Donde la fe camina descalza: el latido sagrado de Cabra en su Semana de Pasión
Cuando marzo se apaga y abril comienza a desperezarse con su luz tibia, Cabra despierta distinta. El aire huele a azahar y cera caliente, y el cielo —a veces claro, a veces herido de nubes— parece inclinarse sobre las calles para contemplar el mismo milagro que, año tras año, se repite: una tradición que convierte al pueblo en plegaria viva. En el corazón de la Subbética, entre olivos y colinas, esta ciudad andaluza guarda uno de sus tesoros más antiguos. Desde el siglo XVI, con el nacimiento de las primeras cofradías (Vera Cruz, Nazareno, Soledad) se fue tejiendo una liturgia de belleza, fervor y memoria compartida. Paco Garrido, costalero, lo resume así: "La Semana Santa de Cabra tiene una ventaja sobre todas en Andalucía. El hecho de estar en el centro geográfico hace que tenga influencia en todos los ámbitos de las diferentes semanas santas de la comunidad." Aquí conviven tallas de distintas escuelas, estilos procesionales diversos y una gran implicación vecinal. "El tamaño de la Semana Santa de Cabra es infinitamente más manejable que el de una capital de provincia. Aquí lo tienes todo a mano y es muy fácil participar", añade. Antonio Moreno, pregonero de la Semana Santa de este año, coincide: "Quizá lo significativo de Cabra es lo plural y también el enorme peso que la vida cofrade tiene." Aquí no se contempla la Semana Santa: se vive. Se lleva en la piel, como un bordado antiguo, como una herencia que late en cada paso, en cada imagen que avanza entre el silencio y la emoción. Virgen del Socorro/ Virgen del Mayor Dolor. Imágenes propias. El pulso de un pueblo entero Domingo de Ramos. La Plaza Vieja se ilumina bajo un sol amable. Los niños agitan palmas nuevas y la Pollinita abre el camino. Un murmullo emocionado recorre las calles, creciendo hasta alcanzar la solemnidad del Viernes Santo. El Jueves, la Piedad camina entre sombras. Solo las saetas rompen el silencio con su canto desgarrado. El Viernes, el Santo Sepulcro, El Preso y Los Dolores tiñen de recogimiento cada rincón. Y los egabrenses, con paso íntimo, acompañan la historia del sacrificio que se renueva en cada mirada. En medio de esa devoción que trasciende lo visible, hay una hermandad joven que ha sabido conquistar el corazón de Cabra: la Hermandad y Cofradía Escolapia de Nuestro Padre Jesús Caído y María Santísima del Buen Fin. Fundada hace apenas 34 años, es una de las más recientes, pero también de las más numerosas: cuenta con 572 hermanos. Su crecimiento habla del presente, de una juventud cofrade que no solo hereda la tradición, sino que la impulsa. "Es una hermandad joven, pero que la hemos visto crecer. Aquí detrás hay un trabajo costoso y algo para que todo pueda funcionar bien. Es un no parar constante durante todo el año. No es solo la Semana Santa, ni muchísimo menos." - Ángela Torralbo, Hermana Mayor Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído y María Santísima del Buen Fin. Otros momentos, más íntimos...
Cuando marzo se apaga y abril comienza a desperezarse con su luz tibia, Cabra despierta distinta. El aire huele a azahar y cera caliente, y el cielo —a veces claro, a veces herido de nubes— parece inclinarse sobre las calles para contemplar el mismo milagro que, año tras año, se repite: una tradición que convierte al pueblo en plegaria viva. En el corazón de la Subbética, entre olivos y colinas, esta ciudad andaluza guarda uno de sus tesoros más antiguos. Desde el siglo XVI, con el nacimiento de las primeras cofradías (Vera Cruz, Nazareno, Soledad) se fue tejiendo una liturgia de belleza, fervor y memoria compartida. Paco Garrido, costalero, lo resume así: "La Semana Santa de Cabra tiene una ventaja sobre todas en Andalucía. El hecho de estar en el centro geográfico hace que tenga influencia en todos los ámbitos de las diferentes semanas santas de la comunidad." Aquí conviven tallas de distintas escuelas, estilos procesionales diversos y una gran implicación vecinal. "El tamaño de la Semana Santa de Cabra es infinitamente más manejable que el de una capital de provincia. Aquí lo tienes todo a mano y es muy fácil participar", añade. Antonio Moreno, pregonero de la Semana Santa de este año, coincide: "Quizá lo significativo de Cabra es lo plural y también el enorme peso que la vida cofrade tiene." Aquí no se contempla la Semana Santa: se vive. Se lleva en la piel, como un bordado antiguo, como una herencia que late en cada paso, en cada imagen que avanza entre el silencio y la emoción. Virgen del Socorro/ Virgen del Mayor Dolor. Imágenes propias. El pulso de un pueblo entero Domingo de Ramos. La Plaza Vieja se ilumina bajo un sol amable. Los niños agitan palmas nuevas y la Pollinita abre el camino. Un murmullo emocionado recorre las calles, creciendo hasta alcanzar la solemnidad del Viernes Santo. El Jueves, la Piedad camina entre sombras. Solo las saetas rompen el silencio con su canto desgarrado. El Viernes, el Santo Sepulcro, El Preso y Los Dolores tiñen de recogimiento cada rincón. Y los egabrenses, con paso íntimo, acompañan la historia del sacrificio que se renueva en cada mirada. En medio de esa devoción que trasciende lo visible, hay una hermandad joven que ha sabido conquistar el corazón de Cabra: la Hermandad y Cofradía Escolapia de Nuestro Padre Jesús Caído y María Santísima del Buen Fin. Fundada hace apenas 34 años, es una de las más recientes, pero también de las más numerosas: cuenta con 572 hermanos. Su crecimiento habla del presente, de una juventud cofrade que no solo hereda la tradición, sino que la impulsa. "Es una hermandad joven, pero que la hemos visto crecer. Aquí detrás hay un trabajo costoso y algo para que todo pueda funcionar bien. Es un no parar constante durante todo el año. No es solo la Semana Santa, ni muchísimo menos." - Ángela Torralbo, Hermana Mayor Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído y María Santísima del Buen Fin. Otros momentos, más íntimos...
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