Qué pena que el ganado no respondiera a la expectación. Por segundo año consecutivo, se colgaba el cartel de ‘No hay billetes’ al reclamo de Juan Ortega, autor de la mejor faena el pasado invierno. Sin perder de vista a Emilio de Justo, con el beneplácito de Madrid. Por eso, cuando vio que la tarde se esfumaba en el umbral de la capital, tiró de ambición y se marchó a la puerta de chiqueros para recibir al quinto, fiel al dicho de que no lo hay malo. Brindó el bueno de Garcigrande las mayores opciones: Desprendido el toro, desprendido el torero, arrebatado ya en las chicuelinas. Sabía el de Torrejoncillo que este animal escondía un fondo importante y lo aprovechó...
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