Felipe Mc Gough, el hombre que respira Fórmula 1: Lole, Senna, Colapinto y por qué Schumacher no está entre los grandes
Fan, periodista, productor, organizador de carreras y socio de Tinelli: una vida de locura y un glosario de anécdotas a máxima velocidad

Dice que la primera vez que sintió un fuego interior por la Fórmula 1 fue en 1974, con una carrera de Carlos Reutemann que ningún argentino olvidará. Lo mismo que le pasó a él con el grito de su padre, Guillermo: “Noooooooooooooo”. Pero es probable que el destino estuviese preparando el momento adecuado para desatar la pasión por la Fórmula 1. Felipe Mc Gough es un personaje único: periodista, productor, organizador de competencias, socio de Marcelo Tinelli en pleno éxito de ShowMatch y Ritmo de la noche y un glosario de anécdotas de la máxima categoría del automovilismo.
Su vida, su carácter itinerante, influyó mucho en eso porque se dio el gusto de estar al lado de los grandes, esos que la mayoría ven por TV o interactúan por las redes sociales en el mejor de los casos. Desde muy chico lo suyo fue estar acá y allá. El acá es Argentina; el allá, es Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Alemania, España. Primero, por el trabajo de su padre, diplomático. Arrancó ya de chico su camino Felipe: nació en CABA y de inmediato viajaron a Inglaterra hasta sus 5 años. Un indicio de lo que vendría, pues allí volvería a los 21 para meterse, para siempre, en el fantástico mundo del Gran Circo.
“Mi vida fue por el mundo, además de Argentina. Primero esos cinco años en Londres. Volvimos. Nos fuimos a Nueva York en el 67. Volvimos en el 71. Iba y venía. En el 79 me fui a Washington con la idea de llegar a Europa, pero a fin de año regresé a Argentina. Después volví a Inglaterra, a Towcester, como traductor del equipo Shadow. Y comenzó la historia. Estuve en Niza antes de casarme, me casé con Cecilia y vivimos un año en Alemania, en Mimberg, cerca de Nuremberg, ya que trabajaba con los Rosso, con Víctor Rosso. Después otra vez Londres, entre 2002 y 2008, y en Madrid de 2020 a 2025. Ahora, otra vez en Argentina, con nuevos proyectos”, repasa Mc Gough, considerado uno de los periodistas que más sabe de Fórmula 1 en la Argentina, durante un encuentro en la muestra “La Exhibición”, que se desarrolla en la Rural de Palermo hasta el 1° de junio y está dedicada a la máxima categoría. Un sitio ideal para los fans.
–¿Cómo era Felipe, de chico? ¿Con qué soñaba?
–Con la Fórmula 1 empecé a soñar de grande, más de grande, no de tan chico. Yo siempre digo que lo mío arrancó un 13 de enero del 74, mientras el viejo miraba el Gran Premio de la Argentina de Fórmula 1. Con un Brabham blanco, con el número 7, que venía ganando y de repente escucho un grito: “¡nooooo!”. Vi el abandono de Lole Reutemann en las últimas vueltas y fue la primera vez que realmente me enganché. Aunque a mis padres, Guillermo y Lucy, les gustaban mucho las carreras. En realidad, la primera vez que fui a una carrera de F1 que en 1962. Tenía 4 años. El día que Stirling Moss tuvo su gran accidente en Goodwood, que lo dejó en coma por un mes, inmóvil por seis meses y otras secuelas, lo que provocó su retiro. Vivíamos en Londres.
–¿Y a qué edad manejaste por primera vez?
–El 31 de marzo de 1976, cuando cumplí 18 años. Oficialmente, jajaja. Ese día, a las 8 de la mañana estaba pidiendo el registro.
–¿Y qué auto fue?
–Un Fiat 128 color verde que tenía mi vieja.
-¿Pero tenías fantasías de piloto?
–No. Bueno, uno siempre imagina cosas. Correr sin plata no existe y yo plata no tenía. Así que intenté acercarme desde otro lado, empecé a meterme. En el 79 fue la primera vez: me sacaba fotos con los pilotos en el Sheraton, actuando de traductor. Ahí conocí a Jo Ramírez, director del equipo Shadow. Me contrató como traductor del Gran Premio de Argentina y también en el de Brasil, en el 79 y 80. En el 79 también estuve en Watkins Glenn: ya había salido campeón Jody Scheckter con Ferrari. Y en el 80 me fui a Europa, al Gran Premio de Bélgica, en Zolder. Después vino todo lo demás: trabajo en los equipos, en los medios, con los pilotos. Organizar carreras, radio, televisión. Todo lo que se pudo.
–¿Y en tu casa te apoyaban?
–La que más me apoyó fue mi vieja (Lucy). “Mirá, si es lo que querés hacer, te acompaño. Si necesitás plata, te presto 3000 dólares”, me dijo. Me fui a Europa y, metafóricamente, nunca más volví. Empezó mi viaje. Vivía en Towcester, Inglaterra, un pueblo cerca de Silverstone, a media hora de la base del equipo Shadow. Había conseguido un cuarto en una granja. Era un colaborador: manejaba la camioneta, viajaba en el camión, iba a las carreras, compraba cosas. Tengo una foto en la que estoy tomándole la presión de las gomas de los autos de Geoff Lee y de David Kennedy. Iba mucho a Silverstone. Conocí a Eddie Jordan, a Ayrton Senna, a Quique Mansilla, a Víctor Rosso, a los que estaban corriendo en esa época. A mitad de temporada el equipo quebró.
–¿Y entonces?
–En uno de los últimos viajes, en Francia conocí a Cacho González Rouco, de Carburando, que seguía las carreras de Carlos Reutemann y me ofreció trabajar con ellos. Traduciendo notas, haciéndolas, Me contrató para los fines de semana: hotel, viaje y tanta plata. Y así arrancamos. Viajaba de noche en los trenes para salvar un día de hotel. En el 80, 81 y 82 cubría a los argentinos por Europa. Hasta el día que Lole anunció que se bajaba el auto y se hicieron añicos todos los sueños, porque ya no había posibilidades. Y aparte, a los 7 días se declaró la guerra de Malvinas, con lo cual cambió radicalmente el mundo.
–Vos tenés una idea formada de que Lole, después de que lo convencieron para seguir en el 82 pese a su frustración por el título perdido en Las Vegas, se bajó porque sabía que se venía lo de Malvinas. ¿Eso fue algo tuyo o lo escuchaste?
–Siempre me pregunté eso, fue muy rara su salida. Era imposible que Lole corriera con un equipo inglés. ¿Cómo iba a correr la carrera siguiente con la bandera inglesa flameando? Esos son de los secretos que se llevó. Entiendo que alguien le tiene que haber dicho alguna cosa. Porque él no quería volver después de Las Vegas, ya estaba retirado: volvió cuando Frank Williams no tuvo alternativa de piloto. Frank lo persiguió durante todo el verano y Lole le pidió una boludez de plata como para que le dijeran que era un disparate. Y se la dio porque no tenía salida. Por eso volvió. Siempre me quedó la intriga de lo de Malvinas porque en mayo, cuando se mató Gilles Villeneuve en un accidente, Ferrari lo llama para tomar ese lugar y dijo que no, por eso siempre me quedó la duda.
–Estaba fuera de juego ya.
–Es que en Las Vegas estaba quebrado psicológicamente, estaba destruido. Me acuerdo verle la cara, verle los gestos, la caminata desde los boxes del Caesars Palace. Dejó el auto, agarró su bolso, se lo cargó al hombro y empezó a caminar. Nosotros éramos como el flautista de Hamelin: todos atrás de él y siempre en silencio. Estaba con el doctor Rafael Grajales. Llegamos al hotel, seguimos caminando hasta la puerta de la habitación, y entró con Rafael. “Se quiere dar un baño, déjenlo un rato y sale a hablar”, nos dijo el doctor. Esperamos media hora: estaba toda la prensa en el pasillo esperando. Y bueno, salió y dijo lo que pensaba. La definición de Lole que más me gusta y siempre recuerdo es que “la Fórmula 1 es un laberinto. Visto de arriba es muy fácil saber entrar y salir, y visto de adentro, no sabés dónde están las salidas”. Creo que él asumió, como lo dijo en una entrevista con Cacho González Rouco, que “Dios me dio hasta acá, ya si ganás el campeonato era mucho”. Y entonces dijo, bueno, hasta acá llegaste, ganaste carreras, fuiste dos veces tercero, fuiste subcampeón del mundo, pero no daba para ser campeón. Una filosofía discutible, pero él la pensaba de esa manera y yo respeto su pensamiento.
–Dos palabras sobre Enzo Ferrari y Frank Williams.
–Enzo Ferrari… Ángel Guerra, después de su accidente en el año 81, me dice un día: “Vamos a ir a probar con el Osella a Fiorano. Venite, te llevo”. Llego a la puerta y por supuesto no me dejaban pasar. Después de esperar tres, cuatro horas, aparece un mecánico de Osella y le pedí que le avisara a Guerra que estaba ahí. Al rato viene Ángel y entré. Guerra había quedado como un piloto probador. Y cuando estábamos ahí, aparece Don Enzo. Viene caminando despacito y saludó a todo el mundo. Preguntó cómo estaba todo y se fue. Esa fue la única vez que personalmente estuve con él. Pero lo que era el personaje. Fíjate que estamos en 2025 y todo el mundo sigue recordando no solamente la marca, sino lo que él significa para la Fórmula 1. Digamos, Fórmula 1 es igual a Ferrari y Ferrari es igual a la Fórmula 1.
–¿Tan así es?
–Hay una anécdota de Bernie Ecclestone. Hace unos 15 años había un momento de división, las fábricas se querían ir para un lado o para el otro. Y Ecclestone se tomó un avión, fue a Italia, se sentó con la gente de Ferrari, con Luca de Montezemolo, y le dijo: “¿Cuánto necesitan para venir a correr a mi campeonato?”. Le pidieron 100 millones de dólares y se los dio. Entonces, les anticipó a los “rivales”: “Bueno, no sé con quién van a correr ustedes, pero Ferrari corre conmigo”. Y se terminó la historia, porque los arrastró a todos, el campeonato no se dividió.
–¿Y Frank Williams?
–Un personaje muy especial. Yo lo conocí en 1979, acá en la Argentina, mucho antes de su accidente (NdR: fue en 1986 y quedó en silla de ruedas). Después tuve mucha relación en 1980 y 81, por el Lole, y hasta que murió en 2021, incluso con Claire, su hija, que después se hizo cargo del equipo. Frank era muy inglés en su forma de ver. A veces tenían sus diferencias con Lole por la idiosincrasia latina y la idiosincrasia anglosajona: eran muy diferentes en cómo ver las cosas. Yo dudo de que hayan saboteado el auto. Que hubo un problema con la caja en Las Vegas, sí. Lole lo dijo, pero nunca dijo “me cagaron, me lo hicieron a propósito”. Él sabía lo que estaba haciendo cuando hizo lo de Río al desobedecer las órdenes de dejarlo ganar a Alan Jones y a partir de ahí sufrió las consecuencias de ese tema.
–Llegaste a Europa en el momento en que surgía Ayrton Senna.
–Uffff.
–Lo viste cuando empezó en Europa. Hasta su casco tenés. ¿Cómo lo conseguiste?
–Sí, Bell hizo una camada de cascos, cuando él pasa a Williams en 1994, y compré uno. Con Ayrton tenemos muchas anécdotas. Lo conocí en 1980 como Ayrton Da Silva, en la Fórmula Ford 2000. Corría con Víctor Rosso y después en la Fórmula 3 con Quique Mansilla, cuando casi se agarran a las piñas. En la Fórmula Ford 2000 estaba mano a mano compitiendo con Rosso. Había dos campeonatos y en uno coincidían siempre con Ayrton. Y ya se destacaba. A Rosso le preguntaba: “¿Cómo saliste? Porque ya sé que ganó Ayrton Da Silva”. ¡Tremendo lo rápido que era el tipo! Una vez, Víctor le hace la pole en Brands Hatch 81. Lo llamo. “Hice la pole. Olvídate, mañana no me pasa”. Gana Ayrton. “Te juro por Dios: no sé cómo hizo para pasar por adentro, no había lugar para pasar. Y me pasó con dos ruedas en el pasto”, dijo Víctor. Era esa clase de personaje Ayrton.
–Llegó a la Fórmula 1 y ya lo viste seguido.
–Ahí tuvimos muchas anécdotas muy divertidas en sus pasos por Argentina. Solía venir de Australia rumbo a Brasil. Una vez le había hecha una broma a su compañero Gehrard Berger: le tiró un portafolios del helicóptero. Y Berger le arrancó la primera página del pasaporte. “No lo puedo dejar pasar con el pasaporte roto”, me dijeron en Ezeiza. Al rato, llegó el aval del control: “Que se vaya ya”. Era Senna.
–Le armaste el encuentro con Juan Manuel Fangio.
–Claro. Fue en el 91. La gente que lo manejaba me pide tenerlo guardado 24 horas hasta irse a San Pablo a los festejos porque había salido campeón. Vamos a buscarlo a al aeropuerto con Fernando Tornello. Veníamos en el auto y nos dice: “Quiero verlo a Juan Manuel”. Lo llamamos a Fangio y le pasamos el teléfono: “Juan, hice como usted me dijo, somos campeones”. Y quedan en juntarse en el Sheraton a la noche. “Quiero una cena privada con él. Mañana les doy una nota exclusiva en mi habitación”, nos calma. Alguien del hotel los ve cenando y era amigo de Enrique Moltoni, de Canal 9. Y le avisa. Ahí Moltoni los agarra a los dos saliendo del restorán y los entrevista. Después nos dio la nota como prometió.
El abrazo de Fangio y Ayrton
–Era muy grande el respeto a Fangio. Recuerdo el podio de Brasil 93: cuando lo ve al Chueco, se le transforma la expresión. Y baja emocionado a darle un abrazo.
–¡Una cosa impresionante! Lo respetaba enormemente. Y vos lo escuchás a lo largo de su vida, cuando él hablaba de Juan lo hacía de una manera...Es Ayrton Senna que está hablando de Juan Manuel Fangio, ¿no? Como Jackie Stewart, cuando se movieron los restos de Juan al museo, Jackie dijo: “Yo voy, yo voy”. O como Stirling Moss. Ecclestone nos arregló una nota el día después de la carrera de Inglaterra en julio del 95, justo cuando murió Fangio. Fui a la casa de Moss y me dice: “Cómo me gustaría ir a la despedida de Juan”. Y le respondo: “Mire, hay un vuelo de British a las 10 de la noche. Si usted me dice que va, le arreglo todo”. Viajó con Stewart, los buscaron y los llevaron en un avión privado hasta Balcarce. Hubo un respeto enorme por el piloto, por el ser humano. Un fuerte cariño.
–Y lo de Imola 94 fue muy fuerte, vos estabas ahí también.
–Ufff, sí, increíble que hayan pasado ya 31 años este año. Nos rotábamos con Tornello en Telefe y ese año me tocó Imola. Ví el accidente, sabía que era grave. La transmisión iba en diferido. Terminó la carrera, bajé, averigüé. La gente de Globo me contó que lo habían llevado al Hospital Maggiore, en Bolonia. Los de Globo me dejaron subir hasta el piso donde estaba Ayrton. Y ahí nos avisan que lamentablemente había sucumbido a las heridas del accidente y que se lo llevaban a la morgue. No entendía nada. ¿Cómo Senna se iba a morir manejando un auto? Era imposible. Y me pregunté: ¿cómo aviso a Buenos Aires? Como en Telefé íbamos en diferido, grabamos la carrera, no había manera de cambiar nada. Y cuando empezó la transmisión, Ayrton estaba vivo. Murió, digamos, al promediar la competencia.
–¿Qué elementos tenías para transmitir?
–Nada. Bajé, a un colega le compré un cassette para video, a un francés le pedí alquilar la cámara y también necesitaba un espacio para transmitir. Ofrecí comprar un segmento satelital a los de Globo. Fue paso a paso. Grabé un copete en la puerta del hospital para confirmar la muerte de Senna. El martes llegué a Ezeiza y me fui a San Pablo para el velorio y el entierro. Hicimos una cobertura especial de Telefé. La familia de Ayrton nos dio acceso absolutamente a todo lo que se podía tener dentro de ese contexto. Hicimos un programa especial. Un personaje único. De los más grandes de la historia.
–¿Bernie Ecclestone fue el dueño de la Fórmula 1 durante casi 40 años. ¿Es el personaje más singular que hayas conocido en la categoría?
–Sí, sin dudas. Me sigue sorprendiendo hoy, cumple 95 años en octubre. Es un tipo muy inteligente, muy hábil en el manejo de cómo va llevando adelante las cosas. Yo no lo llamaba, le mandaba un fax a la secretaria. Me respondía: “Mañana a las 3 de la tarde. Me pregunta por qué tema es”. Entonces, yo sentía que entraba a la oficina de él con los pantalones bajos y marcha atrás porque ya le había anticipado por qué venía, ya había tenido tiempo de administrar lo que iba a decir.
–Anécdotas, miles, ¿no?
–Sí. Es muy sarcástico. En el 95, estábamos terminando de organizar la primera carrera en el Gálvez. Peleé, luché un montón para conseguir que me diera el contrato a la carrera. Firmamos en octubre del 94. Las muertes de Ayrton y de Ratzenberger pusieron todo en el freezer porque nadie quería hacer una carrera. Nosotros queríamos correr en el circuito 15 del autódromo, pero la FIA me dijo: “Ni locos el circuito 15”. Los accidentes mortales habían repercutido muy hondo en la gente y en la F1 y me costó mucho terminar de convencerlo. Firmamos para hacer la carrera en marzo. Era el regreso a la Argentina.
Me llama un día de febrero y me dice: “Tengo dos noticias, una buena y una mala. ¿Cuál querés primero?”. Le respondo: “Empezá por la mala”. Ya venía con el retraso de las obras en el autódromo. “Tuve que generar un terremoto en Japón”, me tira. Y enseguida aclara: “Hubo un terremoto en Japón y voy a tener que suspender la carrera de Aida, que era en esa primera parte inicial del campeonato, y nosotros abriríamos el campeonato. Yo sabía que me había dado la primera fecha porque él creía que no íbamos a llegar con las obras. “¿Y cuál es la buena?”, le pregunté. “La buena es que voy a tener que modificar el calendario y te voy a dar 30 días más para que termines las obras del autódromo, porque creo que no vas a llegar. Necesitamos correr el 7, 8 y 9 de abril”. El tipo sabía todo. Para mí, el retraso era maravilloso: 30 días más era la vida. Trabajamos 24 horas por día, todos los días. Llegamos con la lengua afuera a la primera semana de abril, imaginate lo que hubiese sido la primera semana de marzo…Lo único malo que nos tocó clima lluvioso. ¡Se inundó todo!
–¿Organizar una carrera de Fórmula 1 es?
–Estrés puro. Argentina tiene sus bemoles económicos, aunque en ese momento estaba en un momento bueno. Fue todo con emprendimiento privado, hubo apoyo del gobierno en ciertas cosas, como Aduana. Casi suspendo la carrera…
–¿Cómo, por qué?
–Estábamos por ingresar el expediente con la llegada de todos los autos para la carrera y el director de la Aduana me dice: “Mirá, acá si no ponen un aval de 100 millones de dólares, no entra ningún auto”. Como respuesta le tiro: “¿Pero vos te creés que Ferrari me va a dejar la Ferrari de Jean Alesi acá para que yo me pueda divertir?”. El tipo insiste con lo de los 100 millones de dólares: “No autorizo el expediente. ¿Qué vas a hacer?”. Estaba en el último piso de la aduana, me di vuelta, había una ventana, se veía la Casa Rosada, y le aclaro: “Voy a ir ahí a avisarle al presidente (Menem) que vos no me autorizás a que entren los autos y que tengo que cancelar la carrera”. Se puso pálido: “¿Cómo que se cancela?”. Y le completo: “Si vos no me autorizás... Me estás pidiendo algo que yo no puedo conseguir, entonces tengo que cancelarlo”. Efectivamente me fui a verlo a Alberto Kohan, secretario general de la Presidencia. “No quiero dar nombres, pero tenés un sátrapa en la Aduana” y le cuento. “Olvidate. Andá”. Fue suficiente una carta firmada por el gran Rafa Sierra, del ACA, dirigida a la Aduana garantizando que a las 48 horas de la carrera ya no quedaría ningún auto de la carrera en el país. Ningún aval de 100 millones de dólares.
–Menem también quería organizar la carrera en los bosques de Palermo. ¿Eso era viable?
–Yo creo que estaban adelantados a su tiempo. El que más se enganchó con eso fue Carlitos Menem. No era malo el proyecto, sigue siendo válido. Me encantaría hacer la carrera por los bosques de Palermo.
–¿Sí, lo ves posible realmente?
–Sí. Se podría perfectamente. Es como Albert Park en Australia. Es difícil organizar una cosa en la calle en la Argentina, pero la dificultad mayor es que no cerrarían los números. Hay que montarlo, sacarlo todos los años, buscar el asfalto, los desagües. Tenés que hacer un trabajo de ingeniería tan grande todos los años que el costo de mantenimiento sería enorme. Eso lo hacía imposible. Bernie en su momento escuchó el tema del proyecto y le gustó, pero él siempre dijo que las carreras las quiere en la Ciudad de Buenos Aires. Nada de Termas de Río Hondo, nada de Mar del Plata. “Hay historia, tradición, me encanta, soy muy amigo del país, soy muy amigo de Lole, todo bien, pero voy a Buenos Aires”, decía. En Australia siguen invirtiendo en el proyecto, tienen su lugar en el calendario, ponen a Australia en el mapa y está el retorno que le da al país. Nosotros, eso sí, no somos muy respetuosos de las normas como para organizar en las calles un evento de tal magnitud.
–La hegemonía de Schumacher en su momento, como después fue la de Hamilton, ¿le hizo mal a la Fórmula 1, la gente se aburría de ver ganar siempre al mismo?
–A ver, sí, fue una época aburrida cuando Michael ganó esos campeonatos con Ferrari: era ver quién salía segundo. El esquema estaba tan ordenado que ni siquiera cuando Michael no podía ganar dejaban ganar al segundo piloto en Ferrari. Ahora es un poco más parejo, estos últimos cuatro títulos de Max han estado más disputados. Pero en esas épocas el tema del dominio de Ferrari fue total. A veces esas cosas pasan, se alinean los planetas. Estaba Ross Brawn, llegaron Michael, Barrichello, Massa, alinearon un equipo y eran una cosa tremenda. No fue la mejor época de la Fórmula 1, pero tampoco creo que haya sido mala, porque obviamente Michael ha dejado su marca en la historia.
–¿Está entre los grandes Schumy?
–No lo considero dentro de los grandes a pesar de los números. Estoy seguro de que cuando Ayrton se mató en el 94, estaba corriendo con un auto (Benetton) perreado. Cuando gana el campeonato a Hill chocándolo en Australia. O cuando lo choca a Villeneuve en el 97 en Jerez. Ha tenido actitudes que no defiendo. No lo considero dentro de los más grandes. Los números dicen que sí, pero yo creo que no.
–¿Qué tan bueno es Franco Colapinto?
–Creo que es muy bueno. Tiene 21 años, está haciendo el proceso que debería haber hecho para llegar, porque los pilotos argentinos nunca llegan como debe ser. El único que llegó como tenía que llegar fue Lole. Vino con un equipo, con patrocinio, con respaldo del ACA. Me acuerdo cuando debutó Norberto Fontana. Negociamos la posibilidad de que corriera y Norberto me dice antes de ir a Magny Cours: “No me subo un auto de Fórmula 1 hace 8 meses. Manejé el modelo anterior, de este modelo no tengo ni idea”. Y le respondí: “Norberto, esto es así. Es la calesita y está la sortija. No tenemos alternativa: hay que subirse”. Obviamente Magny Cours fue una mala carrera para Norberto. Por distintas razones después no pudo seguir. Pero llegó por talento propio a correr en Fórmula 1 las carreras que corrió, aunque no llegó preparado de la forma ideal.
Franco tampoco subió como debería haber sido. Tenía una prueba en Silverstone, pero cuando viene la posibilidad, está el hueco y tenés que subirte, porque este tren no para por nadie. Creo que sí tiene el talento, es joven. Tiene que seguir madurando, pero el año pasado hizo 9 carreras que eran pruebas todos los días, porque cada cosa para él era nueva. Monza era la primera vez que giraba con goma dura, la primera vez que giraba 53 vueltas con un auto de Fórmula 1. Y lo hacía en vivo, en directo y en la carrera. Lo más que había girado seguido eran 8 vueltas seguidas en un auto de Fórmula 1. Largó cuando nunca lo había hecho. Después, en la carrera siguiente, nunca había corrido en un circuito callejero; después, nunca había corrido en lluvia. Es un examen tras otro que tenés que ir superando. Tuvo un pico fuerte de arranque. Luego, cometió un par de errores, como los de Brasil y Las Vegas, pero siempre con destellos de que tiene el potencial como para ir adelante.
–La situación en Alpine, donde está como piloto de reserva, es de gran incertidumbre.
–La situación entiendo que es muy difícil, tanto para él, para Jack Doohan y muy incómodo todo lo que está pasando en el equipo Alpine, pero bueno, obviamente no solamente Alpine se interesó con él. Lo de Red Bull el año pasado fue cierto. No coincidieron los planetas. La verdad, estoy contento por eso: estamos viendo lo que es la máquina de picar carne de Red Bull. A los dos grandes premios, a Lawson le destruyeron prácticamente la carrera. A veces hay que ser cuidadoso con los deseos porque la F1 es brava, te puede golpear y un error te puede a terminar mal.
–¿Cuánto sale una fecha de Fórmula 1?
–Una fortuna. Para empezar, tenés que hacer todo nuevo en el autódromo. O sea, gastarte, no sé, 80, 100 millones de dólares de arranque. Y eso es lo primordial, porque si no tenés un autódromo grado 1 no podés hacer la carrera. Después llega el cuándo. Hecha esa inversión, hay que tratar de garantizarse por lo menos 5 años de contrato para poder generar el recupero de la inversión. Y después ver qué circuito usás. El único homologado del autódromo es el 6, que fue donde se hizo la carrera entre 1995 y 1998. Intentamos, mi idea era volver a correr al 15. Siempre quise volver al 15. Pero me decía la gente de la Fórmula 1 que correr en el 15 es virtualmente imposible aunque sea poniéndole chicanas. Sería demasiado veloz como para que la Fórmula 1 pueda dar la vuelta alrededor del lago. No lo ven viable. Habría que buscar una alternativa de generar un circuito intermedio, que tenga un par de zonas de DRS, más fácil para pasar y tratar de aprovechar la parte central del autódromo. Hoy, lamentablemente, tenés que hacer una inversión muy grande para poder tener una carrera.
–Hablemos de Hamilton y de Verstappen, que han sido los grandes protagonistas de las últimos 10 años. Dijiste que Schumacher no entraba en la lista de los grandes pilotos.
–Para mí, no. Fangio, Senna, Clark, Hamilton. A Schumacher lo descarto porque ha tenido actitudes en su carrera que yo no... No es que no tiene los pergaminos, porque los tiene, los siete títulos. Pero también mido la parte del piloto como persona. A Hamilton lo hemos visto correr en categorías menores, corriendo en la GP2, llegando a la Fórmula 1, ganando los siete títulos, dándose el lujo de ahora ir a correr la Ferrari, que obvio le está pagando un montón de dinero, pero él tomó la decisión de ir a correr a Ferrari y decir “me voy a poner el mameluco rojo”. Es un campeón con todas las letras. Ves los números de Lewis y es una cosa tremenda, es imbatible. No sé si logrará pelear el campeonato en estos dos años que tiene de contrato con Ferrari, pero es un piloto realmente meritorio. El primer piloto de color que llega a eso, con todo lo que eso implica. Con un Ron Dennis que lo acompañó y lo apoyó desde que tenía 13 años y que logró llegar con el apoyo del padre. Es muy meritorio. A Lewis sí lo pongo dentro de ese grupo.
–¿Y Mad Max?
–Verstappen ha demostrado que tiene un talento…, ese del que hablaban porque los que corrieron en las categorías menores con él, empezando por Leclerc. “En karting íbamos a correr y Max era, ¡ah!, ¡tac! dos, tres décimas mejor, y todos nos teníamos que forzar para llegar a Max. Ibas a la categoría de menores y Max, ¡tac! y una vez más teníamos que hacer ese esfuerzo. Lo conocemos todos, lo hemos sufrido todos”, te dicen los pilotos. Un tipo con mucho talento, que en condiciones extremas vuelve a ser como era Ayrton. Vimos lo que hizo en Brasil el año pasado, una cosa tremenda. ¡Los mató! De los otros 19 autos, al que estuvo más cerca le sacó un segundo. Eso te demuestra la calidad de piloto que es. O la carrera que ganó en Japón este año. No la ganó Red Bull, la ganó Max. Es un depredador. Pone la mira y va en busca de lo que quiere. Es un piloto muy técnico al que no le importa absolutamente más nada. No le pidas notas, es cero a las relaciones públicas. Él es: dame el auto, la goma, las condiciones y no me pidas otra cosa.
–Este año la tiene complicada con los McLaren.
–No sé qué pasará, creo que le va a costar, salvo que Red Bull logre encaminar el auto. Va a ser más difícil que lo pueda pelear. Y está claro que las quejas de Checo Pérez del año pasado eran ciertas, porque ni Lawson ni Tsunoda pasan cerca. Hoy, lo que hacía Checo Pérez parece maravilloso, haber peleado, ganado junto a Max. Demostró que tenía cualidades. Creo que Red Bull se dio cuenta de que estuvo mal echado. Nunca le creyeron que el auto era imposible de manejar. Todo gira alrededor de Max: hacés el auto para Max, todo para Max, entonces a veces te pasan esas cosas. Seguir en ese esquema les significó perder la Copa de Constructores.
–¿Y el fenómeno Ferrari cómo se explica?
–Ferrari es una cosa… Es historia. Miraba a Luca de Montezemolo en Bahréin, a los abrazos con el Rey, a los abrazos con Stefano Dominicali, el respeto hacia un personaje que fue director de Ferrari, de todo el paddock de la Fórmula 1, pero por lo que fue en Ferrari. Es esa mística. Yo soy hincha de Ferrari. Creo que la Fórmula 1 sin Ferrari no es Fórmula 1, tal como se ha escrito. Entonces tiene eso, y obviamente años de sufrimiento. Viví todo el proceso desde el 79, cuando ganó Jody Scheckter, hasta que apareció Michael. Años de años de no ganar absolutamente nada. Y sin embargo, están desde el primer campeonato hasta la última carrera. Tiene una mística muy especial.
–¿Y Argentina por qué es tan fierrera?
–El amigo Juan Manuel nos dejó la vara altísima, mal acostumbrados. La vara del Lole la comparamos con la de Juan y por eso lo hostigamos tanto a Reutemann, pero no nos dábamos cuenta de lo mucho que él estaba haciendo. Argentina se acuerda de esa época de las carreras en los veranos de 40° de calor, la historia, Fangio, Mercedes, Ferrari, Alfa Romeo, Froilán González y su primera victoria con Ferrari. Hay mucha parte de la historia de la Fórmula 1 que nos toca de cerca. Y cuando fui a hablar con Ecclestone para hacer la carrera, me dijo “sí, sí, pero vamos a correr en Buenos Aires”. Siempre quieren volver y nos lo hacen saber cada vez que nos cruzamos con alguien del ambiente. “¿Ché, cuándo volvemos a Argentina?”. O lo de ahora: “Si corre Colapinto, tenemos que hacer una carrera en Argentina”. Espero que se vuelva a vivir esa experiencia. No es imposible, pero tampoco fácil.
–Pensaba en tu vida. En tu familia. Tu mujer, Cecilia, es una santa. Vivir acá y allá, la crianza de los hijos, los cambios de casa y costumbres. La F1, el mundo Tinelli.
–Sí realmente. Cecilia es mi mujer desde hace 40 años. Tiene mucho mérito en todo esto que te conté. Es muy difícil hacer una carrera así si no tenés respaldo familiar. Pensá que hace 45 años que estoy en el automovilismo, y 40 de ellos fueron al lado de Cecilia. Todo lo que pasó, VideoMatch, Ritmo de la Noche, hacer una carrera de F1. Si no tenés el apoyo en tu casa te diría que es imposible. Mérito absoluto de haber bancado, criado a la familia con todos mis viajes a lo largo de la vida. Hoy Felipe (38 años), el mayor, sigue mis pasos: producción de televisión. Florencia (36) y Francisco (31) se quedaron trabajando en Madrid.
–Cerramos con Tinelli, una época dorada.
–Nos conocimos él trabajando para José María Muñoz y yo para Cacho González Rouco, en radio Rivadavia los dos. Armamos la primera productora: TM. Productora de publicidad, de eventos. Fuimos creciendo juntos. Yo estaba el día que lo citaron de Telefé porque Gustavo Luteral había dicho que no. No participé de entrada en VideoMatch porque estaba en la oficina con Fabián Scoltore. Éramos los tres. La idea era, en un horario marginal, las doce de la noche y en un año mundialista (90), hacer un programa deportivo serio. Se contrató a Príncipi en boxeo, Bonadeo en tenis, Coccia con el rugby, Cocho López con el automovilismo. Todo eran periodistas de carrera reconocidos, salvo el Teto Medina que vino a hablar de skate, y Lanchita Bisio, que había corrido en lanchas.
–Pero el programa perdió “seriedad”.
–Porque en el Mundial de Italia, el rating era nulo. Gustavo Yankelevich lo cambió a partir de los bloopers. ¡Y pum! Explotó. Reemplacé a Cocho en automovilismo, ya en estudios. Después surgió Ritmo de la Noche los domingos, otro boom. El Tiragoma, partidos de fútbol, show musicales. Yo hasta me disfracé de la reina de España. ¡Era una locura! Trabajábamos los 7 días de la semana. Yo aparte hacía las transmisiones de la carrera de Fórmula 1. Me hice cargo con Daniel Jacubovich de la producción ejecutiva de Ritmo a la noche, trajimos a Dios y María Santísima: de Ricky Martin hasta Alejandro Sanz, Brian May, o sea, lo que se te ocurra. Nota exclusiva con Axl Rose, que la hice yo cuando vino a cantar a Argentina y de las pocas notas que ha dado en la vida. Se la hice porque había mucho temor de que hubiera algún quilombo en el recital. Phil Collins, Gloria Estefan, viajes con Marcelo a California, entrevistas con los artistas que hacíamos en el verano antes de empezar el ciclo. Los partidos con Maradona.
–¿Tiene explicación lo que lograron?
–No sé. Era realmente un grupo de amigos que hacían un programa en el que se divertían. Se dio todo. Nos divertíamos esa diversión se trasladaba a la pantalla. Seguís hasta el 95, cuando cerramos lo de hacer la carrera de Fórmula 1. Y después ya me pusieron un ultimátum en casa y me dijeron andá decidiendo lo que querés hacer…
–No alabó mucho Diego tus dotes futboleras…
–Ja. Fuimos a jugar un partido con unos polistas en Bella Vista, en el que Diego vino de visita, y entonces nos invitó a un asado en la quinta de Moreno. Un Día del Amigo. Vamos y lo esperamos un rato hasta que se despertara. Y armamos un partido. Yo no soy bueno. Y en medio del partido, Diego me dice: “Sos muy malo”. Otra vez entré a último momento en un partido en Ritmo de la Noche por el presidente Menem, que se bajó. Marcelo me pidió: “Jugá vos porque… alguien tiene que jugar”. Me dieron la camiseta que decía Menem, pero con el nombre tapado por una cinta. Estaban el Beto Alonso, Daniel Scioli, Diego, Bonadeo al arco y yo en el medio. Trajimos jugadores de todo el mundo, hicimos un Brasil-Argentina. En los tres minutos del corte publicitario armábamos la cancha. Jugaban ahí en el estudio. Una locura.