Cuando ellos se van…

La muerte es un proceso natural de la vida. Cuando viene hay que aceptarla. Algunos pensadores creen que, de hecho, sin ella este paso por el mundo no tendría sentido. Viviríamos sin prisa, y eso depararía un aburrimiento constante de difícil digestión. Ahora bien, requiere de un duelo que se hace más fácil o difícil de superar en función del afecto y el sentimiento de conexión con la persona fallecida. Tiempo, paciencia y aceptación. Nunca viene bien que llegue ese momento, pero tiene que llegar.

Ahora bien, la cuestión es diferente cuando el afectado es una mascota. Lógicamente un ser humano está por encima de cualquier otra especie, pero lo cierto es que cuando un animal con el que convivimos, que forma parte de nuestra familia, al que hemos educado y alimentado, se va, el cerebro encuentra una vía extraña a la que enfrentarse. Con cada mascota el vínculo es diferente, solamente ese animal y tú sabéis lo que habéis experimentado. Nadie puede ayudarte a superar esa pérdida porque no sabes ni cómo llegar a explicarlo. Lo cierto es que viven pocos años, y muchas veces aparece un sentimiento de culpa por no haber disfrutado todo lo necesario de los mismos, a consecuencia de la rutina.

Por suerte, hoy en día cada vez la sociedad acepta más y mejor que una persona esté afrontando un duelo por otro ser vivo que no es un humano. Antaño era difícil de comprender, pero en la actualidad dos personas que han pasado por esa situación consiguen entenderse y empatizar con una simple mirada. Los perros, gatos, y demás mascotas son parte fundamental de muchas familias; y su ausencia se lleva como una más de la misma. El tiempo consigue hacer ver las situaciones con una mejor perspectiva y quedarse con los buenos momentos, sin evitaciones ni miedos. Solo así se puede abrir la puerta a un nuevo miembro peludo en el hogar. Hay muchas mascotas deseando formar parte de cada uno de nosotros.