Europa desconfía de Feijóo
Ya sé que están de moda, pero no hay que olvidar que las gruesas palabras del presidente Trump, tirando contra todo lo que se mueve, van dirigidas a sus electores exclusivamente. Poco le importan los europeos que le escuchamos y sus amenazas de que, como seamos malos y no nos gastemos la pasta en su industria militar, le dirá a Putin que nos invada. Son declaraciones de consumo interno y así hay que verlas siempre. Es lo que se lleva ahora. Igual que en España, donde el líder Feijóo da lecciones diarias de política exterior como si no hubiera un mañana, seguro de que las hemerotecas le absolverán cuando llegue el momento. Es puro teatro para cabeceras amigas y emisoras fast food con mensajes dirigidos a la parroquia habitual, que necesita su dosis diaria de dardo envenenado contra el presidente Sánchez. Probablemente gracias al empuje y el miedo a VOX a esto se reduce la política informativa actual de los populares. El problema es que cuando acabas forjando tu discurso a partir de la negación constante, pierdes el sentido del equilibrio y de la aportación positiva de soluciones. Las decisiones se siguen tomando fuera de los focos, a pesar de las apreturas dialécticas de los líderes y, al final, el tiempo pone a cada cual en su sitio. Nadie recordará tal o cual exabrupto de Feijóo y sus aspirantes a ministro cuando llegue la hora de tomar decisiones de Estado que verdaderamente supongan un mensaje de sacrificio a los españoles. Y no les quepa la menor duda de que vendrán. El problema es que el PP sabe que el perfil internacional de su presidente sigue siendo de muy bajo nivel y, por mucho que le arropen sus eurodiputados en sus visitas comunitarias, aún le queda mucho para alcanzar el reconocimiento que anteriores líderes de la oposición se ganaron antes de convertirse en presidentes del Gobierno. No es solo que no se maneje en inglés o francés o se mantenga el recuerdo de fotografías marineras de antaño; es que allí, en Bruselas o en Estrasburgo, no sirven solo los mensajes internos. Hay que dotarlos de peso y credibilidad, aunque no sean titulares en España, pero sí que contribuyan a construir una imagen de hombre de Estado del que, por ahora, carece el líder popular. Temas como el futuro del Sáhara deberían estar en la cartera europea, de modo que España enviara, fuera de los focos, un cierto mensaje de coherencia y acuerdo básico entre los dos principales partidos. Porque realmente existe. ¿Alguien duda de que el actual acuerdo de 2022 no seguirá adelante si el PP gana las Elecciones Generales? ¿Cómo explicaría el presidente Feijóo al aliado marroquí su cambio de postura y cómo evitaría su previsible respuesta? ¿Qué le dirían, siempre fuera de foco, sus aliados alemanes o qué mensajes le llegarían de la Embajada de EEUU? Hay otros aspectos de la política exterior en que PSOE y PP están forzados al acuerdo. El gasto en Defensa, por ejemplo y...
Ya sé que están de moda, pero no hay que olvidar que las gruesas palabras del presidente Trump, tirando contra todo lo que se mueve, van dirigidas a sus electores exclusivamente. Poco le importan los europeos que le escuchamos y sus amenazas de que, como seamos malos y no nos gastemos la pasta en su industria militar, le dirá a Putin que nos invada. Son declaraciones de consumo interno y así hay que verlas siempre. Es lo que se lleva ahora. Igual que en España, donde el líder Feijóo da lecciones diarias de política exterior como si no hubiera un mañana, seguro de que las hemerotecas le absolverán cuando llegue el momento. Es puro teatro para cabeceras amigas y emisoras fast food con mensajes dirigidos a la parroquia habitual, que necesita su dosis diaria de dardo envenenado contra el presidente Sánchez. Probablemente gracias al empuje y el miedo a VOX a esto se reduce la política informativa actual de los populares. El problema es que cuando acabas forjando tu discurso a partir de la negación constante, pierdes el sentido del equilibrio y de la aportación positiva de soluciones. Las decisiones se siguen tomando fuera de los focos, a pesar de las apreturas dialécticas de los líderes y, al final, el tiempo pone a cada cual en su sitio. Nadie recordará tal o cual exabrupto de Feijóo y sus aspirantes a ministro cuando llegue la hora de tomar decisiones de Estado que verdaderamente supongan un mensaje de sacrificio a los españoles. Y no les quepa la menor duda de que vendrán. El problema es que el PP sabe que el perfil internacional de su presidente sigue siendo de muy bajo nivel y, por mucho que le arropen sus eurodiputados en sus visitas comunitarias, aún le queda mucho para alcanzar el reconocimiento que anteriores líderes de la oposición se ganaron antes de convertirse en presidentes del Gobierno. No es solo que no se maneje en inglés o francés o se mantenga el recuerdo de fotografías marineras de antaño; es que allí, en Bruselas o en Estrasburgo, no sirven solo los mensajes internos. Hay que dotarlos de peso y credibilidad, aunque no sean titulares en España, pero sí que contribuyan a construir una imagen de hombre de Estado del que, por ahora, carece el líder popular. Temas como el futuro del Sáhara deberían estar en la cartera europea, de modo que España enviara, fuera de los focos, un cierto mensaje de coherencia y acuerdo básico entre los dos principales partidos. Porque realmente existe. ¿Alguien duda de que el actual acuerdo de 2022 no seguirá adelante si el PP gana las Elecciones Generales? ¿Cómo explicaría el presidente Feijóo al aliado marroquí su cambio de postura y cómo evitaría su previsible respuesta? ¿Qué le dirían, siempre fuera de foco, sus aliados alemanes o qué mensajes le llegarían de la Embajada de EEUU? Hay otros aspectos de la política exterior en que PSOE y PP están forzados al acuerdo. El gasto en Defensa, por ejemplo y...
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