoderoso festival belga Kunsten, y el propio artista informó a este periódico que la pieza podrá verse también en el próximo Festival de Otoño de París.

El otro momento del festival fue la presentación de La operación de Norberto Llopis, pieza que se estrenó en el pasado festival TNT y que llegó reforzada el festival valenciano. La operación es una pieza entre el pensamiento, la performance y la danza en la que este inclasificable creador opera al modo que la poeta Gertrude Stein proponía en trabajos como Poesía Patriarcal (1954). 

Llopis opera el lenguaje, la acción y la escena con puros ejercicios de deconstrucción al mismo tiempo que va haciendo un homenaje al arte conceptual, desde John Cage hasta Isidoro Valcárcel Medina o el propio Llorenç Barber. Una función que consiguió abrir el espectro del festival y que además supo aunar el mejor arte conceptual con un férreo compromiso por parte del artista. Pura maquinaria de lucha antipatriarcal en acción. 

Este sitio utiliza cookies. Al continuar navegando por el sitio, usted acepta nuestro uso de cookies.