Y ahora qué, nos preguntábamos ayer al rayar el alba los sevillanos. Al vernos, como todos los años, ante este tradicional socavón en el espíritu, a la espera de que Los Remedios terminen de darle forma al dilema del segundo envite de la primavera. Empezábamos las cuentas para encarar la siguiente meta, nos endulzábamos la paciencia, cuando las campanas de nuestro faro empezaron a tocar a duelo, doblando en llantos de bronce. La Giralda nos arrancaba a la fuerza del ensimismamiento y nos escupía del sueño de su vientre, que es la sauna de promesas de nuestro ombligo. Horas después de que resucitara Jesús, había muerto el Papa Francisco. Sonaba a profecía, a las divinas casualidades que solo florecen en...
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