Cuando "el piso de la abuela" es la única salida para independizarse: "Los jóvenes solo nos podemos emancipar de carambola"
Solo el 14,8% de la juventud española vive fuera del hogar familiar en 2024, el peor dato desde 2006.

"Siempre decimos que si no hubiéramos tenido esta oportunidad hubiera sido imposible irnos a vivir juntos. No estábamos dispuestos a gastar un dineral en un alquiler". Así lo cuenta Sonia, una enfermera barcelonesa de 24 años. El factor suerte ha sido lo que les ha empujado, a ella y a su pareja, a tomar la decisión de emanciparse. "El piso es de la abuela de mi novio", explica, "estaba alquilado a tres estudiantes". Se les presentó esta opción tras un año de búsqueda.
"Es verdad que cada vez que entras en una aplicación para ver la oferta te decepcionas más, parecía imposible", relata. Su novio David, de 25 años, vivía en Mallorca y cuando volvió se pusieron a buscar piso en Barcelona. Sin obsesionarse, "porque evidentemente la situación es la que es". Buscaban entre aplicaciones y plataformas y les resultaba muy difícil encontrar un hogar en condiciones. "Quizás sería posible pero viviendo después una vida totalmente precaria", asegura ella.
Otro caso parecido es el de Ona, periodista de 26 años, independizada hace cerca de dos años. Su abuela falleció en abril de 2023 y en ese momento ella vivía con sus padres. Su madre puso el piso en alquiler y lo arrendó a unos inquilinos. Fue en diciembre de ese mismo año cuando se fue de casa y entró en un piso en el barrio barcelonés de Gràcia, que compartía con otras tres personas. "Lo que hizo que me fuera de allí era el ruido de la calle, no podía dormir, y pedí a mi madre si podía dejarme vivir en el piso de mi abuela".
Ahora, en el piso de su abuela, puede vivir sola. Aunque para alquilar en solitario, una persona joven debería destinar más del 100% de su salario neto actual, según informa el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España. Y el precio de alquiler ha batido el récord: 1.072 euros al mes.
En Cataluña, al igual que en muchas otras zonas de España, la mayoría de jóvenes no pueden emanciparse hasta los 30 años, aproximadamente. "Hay dos elementos clave que lo explican: sueldos bajos e inestabilidad laboral y precios de alquiler y compra muy altos", explica Jordi Mir, profesor de Humanidades de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
"Hay dos elementos clave que lo explican: sueldos bajos e inestabilidad laboral y precios de alquiler y compra muy altos"
Mir, que también es filósofo, asegura que hacen falta medidas para evitar que "la voluntad de maximizar beneficios penalice de esta manera". Ya hay países donde no se permite comprar vivienda si no es para vivir, algo que "puede limitar mucho la compra especulativa", concluye.
Pedir a los inquilinos que abandonen el piso familiar
Cuando el propietario necesita la vivienda para uno mismo o para un familiar directo puede pedir a los inquilinos que abandonen el inmueble. La Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) establece dos meses de plazo para que los arrendatarios puedan buscar un nuevo piso. Este derecho se aplica una vez transcurrido el primer año de contrato. "Pasaron tres meses para que pudieran hacer la mudanza", narra Ona. "Fue un lío porque una temporada volví a casa de mis padres y tenía los muebles en un trastero".
"El problema es que esto no es la norma general, los jóvenes nos podemos emancipar de carambola", explica Edu, politólogo de 25 años. Residente en La Garriga, cuenta que en el municipio -situado a unos 35 kilómetros de Barcelona- la oferta no baja de los 1.000 euros "por un piso que es una jaula". "Tuve la enorme suerte de conseguir uno de los pisos que se alquilaban a 450 euros al mes", agradece.
Su prima quería mudarse con su pareja a un piso para dos, en la misma localidad, hasta que lo encontraron. "Yo ya le había dicho que si se iba algún día me avisara, sabía que era una oportunidad única". Edu estuvo mirando distintas opciones antes de toparse con la fortuna, y ahora puede vivir solo por un precio asequible. "Lo que pago yo por un piso en La Garriga es lo que paga una persona por una habitación en Barcelona".
Laia, la pareja de Guillem, de 25 años, tampoco es de Barcelona y siempre ha tenido que compartir piso. Les llegó la oportunidad cuando el abuelo de él tuvo que dejar su piso para ingresar en una residencia geriátrica porque ya no podía vivir solo. "Si dejamos su piso el precio será desorbitado, imposible de asumir para los jóvenes. Y mucho menos solos, hay que compartir siempre".
Inestabilidad laboral y precios elevados
Pol y Clara, periodista y diseñadora gráfica, ambos de 25 años, se van a mudar en mayo a un piso de la familia de Clara, donde antes vivían. "Hace años que viven fuera de Barcelona aunque han podido mantener el piso y cuando ha estado disponible hemos podido entrar nosotros". Entrarán con otros dos amigos con los que tienen mucha afinidad y que también estaban interesados en independizarse: "Pagaremos un precio muy por debajo del precio de mercado y con la ventaja que supone que sea un piso familiar".
Tampoco ellos hubieran decidido dar el paso sin aparecer esta oportunidad. "Siendo realistas si no hubiéramos tenido esta opción no estaríamos pudiendo irnos de casa, por los trabajos que tenemos y por la situación del mercado de vivienda ahora mismo".
Desde el Sindicat de Llogateres, su portavoz Enric Aragonès, defiende que la vivienda tiene que dejar de ser un negocio. "Esto empieza por regular el precio de alquiler para tener contratos que den estabilidad. Hay que acabar con otros usos como el alquiler de temporada o el alquiler turístico, y prohibir las operaciones especulativas". Asegura que este conflicto se refleja de esta manera concreta impidiendo que los jóvenes puedan independizarse, "aunque afecta a todas las edades".
"Eso seguro que vosotros no lo podréis superar"
Además de las dificultades derivadas del estado actual del mercado de vivienda, la discriminación hacia los jóvenes y los universitarios par alquilar piso los conduce a una situación de desigualdad a la hora de poder acceder a una vivienda asequible.
Miquel y Claudia tenían 24 y 26 años respectivamente cuando empezaron a buscar piso. Con una relación de pareja ya afianzada, empezaron a mirar opciones en páginas como Idealista, Habitaclia y otras, sin suerte.
En varias ocasiones se toparon con malas formas. Aun así decidieron mirar un piso del que ya no podrían ser inquilinos. "Tan solo llegar nos dijeron: 'Acabamos de alquilarlo a una chica cuyo padre la ha avalado y cobra mucho dinero al mes. Eso seguro que vosotros no lo podréis superar'".
Hasta que un día dieron con una bonita casualidad. Los padres de él tenían alquilado un piso a una familia de tres en Hospitalet de Llobregat, en la periferia de Barcelona, y en poco tiempo se les terminaba el contrato. Antes de verano, los propietarios les notificaron y tuvieron tres meses para hacer la mudanza. En noviembre y después de malas experiencias con la búsqueda, pudieron entrar a vivir. No les importó no poder ver el piso antes.
Mir matiza que el derecho a vivienda y el derecho a la propiedad pueden coexistir "siempre y cuando no se confunda el derecho a la propiedad con hacer lo que se desee con tus propiedades, subiendo precios, expulsando inquilinos, etc". "Si la vivienda es un derecho se tiene que regular más de lo que está ahora", remata.
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