Hace unos años, en la Feria ARCO, un artista presentó un 'ninot' gigante de Felipe VI al que cada media hora rociaba con la colonia habitual del monarca. Muchos líderes intentan dejar a su alrededor un rastro sensorial a través de una determinada fragancia; Kennedy encargaba decenas de frascos de Eigth & Bob; Churchill usaba una de marca especial, Tabarone, fabricada para él con notas de tabaco afrutadas; Thatcher olía a Penhaligon; Stalin a Troinói, una esencia que Napoleón llevó a Rusia desde Francia, y un perfumista español, el conde de San Jorge, llegó a crear una línea propia para Barack Obama. El historiador alemán Karl Schlogel relató en un ensayo memorable, 'El aroma de los imperios', cómo dos emigrantes...
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