¿Hay animales domésticos en la Antártida? Un pasado con historia y un presente sin excepciones

La estricta regulación quiere evitar la alteración del ecosistema y proteger a las especies autóctonas de la contaminación biológica.

Feb 15, 2025 - 12:01
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¿Hay animales domésticos en la Antártida? Un pasado con historia y un presente sin excepciones

La Antártida es el continente más remoto y extremo del planeta, una vasta extensión de hielo y frío donde la vida silvestre se ha adaptado a condiciones extremadamente hostiles. En su superficie, solo especies autóctonas como pingüinos, focas, tardígrados y algunos invertebrados pueden sobrevivir, mientras que grandes animales como ballenas y aves marinas migran anualmente hacia sus aguas en busca de alimento. A pesar de ello, la presencia humana en la región ha llevado a la introducción de especies ajenas al ecosistema antártico, incluidas algunas domésticas, lo que ha generado que se establezcan regulaciones estrictas para proteger su frágil equilibrio.

Actualmente, la Antártida alberga más de 80 bases científicas pertenecientes a unos 30 países, algunas operativas solo en verano y otras durante todo el año. En estos asentamientos humanos, las estrictas normativas del Tratado Antártico prohíben expresamente la introducción de especies no nativas, incluidos los animales domésticos. Sin embargo, la historia de la exploración antártica está marcada por la presencia de perros y gatos que acompañaron a expedicionarios en sus travesías, y cuyas consecuencias llevaron a la prohibición total de su presencia en el continente.

Las leyes que protegen la Antártida

El Tratado Antártico, firmado en 1959 y vigente desde 1961, estableció las bases para la conservación del continente como un espacio dedicado a la investigación científica y a la paz. Lejos de suavizarse, con el tiempo, las medidas de protección ambiental se han endurecido. La prohibición de introducir especies foráneas quedó formalmente establecida en el Protocolo de Madrid sobre Protección del Medio Ambiente en 1991, que entró en vigor en 1998. Esta normativa se diseñó para prevenir la contaminación biológica del ecosistema antártico y evitar cualquier posible impacto negativo en la fauna nativa.

Entre los puntos clave de estas regulaciones estaba la extracción de los perros de trineo, utilizados por décadas en las expediciones polares. La prohibición definitiva de los perros en la Antártida se aplicó en abril de 1994, cuando los últimos 13 ejemplares, de la raza perro esquimal canadiense, fueron retirados del continente debido al potencial riesgo de transmisión de enfermedades a las focas, además del impacto que tenían sobre otras especies autóctonas. En cuanto a otros animales domésticos, la normativa es igual de taxativa: está terminantemente prohibido introducir gatos, aves de corral y cualquier otra especie ajena al ecosistema, incluyendo plantas.

Perros y gatos en la exploración antártica

Durante la llamada Edad Heroica de la Exploración Antártica a finales del siglo XIX y principios del XX, perros y gatos fueron compañeros habituales en las expediciones. Principalmente, los perros de trineo tuvieron un papel fundamental en el transporte de provisiones y equipos a través del hielo, mientras que los gatos cumplían una función de control de plagas y como fuente de compañía para los expedicionarios.

Los perros de trineo fueron utilizados por exploradores como Roald Amundsen, quien dependió de ellos para su histórica llegada al Polo Sur en 1911 y también estuvieron presentes durante la expedición de Ernest Shackleton en 1914, aunque en circunstancias trágicas: cuando el barco Endurance quedó atrapado en el hielo, la tripulación se vio obligada a sacrificar a los perros para evitar su sufrimiento.

Los gatos, por su parte, estuvieron presentes en numerosos barcos que llegaron a la Antártida. La tripulación del Discovery, en la expedición de Robert Falcon Scott en 1901, tenía dos gatos, Blackwall y Poplar, que sobrevivieron a los duros inviernos antárticos pero no lograron superar el viaje de regreso a Inglaterra. Otro caso famoso es el de Mrs. Chippy, el gato de la expedición de Shackleton, que compartió la dura travesía con los tripulantes del Endurance hasta que el barco quedó atrapado y fue sacrificado junto con los perros.

Los últimos perros de la Antártida

Los perros de trineo siguieron siendo parte esencial de la vida en las bases científicas hasta finales del siglo XX, pero con el avance de la tecnología y la llegada de vehículos motorizados capaces de desplazarse sobre la nieve, su utilidad fue disminuyendo. Finalmente, la prohibición impuesta por el Protocolo de Madrid marcó el destino de los últimos perros en la Antártida.

El 22 de febrero de 1994, los 13 últimos perros de trineo de la base británica Rothera fueron evacuados y reubicados en Canadá. Desde entonces, la Antártida quedó completamente libre de mamíferos domésticos. Al menos, de carne y hueso.

Stay, el labrador retriever de fibra de vidrio

La historia de Stay, una figura de fibra de vidrio en tamaño real de un perro labrador, comenzó en 1991 cuando fue robada por expedicionarios de la Antártida de las instalaciones de la organización Perros Guía de Tasmania y llevada a la base antártica en el rompehielos Aurora Australis. Desde entonces, Stay se convirtió en una leyenda entre los expedicionarios, quienes competían para 'secuestrar' la figura y presumir de su hazaña a través de la radio o enviando fotos. A pesar de ser un objeto inanimado, Stay visitó todas las estaciones australianas (y algunas de otros países, como la polaca, las chinas, las rusas y francesas) en la Antártida, incluso las islas subantárticas, ya que gracias a la ligereza de su material permitía que fuera transportada de diversas maneras.

A lo largo de sus aventuras, Stay sufrió algunos contratiempos, como perder una pata, pero fue reparada con una prótesis de madera hecha por un carpintero. Sin embargo, su historia dio un giro trágico cuando desapareció 'en extrañas circunstancias' en la isla de Macquarie hace unos pocos años, dejando un vacío en la comunidad antártica. Con los años, y motivados por la culpabilidad del robo inicial, las bases australianas realizaron numerosas donaciones a la organización benéfica de perros guía, quien, tras conocer su desaparición, decidió proporcionar un reemplazo en 2024, asegurando que el legado de Stay continúe.

Igy, la última gata de la Antártida

En cuanto a los gatos, Igy ostenta el título de ser el último felino doméstico que vivió en la Antártida. En 1957, una pequeña gata tabby llegó a la Antártida de la manera más inesperada: escondida en el bolsillo de la chaqueta de un piloto estadounidense que volaba hacia la base McMurdo. Sin embargo, al llegar, las autoridades de la base prohibieron su presencia y ordenaron su deportación inmediata. Su destino cambió cuando los miembros de la vecina base neozelandesa Scott decidieron acogerla. Allí, en el extremo más frío del mundo, Igy, bautizada así en honor al Año Geofísico Internacional (International Geophysical Year, IGY), se convirtió en la única representante de su especie en el continente.

Durante más de un año, Igy vivió en la base, pasando la mayor parte del tiempo en la cocina, donde disfrutaba de un trato privilegiado con carne y salmón enlatado. Cuando terminó la expedición, Igy fue llevada de regreso a Nueva Zelanda con la intención de darle una vida más adecuada y casera, pero al llegar a Christchurch y tocar por primera vez la hierba, el instinto pudo más que los meses de aislamiento: la gata huyó y nunca más se supo de ella, pese a los numerosos carteles publicados para su recuperación. Así terminó la historia del último gato conocido que pisó la Antártida.

Aunque en la Antártida continental los gatos han sido eliminados, su impacto en los ecosistemas cercanos ha sido devastador. En la isla subantártica de Marion, situada en el océano Índico meridional, cuatro gatos fueron introducidos en 1949 para controlar la población de ratones. Sin embargo, su presencia (casi 4.000 gatos para 1976) se convirtió en una grave amenaza para las aves marinas locales. Con el tiempo, los gatos se asilvestraron y diezmaron todas las poblaciones presentes en la isla, llegando a causar la extinción local de algunas de ellas. Para revertir esta situación, fue necesario implementar un programa de erradicación que, tras décadas de esfuerzo, logró eliminar a todos los gatos de la isla en 1991.

¿Se volverán a permitir animales en la Antártida?

A pesar de las estrictas normativas, el debate sobre la presencia de animales domésticos en la Antártida sigue surgiendo ocasionalmente. Hace apenas unos meses, durante 2024, el investigador Stuart Behling presentó un proyecto en la base estadounidense de McMurdo que proponía la inclusión de un gato como residente oficial para mejorar la moral de los trabajadores durante los duros meses de invierno. Su propuesta no fue aprobada debido a la normativa vigente, pero reavivó la discusión sobre el impacto emocional positivo que los animales pueden tener en entornos extremos.

Los expertos argumentan que la prohibición de animales domésticos es necesaria para la protección del ecosistema antártico. Sin embargo, el deseo de los trabajadores por contar con compañía animal ha dado lugar a iniciativas como el Antarctic Cat Club, una comunidad digital donde los residentes de las bases comparten fotos y anécdotas sobre sus gatos dejados en casa.