¿Debe prohibirse la música que enaltece la narcocultura?
Presidenta Sheinbaum, esta es una gran oportunidad para deslindarse, con claridad y determinación, de las decisiones permisivas hacia la delincuencia organizada que marcaron el sexenio anterior.

En los últimos meses, el tema de la prohibición de ciertos géneros musicales que hacen apología a la cultura del narcotráfico ha estado en el centro del debate público. Esta discusión nos lleva, sin duda, a este Debate Puntual, que abordamos con la seriedad que merece.
Durante mucho tiempo, la ciudadanía ha cuestionado la nula intervención del Estado en asuntos clave, particularmente en lo relacionado con la inseguridad ligada al narcotráfico. Es cierto que el sexenio anterior, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, se caracterizó por una política de gran permisividad hacia las organizaciones criminales. En contraste, el gobierno entrante de la presidenta Claudia Sheinbaum, presionado por el expresidente Donald Trump, se vio forzado a actuar con mayor firmeza. A raíz de esta situación, se reavivó el debate sobre la injerencia internacional, especialmente tras el uso del término “terrorismo” por parte de Trump al referirse a los miembros de los cárteles del narcotráfico. Posteriormente, en un esquema poco convencional, el gobierno de México entregó a 29 narcotraficantes a las autoridades estadounidenses, además de reforzar la frontera norte con elementos de la Gendarmería.
En semanas recientes, varios gobiernos estatales y municipales han emitido declaraciones e incluso reformado sus leyes constitucionales para promover la prohibición, en espacios públicos y de esparcimiento, de presentaciones de artistas cuyos géneros musicales —como la música de banda, los corridos y los llamados corridos tumbados— promueven o enaltecen la cultura del narcotráfico. No obstante, la presidenta Sheinbaum no se ha pronunciado de manera clara y contundente a favor de dichas medidas, lo que nuevamente pone en entredicho la postura del Gobierno federal en un contexto tan sensible, donde los ciudadanos exigimos acciones firmes.
Se trata, sin duda, de un tema controversial en términos de libertades individuales. Cada ciudadano es libre de escuchar y disfrutar el género musical que prefiera; sin embargo, hoy en nuestro país atravesamos un momento crítico que exige incluso los más mínimos gestos de civilidad para cambiar el rumbo de la inseguridad. Tristemente, la narcocultura ha ganado terreno en la sociedad, como lo demuestra la música que glorifica sus actividades, su estilo de vida, su vestimenta, sus vehículos, sus espacios de convivencia y, aún más preocupante, su creciente influencia en diversas áreas de la administración pública.
La pregunta es clara: ¿Queremos que nuestros niños —el futuro de nuestra nación— crezcan con ese culto a la delincuencia? ¿Es mejor ser narcotraficante que estudiar y esforzarse para encontrar mejores oportunidades? ¿Tiene validez el dicho popular que afirma: “más vale unos días de rico que años de pobre”? Estas son preguntas duras, pero necesarias en el México actual, donde las respuestas no son sencillas. Por ello, insisto: debemos aprovechar cada oportunidad para frenar esta tendencia. Estoy totalmente de acuerdo en que se generalice la prohibición de este tipo de contenidos, y desde mi perspectiva, el Gobierno federal debería ser enfático en respaldarla.
Este artículo no pretende debatir si existen las condiciones adecuadas para una buena educación —sabemos que no las hay, y que superar las adversidades no es sencillo—, pero en un Estado rebasado por la inseguridad, lo peor que podemos hacer es fomentarla a través de la glorificación del crimen organizado en la cultura popular. Por el contrario, debemos construir, sobre bases sólidas, una ciudadanía fundada en valores, esfuerzo, trabajo y honor.
Presidenta Sheinbaum, esta es una gran oportunidad para deslindarse, con claridad y determinación, de las decisiones permisivas hacia la delincuencia organizada que marcaron el sexenio anterior. Es momento de dar un paso firme hacia adelante, de tomar la batuta y actuar en defensa de un país que hoy exige valentía, liderazgo y compromiso con todos los mexicanos.