Dormir bien es salud: lo que no sabías sobre el sueño y por qué deberías tomártelo en serio
Dormir mal no es solo una molestia ocasional: puede ser el aviso de que algo no va bien. En España, más del 30% de la población adulta reconoce tener problemas para dormir de forma habitual, y muchos no le dan importancia hasta que el cansancio interfiere en su vida diaria. Pero detrás del insomnio recurrente o del sueño de mala calidad se esconde, a menudo, una amenaza más profunda para la salud física y mental. El sueño, ese proceso biológico al que apenas dedicamos atención, es en realidad un pilar fundamental del bienestar. Dormir bien no solo nos permite rendir al día siguiente: también regula nuestras hormonas, fortalece nuestro sistema inmunológico y protege nuestra salud cerebral. Cuando el sueño falla, todo el cuerpo lo nota. Y aunque muchos creen que pueden "recuperar" el sueño perdido durante el fin de semana, lo cierto es que esa deuda no se salda tan fácilmente. ¿Dormimos realmente bien? La Dra. Blanca Patricia Díaz Montoya, jefa del Servicio de Neurofisiología Clínica del Hospital Universitario Infanta Elena, lo explica con claridad: "El sueño es un proceso fisiológico necesario para nuestro cuerpo; durante éste se regulan diferentes procesos a nivel hormonal, cardiovascular y neuronal, además de prepararnos para desarrollar las actividades durante el día". Durante la infancia y adolescencia, el cuerpo necesita dormir más para crecer y consolidar aprendizajes. Con los años, las horas de sueño se reducen de forma natural, pero eso no implica que se necesite dormir menos. De hecho, en la vejez es frecuente que el sueño se fragmente y que los despertares sean más frecuentes, aunque muchas personas mayores compensan esa menor continuidad con siestas diurnas. Las necesidades de sueño, recuerda, no son iguales para todos. "Como cualquier otro proceso fisiológico, las necesidades de sueño varían de una persona a otra, incluso dentro de la misma persona pueden cambiar según la edad y la actividad que se haya realizado durante el día". En ese sentido, subraya: "Consideramos que un sueño es normal y reparador cuando te permite realizar adecuadamente las actividades del día siguiente". Las consecuencias de dormir mal (y no solo el cansancio) Uno de los errores más comunes es pensar que el sueño se puede recuperar. Según la doctora Díaz Montoya, "cuando una persona tiene una privación de sueño puede pensar que puede recuperar el sueño perdido durante la noche siguiente o durante el fin de semana. Sin embargo, esto no es así, ya que se acumula una deuda de sueño que no se puede recuperar". Esa privación, añade, no es inofensiva. "Tiene efectos negativos a corto plazo como irritabilidad, somnolencia diurna, cansancio, etc. y a largo plazo puede conducir a trastornos como ansiedad o depresión. También puede producir efectos negativos en el metabolismo de las grasas (obesidad), cáncer, problemas cardiovasculares, e incluso demencia tipo Alzheimer, entre otras". En cuanto a las siestas, la especialista recomienda prudencia: "Se recomienda hacerlas de máximo 20 minutos para que se pueda mantener una presión de sueño adecuada y que nos permita conciliar el sueño...
Dormir mal no es solo una molestia ocasional: puede ser el aviso de que algo no va bien. En España, más del 30% de la población adulta reconoce tener problemas para dormir de forma habitual, y muchos no le dan importancia hasta que el cansancio interfiere en su vida diaria. Pero detrás del insomnio recurrente o del sueño de mala calidad se esconde, a menudo, una amenaza más profunda para la salud física y mental. El sueño, ese proceso biológico al que apenas dedicamos atención, es en realidad un pilar fundamental del bienestar. Dormir bien no solo nos permite rendir al día siguiente: también regula nuestras hormonas, fortalece nuestro sistema inmunológico y protege nuestra salud cerebral. Cuando el sueño falla, todo el cuerpo lo nota. Y aunque muchos creen que pueden "recuperar" el sueño perdido durante el fin de semana, lo cierto es que esa deuda no se salda tan fácilmente. ¿Dormimos realmente bien? La Dra. Blanca Patricia Díaz Montoya, jefa del Servicio de Neurofisiología Clínica del Hospital Universitario Infanta Elena, lo explica con claridad: "El sueño es un proceso fisiológico necesario para nuestro cuerpo; durante éste se regulan diferentes procesos a nivel hormonal, cardiovascular y neuronal, además de prepararnos para desarrollar las actividades durante el día". Durante la infancia y adolescencia, el cuerpo necesita dormir más para crecer y consolidar aprendizajes. Con los años, las horas de sueño se reducen de forma natural, pero eso no implica que se necesite dormir menos. De hecho, en la vejez es frecuente que el sueño se fragmente y que los despertares sean más frecuentes, aunque muchas personas mayores compensan esa menor continuidad con siestas diurnas. Las necesidades de sueño, recuerda, no son iguales para todos. "Como cualquier otro proceso fisiológico, las necesidades de sueño varían de una persona a otra, incluso dentro de la misma persona pueden cambiar según la edad y la actividad que se haya realizado durante el día". En ese sentido, subraya: "Consideramos que un sueño es normal y reparador cuando te permite realizar adecuadamente las actividades del día siguiente". Las consecuencias de dormir mal (y no solo el cansancio) Uno de los errores más comunes es pensar que el sueño se puede recuperar. Según la doctora Díaz Montoya, "cuando una persona tiene una privación de sueño puede pensar que puede recuperar el sueño perdido durante la noche siguiente o durante el fin de semana. Sin embargo, esto no es así, ya que se acumula una deuda de sueño que no se puede recuperar". Esa privación, añade, no es inofensiva. "Tiene efectos negativos a corto plazo como irritabilidad, somnolencia diurna, cansancio, etc. y a largo plazo puede conducir a trastornos como ansiedad o depresión. También puede producir efectos negativos en el metabolismo de las grasas (obesidad), cáncer, problemas cardiovasculares, e incluso demencia tipo Alzheimer, entre otras". En cuanto a las siestas, la especialista recomienda prudencia: "Se recomienda hacerlas de máximo 20 minutos para que se pueda mantener una presión de sueño adecuada y que nos permita conciliar el sueño...
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