'Andor' vuelve a encender la chispa de la rebelión con una segunda temporada cocinada a fuego lento

Los tres primeros capítulos de la segunda temporada de la serie de 'Star Wars' son la síntesis de lo que viene: una escalada de tensión a fuego lento que narra cómo se arma ideológica y materialmente la revolución.

Abr 21, 2025 - 18:13
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'Andor' vuelve a encender la chispa de la rebelión con una segunda temporada cocinada a fuego lento

[Este artículo contiene algunos SPOILERS de 'ANDOR', temporada 2]

A mayor éxito, mayor expectativa. La primera temporada de Andor fue una sorpresa aplaudida por crítica y público, una serie que iba a contar la historia de un personaje secundario de Rogue One y que terminó significándose prácticamente como una reflexión sobre cómo operan las dictaduras y qué motiva las revoluciones. Un rotundo éxito para una saga cuyos vaivenes han generado una edad del cansancio en el fandom, y una paulatina pérdida de interés del espectador ocasional.

Eso es lo que recae sobre los hombros de Tony Gilroy. La segunda temporada de Andor no solo debe estar a la altura, sino que debe conducir la historia a las puertas de donde arranca el spin-off hasta la fecha mejor valorado de Star Wars. Las expectativas están por las nubes y, conscientes de ello, sus creadores han decidido fiarlo todo a un lento cocer de dichas expectativas. Lo que queremos ver llegará, pero por ahora las piezas encajan poco a poco.

Los tres primeros episodios, dirigidos por el australiano Ariel Kleiman –responsable de algunos de los capítulos de series de culto como Top of the Lake y Yellowjackets–, plantean un inicio que es síntesis de la temporada, que se estrenará en tandas de tres capítulos durante las próximas cuatro semanas. Esto es: una concatenación de acontecimientos aparentemente fortuitos que llevarán a una escalada de tensión sin precedentes en la política de la galaxia, y a un camino sin salida a su protagonista.

Andor ya no puede sorprender como lo hizo en su primera temporada, pero cumple con cerrar dignamente la historia del piloto del planeta Kenari.

Mátame o reclútame

“Mátame o reclútame”. Con estas contundentes palabras, Cassian Andor –Diego Luna– se unía oficialmente a la rebelión que pretendía organizar Luthen Rael –Stellan Skarsgård– al final de la primera temporada de Andor. La sonrisa que se le dibujaba en el rostro al comerciante de antigüedades daba por entendido que Cassian iba a ser un activo importante para el futuro de la contienda contra el Imperio. Era una sonrisa que le daba, socarronamente, la bienvenida a un camino de una sola dirección: el revolucionario.

La segunda temporada de Andor nos muestra a un abnegado soldado rebelde que ha asumido plenamente su rol, ha interiorizado cuál es su encaje en los planes de Luther. Infiltrado entre los imperiales y posteriormente capturado cuando creía haber completado su misión, el Cassian que vemos en esta tanda de episodios poco tiene que ver con el joven buscavidas que mató a dos guardias imperiales y se metió de lleno en un lío que le superaba. Ahora se muestra seguro en sus acciones, incluso cuando vienen mal dadas y parece que la muerte es la única salida.

Hasta en este inicio, sumamente lento, Tony Gilroy acierta delegando en las sutilezas del guion casi todo el peso de la acción dramáticamente relevante: Cassian Andor no forma parte de la rebelión por un convencimiento profundamente teórico de la causa, sino por una motivación emocional muy pura, y por tanto tan enérgica como voluble. Lo hace para proteger a quienes le importan. La muerte de Maarva que encendía la rebelión en el planeta Kenari aún no ha cicatrizado.

Por eso, el principal motor de sus acciones ahora no es acabar acabar con el Imperio, sino volver con Bix: una Adria Arjona relegada en este inicio a ser una simple dama en apuros, en uno de los pocos flecos del guion ciertamente desesperante. Mención aparte merece la repetición del cliché del Dead Lesbian Syndrome que llegará con los guiones firmados por Beau Willimon –responsable de House of Cards– más avanzada la temporada.

La nueva temporada de la serie de Tony Gilroy acierta guardando para las siguientes tandas de capítulos los conflictos interiores que la rebelión genera en quienes se le adhieren. Las dudas de Cassian y los traumas de Bix harán mella en su compromiso con la causa más pronto que tarde, pero su desarrollo está tan medido que eso solo los hará más humanos, más contradictorios, comprensibles y complejos. Como cualquier hijo de vecino, pues ser el héroe de la historia y luchar contra la opresión no te convierte automáticamente en ningún santo.

El conflicto de Ghorman

Mientras los conflictos emocionales del protagonista se cuecen a fuego lento, la macropolítica avanza a marchas forzadas en esta segunda temporada. Estos primeros tres capítulos ofrecen un importante avance para el personaje de Mon Mothma interpretado por Genevieve O'Reilly, que se mancha las manos por primera vez. Este personaje es esencial en la batalla de Endor que acaba con el Imperio en El retorno del Jedi, y por tanto es sumamente relevante para el futuro de la Rebelión.

Pero más relevante es, si cabe, cómo se planta la semilla del principal conflicto político de la temporada: la explotación de recursos del planeta Ghorman. Se trata de un planeta fundamentalmente dedicado al textil, por ser el hábitat de una especie de araña única en la galaxia. La necesidad de combatir la opresión de sus habitantes es un reflejo poco disimulado –y por ello tan estimulante–, del ludismo, el movimiento de artesanos ingleses que llevó a la quema de telares en el siglo XIX y sintetizó, para la historia, el odio a las máquinas.

En Ghorman vemos, de forma descarnada, cómo opera el imperialismo. El dominio sobre otros planetas se ejerce desde la fuerza militar, el músculo, pero se extiende entre la población a través del miedo, el corazón. La extracción de minerales encubierta que lleva a cabo el Imperio en este planeta tiene una vertiente simbólica: solo minando la autoestima de un pueblo puedes someterlo.

Una trama que nos devuelve a las palabras del manifiesto de Nemik: "La necesidad de control del Imperio es tan acuciante porque es antinatural. La tiranía exige un esfuerzo constante", decía. "Sabed que algún día todas estas batallas y escaramuzas sobrepasarán el control del imperio, y entonces los desbordarán. Bastará un solo gesto para romper el asedio. Recuérdalo. Inténtalo".

El joven rebelde que interpretaba Alex Lawther describía así el espíritu de la serie de Tony Gilroy, que contraviene el mandamiento del maestro Yoda – “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”–. Andor busca ese gesto que rompa el asedio y, aunque le cueste la vida, lo intentará.

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