Este Madrid
La gente siguiendo las noticias alrededor de un transistor a pilas puesto en la calle durante el apagón es un momento de magia que me lleva de nuevo hasta el Madrid que yo viví, un Madrid que no dejaba de ser una mierda, como cantaban los Leño La canción de Leño fue compuesta hace la tira de años, en tiempos de la Transición, cuando los ponchos, los botos camperos y las consignas rompían las calles. Ya va para medio siglo de todo aquello, pero eso no quita para que la canción de Leño siga vigente. Primavera de 1979; el grupo Leño se marcó un disco que terminaría convirtiéndose en pieza clave del imaginario de la época. La estampa de tres tíos con pintas jipiosas y zapatillas John Smith forma ya parte de nuestra memoria sentimental. Canciones como El oportunista, El Tren o la que hoy nos trae hasta aquí: Este Madrid, fueron coreadas en sus conciertos por todas las gargantas en una. Siempre dije que Rosendo cantaba en playback. Nunca un grupo musical de nuestro país tuvo gente tan fiel ¡Qué afición! Pero, a lo que voy, que en estos días de agujeros en la tapa del recuerdo, los gusanos han hecho de las suyas y las bolsas de basura amontonadas en las calles con las ratas hincando el diente me han devuelto a los tiempos de la canción de Leño, con ese estribillo que dice que Madrid es una mierda que ni las ratas pueden vivir; todo un himno para la gente de Madrid, pues, si algo nos caracteriza a los madrileños es lo poco nacionalistas que somos. Tanto es así que una canción como esta se convierte en un cántico de orgullo; Madrid es una mierda por mucho que digan y que quieran limpiarla, que no es el caso tal y como estamos viendo. Porque a las instituciones municipales no les interesa que la cosa mejore y por eso van y aportan más y más mierda siempre que les cuadra. Cuando escribo esto, las ratas asoman sus bigotes a la noche y se pasean por todo Madrid con barra libre de basuras. La huelga acabó hace unos días, pero es lo que hay. Con todo y con eso también hay otras imágenes, como la del otro día, cuando lo del apagón, con la gente siguiendo las noticias alrededor de un transistor a pilas puesto en la calle. Un momento de magia que me lleva de nuevo hasta el Madrid que yo viví, un Madrid que no dejaba de ser una mierda, como cantaban los Leño, pero donde brotaban escenas de magia vecinal. Entonces yo calzaba mis zapatillas John Smith, escuchaba al Mariskal Romero por radio y leía El retorno de los brujos, el libro de Louis Pauwels y Jacques Bergier donde aparecía la ley de la destrucción que dice algo así como que, a mayor tecnología, más fácil resulta que una civilización se colapse o, incluso, desaparezca por culpa de dicha tecnología. Pensándolo bien, si desaparecemos tampoco se perdería gran cosa. Nuestros cadáveres servirían de sustento a las ratas. Y por lo que se sabe, empezarían por la lengua; un verdadero manjar para ellas.

La gente siguiendo las noticias alrededor de un transistor a pilas puesto en la calle durante el apagón es un momento de magia que me lleva de nuevo hasta el Madrid que yo viví, un Madrid que no dejaba de ser una mierda, como cantaban los Leño
La canción de Leño fue compuesta hace la tira de años, en tiempos de la Transición, cuando los ponchos, los botos camperos y las consignas rompían las calles. Ya va para medio siglo de todo aquello, pero eso no quita para que la canción de Leño siga vigente.
Primavera de 1979; el grupo Leño se marcó un disco que terminaría convirtiéndose en pieza clave del imaginario de la época. La estampa de tres tíos con pintas jipiosas y zapatillas John Smith forma ya parte de nuestra memoria sentimental. Canciones como El oportunista, El Tren o la que hoy nos trae hasta aquí: Este Madrid, fueron coreadas en sus conciertos por todas las gargantas en una. Siempre dije que Rosendo cantaba en playback. Nunca un grupo musical de nuestro país tuvo gente tan fiel ¡Qué afición!
Pero, a lo que voy, que en estos días de agujeros en la tapa del recuerdo, los gusanos han hecho de las suyas y las bolsas de basura amontonadas en las calles con las ratas hincando el diente me han devuelto a los tiempos de la canción de Leño, con ese estribillo que dice que Madrid es una mierda que ni las ratas pueden vivir; todo un himno para la gente de Madrid, pues, si algo nos caracteriza a los madrileños es lo poco nacionalistas que somos.
Tanto es así que una canción como esta se convierte en un cántico de orgullo; Madrid es una mierda por mucho que digan y que quieran limpiarla, que no es el caso tal y como estamos viendo. Porque a las instituciones municipales no les interesa que la cosa mejore y por eso van y aportan más y más mierda siempre que les cuadra. Cuando escribo esto, las ratas asoman sus bigotes a la noche y se pasean por todo Madrid con barra libre de basuras. La huelga acabó hace unos días, pero es lo que hay.
Con todo y con eso también hay otras imágenes, como la del otro día, cuando lo del apagón, con la gente siguiendo las noticias alrededor de un transistor a pilas puesto en la calle. Un momento de magia que me lleva de nuevo hasta el Madrid que yo viví, un Madrid que no dejaba de ser una mierda, como cantaban los Leño, pero donde brotaban escenas de magia vecinal. Entonces yo calzaba mis zapatillas John Smith, escuchaba al Mariskal Romero por radio y leía El retorno de los brujos, el libro de Louis Pauwels y Jacques Bergier donde aparecía la ley de la destrucción que dice algo así como que, a mayor tecnología, más fácil resulta que una civilización se colapse o, incluso, desaparezca por culpa de dicha tecnología.
Pensándolo bien, si desaparecemos tampoco se perdería gran cosa. Nuestros cadáveres servirían de sustento a las ratas. Y por lo que se sabe, empezarían por la lengua; un verdadero manjar para ellas.