Hace 50 años, este gran escritor español ya avisó de lo que iba a suceder con el planeta
El camino, Las ratas, Los santos inocentes, Diario de un cazador, Viejas historias de Castilla La Vieja… sin duda que el mundo rural y la naturaleza son dos de los grandes protagonistas de la obra de Miguel Delibes. El magistral escritor vallisoletano supo retratar como nadie a las gentes, paisajes y costumbres de su tierra … Continuar leyendo "Hace 50 años, este gran escritor español ya avisó de lo que iba a suceder con el planeta"

El camino, Las ratas, Los santos inocentes, Diario de un cazador, Viejas historias de Castilla La Vieja… sin duda que el mundo rural y la naturaleza son dos de los grandes protagonistas de la obra de Miguel Delibes. El magistral escritor vallisoletano supo retratar como nadie a las gentes, paisajes y costumbres de su tierra castellana.
Delibes fue, además, un defensor convencido del medioambiente que no dudó en expresar públicamente sus arraigadas convicciones ecologistas. Así lo hizo en 1975 con su discurso de ingreso en la Real Academia Española (RAE), titulado Un mundo que agoniza, que también sirve de excelente resumen de su pensamiento y su compromiso con la sostenibilidad, antes incluso de que se popularizara dicho término.
Este texto es, al mismo tiempo, una lúcida denuncia del rumbo tomado por el desarrollo tecnológico y económico. A la noción de progreso que, en definitiva, se estaba imponiendo en nuestra sociedad y que amenazaba, para Delibes, con ser fuente de inevitables problemas debido a su falta de consideración por el medio natural.
Naturaleza y tecnología
«La industria se nutre de la Naturaleza, y la envenena y, al propio tiempo, propende a desarrollarse en complejos cada vez más amplios, con lo que día llegará en que la Naturaleza sea sacrificada a la tecnología», nos advierte el escritor en las primeras páginas de este discurso.
El literato no niega las ventajas de los grandes avances tecnológicos. Su propuesta no implica renunciar a la tecnología, «sino embridarla, someterla a las necesidades del hombre y no imponerla como meta», matiza en un razonamiento no muy diferente de los que hoy se emplean, por ejemplo, para apuntar a los riesgos de un mal planteamiento de la inteligencia artificial.
Lo que realmente pide Delibes es «armonizar naturaleza y técnica de forma que ésta, aprovechando los desperdicios orgánicos, pudiera cerrar el ciclo de producción de una manera racional y ordenada». Frase que, por cierto, resuena inevitablemente en multitud de mensajes relacionados con los objetivos y prácticas de la economía circular.
Progreso y conservación
Como intelectual humanista que era, Miguel Delibes creía en el progreso de la sociedad. Pero tal avance no debía realizarse, de ningún modo, a costa del planeta. «El verdadero progresismo no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo, ni en fabricar cada día más cosas, ni en inventar necesidades al hombre, ni en destruir la Naturaleza», insiste el autor.
Tampoco se trata de «sostener a un tercio de la Humanidad en el delirio del despilfarro mientras los otros dos tercios se mueren de hambre, sino en racionalizar la utilización de la técnica, facilitar el acceso de toda la comunidad a lo necesario, revitalizar los valores humanos, hoy en crisis, y establecer las relaciones Hombre-Naturaleza en un plano de concordia».
Este equilibrio debe evitar que el entorno natural se convierta «en el chivo expiatorio del progreso». Y es que, para el académico, el verdadero progreso es sinónimo de conservación ambiental: «Todo cuanto sea conservar el medio es progresar; todo lo que signifique alterarlo esencialmente, es retroceder».
Unas palabras que hoy se entienden perfectamente, pero que hace medio siglo eran totalmente rompedoras.
Consumo responsable
Otro tema que parece de nuestro tiempo es la crítica al consumismo que se lanza en Un mundo que agoniza. «El juego consiste en producir y consumir, de tal modo que en la moderna civilización, no sólo se considera honesto, sino inteligente, gastar uno en producir objetivos superfluos y emplear noventa y nueva en persuadirnos de que son necesarios», acusa el escritor y periodista.
Incluso hay fragmentos del texto en los que se habla de un tema tan actual como es la obsolescencia programada: «El desarrollo exige que la vida de estas cosas sea efímera, o sea, se fabriquen mal deliberadamente, supuesto que el desarrollo del siglo XX requiere una constante renovación para evitar que el monstruoso mecanismo se detenga».
La vida rural
Como defensor que era no sólo del paisaje, sino también de las costumbres y de la manera de entender la vida de la gente humilde de nuestros pueblos, Delibes fue muy consciente de que el futuro no pintaba nada bien para el mundo rural, para esa «España vaciada» a la que nunca prestamos suficiente atención.
No sólo por cómo estaba evolucionando materialmente el país, sino también por la pérdida de solidez de determinados valores. Así queda claro cuando escribe, por ejemplo, que «hemos matado la cultura campesina, pero no la hemos sustituido por nada, al menos, por nada noble».
También cuando denuncia, en tono grave, que «la destrucción de la Naturaleza no es solamente física, sino una destrucción de su significado para el hombre, una verdadera amputación espiritual y vital de este».
Una triste pérdida que es, al mismo tiempo, ambiental, emocional y cultural: «Al hombre, ciertamente, se le arrebata la pureza del aire y del agua, pero también se le amputa el lenguaje, y el paisaje en el que transcurre su vida», advierte el escritor.
En conclusión, Miguel Delibes realizó, hace 50 años, una aguda crítica al sentido del progreso que se ha mostrado acertada desde diferentes puntos de vista, y que es un argumento más que se suma a las incontables razones por las que merece la pena acercarse a la obra de este enorme escritor, uno de los grandes autores en lengua castellana.