Francisco, el primer Papa en señalar los ‘pecados del carbono’
El Papa puso el cambio climático y el medio ambiente en el centro de su pontificado, como una forma de justicia social. ¿Cómo se movió el Vaticano en las COP y cuánto influyó en decisiones políticas?


Contaminar ya era pecado con Ratzinger. Pero en las paredes vaticanas nunca se había hablado de justicia climática hasta que Bergoglio puso su mirada en unas proclamas adolescentes tan novedosas como cargadas de rabia. El activismo contra el cambio climático viraba al Sur Global. El Papa Francisco vio que el Vaticano quizás no sería un estado clave en las cumbres COP. Pero sí un agente de presión política y moral (lobby) en torno al calentamiento global y el medio ambiente.
“Si destruimos la creación, la creación nos destruirá a nosotros”. Empezó fuerte, en una audiencia en Roma en mayo de 2014. Pero hay dos textos clave rubricados por el Papa del cambio climático: la encíclica Laudato Si’ (2015) y el Laudate Deum de 2023 en Dubái. El pecado se desplazó de la esfera íntima del individuo a la responsabilidad estructural del poderoso y el codicioso. En empresas y estados ricos está el pecado original.
Francisco adoptó el nombre de San Francisco de Asís, símbolo de su apego a la creación y al cuidado de la casa común. Ecologismo de raíz, con un enfoque conservacionista. Sí, contaminar ya era pecado desde 2008. Pero el cambio climático –una cosa distinta a contaminar– entró en Roma vía París. La cumbre del clima parisina de 2015 (COP21) , que selló los acuerdos para no rebasar la temperatura crítica de la Tierra, fue la primera en que el Vaticano ejerció como centro espiritual pero también como agente político. La profesora Celia Deane-Drummond (Laudato Si’ Research Institute, Universidad de Oxford, Reino Unido) analiza tres claves de un Papa volcado en el cambio climático, en The Conversation.
Un Papa en las cumbres del cambio climático
Su encíclica Laudato Si’ (2015) ha sido calificada como “el texto de crítica intelectual más importante de nuestro tiempo” por Vatican News. En ella, el pontífice llamó a una “revolución cultural” para cambiar nuestra manera de pensar sobre la relación entre la sociedad, la economía y la naturaleza. El peso basculaba de la doctrina de la fe (Ratzinger) a la doctrina social de la Iglesia, con una mirada climática y ambiental sin precedentes.
“Francisco fue testigo de primera mano de la destrucción de la Amazonia y de la difícil situación de las comunidades más pobres de Sudamérica”, recuerda la teóloga de Oxford. La influencia de Laudato Si’ trascendió las páginas de los documentos eclesiásticos y se hizo sentir en la escena política internacional, cree Deane-Drummond. Se le atribuye haber contribuido a forjar el consenso en la COP21. Años después, el incumplimiento de los acuerdos allí sellados ha sido recordado año tras año por Francisco.
El Papa mostró cercanía con actores de todos los ámbitos del cambio climático. El exenviado especial de EE.UU. John Kerry reconoció que Francisco era “una de las voces más firmes para impulsar acciones”. La activista Greta Thunberg se reunió durante el marco de la COP26. En sus intervenciones ante líderes mundiales, Francisco no rehuía la denuncia de la inercia política. “Hay que actuar con urgencia, compasión y determinación, porque los riesgos no pueden ser mayores”.
¿Tuvo mucha influencia del papa Francisco en las decisiones de las COP? “Es posible que sí. En Laudate Deum (2023) el papa Francisco mostró tanto su aliento como cierta frustración por los logros alcanzados hasta ahora en los acuerdos internacionales”, sentencia la analista. Pero también afeó la conducta de países como Estados Unidos (aún sin Trump en la Casa Blanca).
No dañarás al medio ambiente ni a sus comunidades locales
Francisco expandió el pecado de la contaminación. Afirmó que a destrucción del medio ambiente es un “pecado estructural”. Hace un año advirtió que “nos enfrentamos a desafíos sistémicos que, aunque distintos, están interconectados: cambio climático, pérdida de biodiversidad, degradación ambiental, desigualdades globales…”.
El pontífice hizo especial hincapié en escuchar a los pueblos indígenas. En febrero de 2020 publicó la exhortación Querida Amazonia, fruto de sus conversaciones con las comunidades de la región. Defendió sus derechos frente a las industrias extractivas y puso en primer plano su sabiduría ancestral.
Pese a estos esfuerzos, muchos indígenas quedaron decepcionados tras la COP28, pues el compromiso de abandonar los combustibles fósiles no acompañó a medidas concretas de compensación y protección de sus territorios. Aun así, Francisco contribuyó a visibilizar sus reivindicaciones: “La defensa de los más vulnerables y del medio ambiente van de la mano con mi liderazgo religioso”, solía recordar, subrayando que “la vida de las comunidades indígenas es inseparable de la salud del planeta”.
Motor de un activismo global
Organizaciones no gubernamentales –no precisamente confesionales, la mayoría– fueron directa o indirectamente apoyadas por el Papa. Simon Stiell, el principal funcionario de la ONU para el clima, señaló este lunes que el Papa Francisco “fue un firme defensor mundial de la acción climática como medio vital para lograrla”. Laurence Tubiana, directora de la Fundación Europea del Clima y artífice del acuerdo de París, ha destacado su papel ”al exponer claramente las causas de la crisis que estamos viviendo, nos recordó a quién se dirige la lucha contra la crisis climática: a la humanidad en su conjunto”.
Celia Deane‑Drummond, destaca que la encíclica Laudato Si’ impulsó la creación de decenas de organizaciones y movimientos laicos y eclesiales dedicados a la justicia ambiental, como el que ella misma dirige. En encuestas realizadas a más de 300 activistas religiosos en el Reino Unido, el 61 % citó a Francisco como su principal inspiración para tomar acción climática, superando a teólogos y líderes políticos locales, según datos del propio equipo de Deane‑Drummond. En paralelo, varias instituciones católicas dejaron de invertir en combustibles fósiles en los años posteriores a su publicación.
Su visión climática también le granjeó enemistades. Mauricio López Oropeza (Red Eclesial de la Amazonía) cree que igual que reafirmó la acción de grupos católicos comprometidos, otros no estaban convencidos. “Para la feligresía en general, esto no fue muy bien recibido y, de hecho, fue cuestionado en muchos lugares“, explicaba este lunes López Oropeza en The New York Times.
¿Y ahora? Deane‑Drummond cree que “su legado ofrece un punto de partida para el próximo pontificado: desde la primera línea local de base hasta las más altas instancias políticas, su ejemplo de ecología integral invita a pensar que la recuperación del planeta y la justicia social son metas inseparables”, cree la investigadora. Enfrente, una ola de líderes que han hecho del antiactivismo climático bandera. Y del ambientalismo, una guerra cultural que se ha traducido en políticas concretas que amenazan con enterrar el Acuerdo de París. El activismo se mueve entre la fe y la necesidad de un milagro.