Giro en el final de 'The White Lotus': la tercera temporada no critica a los ricos sino a los deshonestos

Aunque se ha leído como una sátira de adinerados, las intenciones de la serie de Mike White son otras.

Abr 9, 2025 - 07:35
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Giro en el final de 'The White Lotus': la tercera temporada no critica a los ricos sino a los deshonestos

Una de las claves para entender el 2023 en términos de cultura pop está en el lujo silencioso, la tendencia minimalista que nos invitaba a vestir básicos atemporales, discretos y de buena calidad, capaces de transmitir a los acostumbrados a lo mejor que éramos uno de ellos.

Pero, para sorpresa de los analistas de moda, en esta ocasión el deseo de vestir como los más adinerados no surgía como una respuesta proletaria a la desigualdad, ni como culminación de un proceso de asimilación de ciertas marcas concretas. Si había gente dispuesta a gastarse 800 dólares en una gorra azul sin logotipo o 200 en una camiseta blanca sin más, era gracias a los Roy. A la inestimable influencia de Succession.

Las intenciones de la que fue la producción estrella de HBO parecen absolutamente transparentes. Succession es a la vez un drama familiar y una mirada cargada de ácido dirigida contra los más poderosos y el sistema del que pueden abusar. Kendall, Shiv y Roman son unos personajes tan trágicos como ridículos, tan inocentes como despiadados, escritos con la humanidad justa para despertar compasión frente a su enorme privilegio.

Crítica con espectacularización

La serie creada por Jesse Armstrong lanza una clara crítica contra todo lo que los Roy representan y, pese a que esto llega con claridad a la audiencia, buena parte de esta se niega a abrazarla. Para muchos, Succession es aspiracional. La ropa, las casas, los viajes, e incluso la forma de hablar de los hermanos, es algo envidiable. Deseable a nivel individual.

"Creo que la violencia es muy ambigua en el cine. Por ejemplo, algunas películas pretenden ser antibélicas pero no creo haber visto nunca una película que vaya en contra de la guerra. Todas las películas sobre la guerra terminan funcionando a favor de esta", señalaba François Truffaut en una entrevista con Gene Siskel publicada en el Chicago Tribune en 1973.

La reflexión del crítico francés se hizo tan popular que se convirtió en un tropo conocido como Truffaut was right que se usa para señalar la manera en la que la espectacularidad del cine siempre termina por glamurizar aquello que pretende criticar. Un buen ejemplo de esto son las películas de gangsters que, pese a mostrar con claridad las consecuencias de la violencia, romantizan por el camino a los criminales que la ejercen.

Con la crítica de clase sucede algo similar. Para reírse de los ricos de la manera en la que quiere hacerlo Succession debe, antes que nada, sumergirse en su mundo. Mostrar todo aquello que el dinero sí puede comprar. Y en una sociedad marcada por el consumo y la desigualdad es posible que la estética termine pesando más en la experiencia de visionado que el propio argumento de la obra. The White Lotus no puede escapar a esto. Tampoco quiere. En su tercera temporada el dinero está más presente que nunca pero la crítica a los personajes no parte de su privilegio sino de su incapacidad para aceptar la verdad.

Lo material contra lo espiritual

En el núcleo de The White Lotus se encuentra la dualidad del concepto de riqueza. Desde la primera temporada, los personajes pueden dividirse entre aquellos que tienen riqueza espiritual y desean o necesitan riqueza material (Belinda, Kai, Mia, Lucia…) y aquellos que tienen riqueza material y ansían —de forma consciente o no— riqueza espiritual (Paula, Harper, Daphne, Albie, Tanya…).

En general, las tramas que acaban de forma positiva involucran un momento de honestidad, un instante en el que los personajes se abren de forma sincera a sus deseos y no tienen miedo de admitir qué es lo que persiguen, mientras que las más dramáticas se encierran siempre alrededor de la hipocresía.

Las historias opuestas de Quinn y Lucia son el mejor ejemplo de este concepto. En la primera temporada, el hijo adolescente de los Mossbacher (interpretado por Fred Hechinger) llega a Hawái dependiente de las pantallas y sin capacidad alguna para conectar con su familia. Sin embargo, al abrirse a la belleza y a la cultura de la isla termina por encontrar la revelación (y la comunidad) que hacen posible su independencia.

Lucia (Simona Tabasco en la segunda temporada), por su parte, sólo quiere mejorar a toda costa su situación económica y en ningún momento se siente avergonzada por esto o intenta ocultar sus intenciones. Por eso abandona el hotel con el dinero suficiente para comprarse el vestido de sus sueños: porque es capaz de aceptar lo que quiere sin importar lo que digan los demás.

Quizás es porque la tercera temporada de The White Lotus se ambienta en Tailandia, un país budista, que la serie hace más explícito el tema central en su última tanda de episodios. Todos los personajes que llegan al spa de lujo se ven envueltos en una trama que intenta hacerles entender cómo funciona la otra cara de la riqueza pero no todos se aproximan al reto por igual. Mike White resuelve todo en un último episodio donde lleva hasta sus ultimísimas consecuencias su alegato por la sinceridad.

La resolución en apariencia más positiva de la temporada es la de la historia de las tres amigas Laurie, Kate y Jaclyn, que terminan por reconciliarse tras una gran pelea. Sin embargo, es evidente que en el último capítulo las mujeres vuelven a situarse en la casilla de salida, sin llegar a hablar de todos esos problemas que han ido surgiendo a lo largo de tantos años de amistad. Laurie nunca llega a explicarle a Jaclyn qué es lo que le ha molestado de su idilio con Valentín porque prefiere agarrarse a ellas —lo único que le queda tras haber “fracasado” en el amor y en el trabajo— antes que arriesgarse, ser sincera, y encontrar una relación de verdad.

Las amigas escogen lo espiritual de forma hipócrita en contraste con Piper (Sarah Catherine Hook), la hija adolescente de los Ratliff que escoge lo material con una sinceridad imposible de ignorar. Piper vuelve de Tailandia exactamente con lo que estaba buscando: el conocimiento de quién es de verdad, que resulta ser una identidad que la posiciona más cerca que nunca de su madre y de Saxon (Patrick Schwarzenegger). El arco de su padre es un espejo de este en el que Tim (Jason Isaacs) aprende que la riqueza verdadera es la familia y, en consecuencia, pierde el miedo a que sus hijos y su mujer se enteren de que han perdido los millones.

Y si Chelsea (Aimee Lou Wood) se presenta desde un principio como el personaje más espiritual de la serie, sin que nada material consiga nunca seducirla, es porque su función es la de servir de guía para Rick (Walton Goggins), que en el penúltimo episodio parecía haber escogido con sinceridad el camino del amor por encima del de la venganza. Rick es el único personaje en toda la temporada que se desdice después de tomar su decisión y Mike White lo castiga por ello. Rick no solo muere por los disparos de Gaitok (Tayme Thapthimthong) sino que entiende que lo ha hecho por nada. Toda su vida ha sido una mentira y no ha aprovechado el momento para poder dejarla atrás.

Los ricos lloran de forma estética

El regreso de Belinda (Natasha Rothwell) en esta tercera temporada no solo permite conectar toda la obra a través del caso de Greg y Tanya sino que nos ayuda a entender las intenciones de Mike White con The White Lotus en toda su totalidad. En la primera temporada, cuando Belinda conoce a Tanya se deja convencer por esta de que van a desarrollar una relación estrecha que les permitirá hacerse socias y fundar un spa. Como trabajadora de un hotel de lujo, Belinda sabe que no puede fiarse del todo de las intenciones de la mujer pero elige hacerlo, engañarse a sí misma y decantarse por lo espiritual. Y al final sale escaldada.

En la tercera temporada no permite que el bucle se repita. Belinda escoge el dinero, que es lo que siempre ha querido, y deja de lado sus promesas a Pornchai de la misma forma que Tanya hizo con ella. Esta trama podría leerse como ejemplo del poder corruptor del dinero pero eso la desalinearía con otros arcos narrativos como el de Lucia o el de Piper. En The White Lotus ser rico (o querer serlo) no es tanto un problema como el hecho de no admitirlo. Lo censurable es la hipocresía. El dinero viene y va.

Si durante años se ha considerado a The White Lotus una serie crítica con la desigualdad de clase es, primero, por el contexto en que se estrena (en 2021 y 2022 se produjeron varias series y películas críticas con el capitalismo) y, segundo, porque está protagonizada por personajes adinerados y absolutamente ridículos. Pero aunque alguna que otra trama tenga en el centro la ceguera producida por los privilegios que otorga el dinero, la mayoría de arcos de personaje abordan dramas individuales en los que el status económico sólo funciona como un atractivo marco. "Los ricos también lloran", parece decir Mike White, "y además lo hacen en entornos más interesantes".

Aunque Succession y The White Lotus tienen muchos ingredientes en común no comparten el interés por ver cómo la estupidez de los ricos corrompe la sociedad. Mientras que Succession aborda la forma en la que el dinero puede librarte de asesinato, The White Lotus no se atreve ni a imaginar qué pasa con sus personajes cuando no están en la burbuja de las vacaciones. Cuando la serie de Armstrong habla de cómo los millonarios destruyen la democracia, la de White se pliega en las familias y las relaciones de pareja sin introducir si quiera el concepto de comunidad.

Quizás por esto, no es tan grave que The White Lotus sea para muchos espectadores algo aspiracional. Mientras que la existencia del lujo silencioso es capaz de poner en duda la lectura que hacemos de Succession, las diversas colaboraciones que la serie de Mike White ha realizado con Zara y Berskha (que hace un par de año vendía camisetas con la imagen del personaje de Jennifer Coolidge, ya descatalogadas) solo refuerzan las evidentes intenciones del creador.

The White Lotus no se avergüenza de lo que es. Abraza lo material y lo superficial con una honestidad que es hasta divertida. La serie no quiere hablar de clase. Es un problema que deja para los demás.

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