Contra la 'disneyficación', las Fallas
No sé si le he contado a usted, querido lector, que soy de Madrid. Y que llevo más de 20 años en Valencia, donde se puede afirmar que he echado raíces,...

No sé si le he contado a usted, querido lector, que soy de Madrid. Y que llevo más de 20 años en Valencia, donde se puede afirmar que he echado raíces, como tantos otros que procedentes de distintos lugares de España o del mundo han sido acogidos por esta tierra.
Cuando Valencia me abrió sus brazos se estaba engalanando para ser sede de la Copa de América. Uno de los hitos que, junto a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, los jardines del Turia, IVAM, MuVIM, nueva sede de la Feria, etc., dinamizaron la ciudad y la sacaron de los años grises anteriores, donde solo parecían brillar internacionalmente Sevilla y Barcelona.
Aquella época nos dejó otra Valencia, de cuyos excesos, porque los hubo, surgió una nueva, interesada en que fuera más "pueblerina", con perdón, o más cercana a sus vecinos y más habitable, según se mire. Esa nueva Valencia también pasó y dejó huella, y es bien seguro que volverá, como tantas otras Valencias, que van y vienen en esa rueda de hámster que es el tiempo.
Fruto de todas tenemos la actual, cuyo centro tiene que mantener un difícil equilibrio entre la necesidad de asegurar los ingresos que nos traen los turistas, y que no falten, y los riesgos de que deje de ser vecinal y acabe 'disneyficada'. Porque la 'disneyficación', según el comunicador Peter K. Fallon o el sociólogo Alan Bryman, es una tendencia por la que un lugar pierde su carácter original para acabar siendo una especie de parque temático.
Por suerte, Valencia tiene algo excepcional que hace que la tradición y costumbres de sus vecinos convivan con el espíritu de los tiempos: las Fallas. Aunque este año vienen pasadas por agua y con el triste recuerdo por las víctimas de la riada, de nuevo la fiesta de los valencianos toma las calles y sirve de nexo entre el pasado y el presente.