CUANDO llega la Semana Santa al sevillano le nace la codicia del espacio y el tiempo. La calle se convierte en un bien privado del que se apropia uno como el que pone una pica en Flandes. El sevillano se siente intocable y marca las normas de posesión del entorno en el que ha instalado. Aquí están representados desde el que llega con siete horas de antelación en un lugar muy concreto y el cicatero que se coloca delante de los que allí aguardan porque ha decidido quitarse de delante del paso y quiere el mejor sitio para él por encima del resto. Hay distintos tipos de propietarios del callejero cofrade. Por ejemplo, están los padres que cogen a sus...
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