¿Apagón? ¿Qué apagón?
De momento, Beatriz Corredor se queda. Su prematuro cese pondría en evidencia que quien cometió una imperdonable negligencia fue el que la nombró

Una de las máximas más repetidas en otros tiempos, hoy algo en desuso, es esa que dice que de bien nacidos es ser agradecidos. Recurro a ella porque tras meditar sobre lo ocurrido desde que el lunes nos fuimos a negro, he llegado a la conclusión de que nunca agradeceremos lo bastante a Pedro Sánchez su extraordinaria contribución al mejor conocimiento de las más variadas materias por parte de los españoles.
Son tantas las virtudes que adornan la gestión del presidente que hasta ahora no habíamos reparado, al menos yo, en la que quizá sea la que más reconforta a los gobernados: su tenaz empeño en ilustrarnos, a nosotros, humildes y desinformados ciudadanos de a pie, sobre asuntos complejos, contribuyendo así a la consolidación de una sociedad mucho más resiliente.
La vocación pedagógica de Sánchez siempre ha estado ahí, pero no ha sido suficientemente reconocida. Hasta ahora. Hasta el apagón. Nos quedamos a oscuras y entonces vimos la luz. Fue entonces, cuando el presidente del Gobierno salió a decirnos que no descartaba que la causa del blockout eléctrico fuera una conspiración de las derechas turboliberales y los hackers putinianos, el momento preciso en el que caímos en la cuenta de la enorme aportación de Sánchez a la mejora de la cultura general de los españolitos.
No lo supimos ver en su momento, pero pasó con el Covid, ha pasado y pasa con la reinterpretación de normas legales para la mejora de la convivencia (es decir, de Puigdemont), con las consecuencias de la crisis de energía provocada por la guerra en Ucrania y con tantos otros asuntos en los que la maquinaria educacional de Moncloa se empeñó en sacar a los españoles del pozo de ignorancia en el que estábamos sumergidos.
El sectarismo de Corredor, suficientemente acreditado en anteriores destinos, es incompatible con la puesta en marcha de cualquier plan que, como en otros casos, no sea el de la sumisión a los intereses políticos de quien te ha colocado donde estás
Sánchez ha sido tan insistente y fértil en la fabricación de imaginativos relatos que descargaban en otros toda responsabilidad que, sin apenas darnos cuenta, expertos en las más variadas materias, periodistas y otras gentes de oscuras intenciones, han acabado por incorporar a su rutina, de forma natural, la tarea de desmontar las mendacidades manufacturadas por el equipo de ficción presidencial.
Por todo ello, hoy somos expertos en de virus, sediciones, gases y petróleos, y nos disponemos a hacer un cursillo acelerado sobre vatios, fuentes asíncronas y generación firme, asuntos sobre los que acabaremos sabiendo mucho más que nuestros amigos europeos. Gracias a Sánchez. Gracias a que lo que en estos años ha logrado es que nunca nos creamos su primera versión de los hechos. Ni a menudo las siguientes. Y hayamos asumido como ordinaria tarea el contraste de sus afirmaciones con la verdad. También en esta ocasión.
El apagón ha vuelto a evidenciar la automatización de la arraigada costumbre monclovita de activar, como primera medida y ante cualquier contratiempo, la búsqueda de responsables ajenos a la gestión del Gobierno. El Gabinete de Ficción aconsejó esta vez que se diera pábulo a la hipótesis del ciberataque. Era la más conveniente para ganar tiempo y alimentar el relato de la victimización del Ejecutivo.
Además, y esto sí que es brillante, la tesis del ciberataque respaldaba el empeño de Sánchez en defender ante la OTAN que cualquier inversión en seguridad informática se incluya como gasto en defensa. “En Europa temen que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, utilice el gran apagón que el lunes sufrieron España y Portugal para presionar a la OTAN y tratar de ampliar la definición del concepto de Defensa”, le llegaron a advertir fuentes diplomáticas al corresponsal de El Mundo en Bruselas.
El ’derecho a no ser engañados’
Hay que reconocerlo: el tipo tiene el desparpajo de los más notables personajes de la picaresca española. Pero va a ser que no. La resistencia a incrementar la contribución de España al presupuesto de la OTAN, y el intento de rentabilizar políticamente, y sin consenso con la UE, sus discrepancias con Israel y su acercamiento a China (Por cierto, esto es gravísimo: “España, el único gran país europeo que extradita a China a pesar de la ‘situación de violencia generalizada’ de sus cárceles”) o su inexplicable e inexplicada ausencia en los funerales del Papa, han llevado a mínimos su crédito internacional. El apagón, junto a la decisión portuguesa de desconectarse de nuestra red, ha sido la puntilla.
No hay ni un solo indicio de que la causa de lo ocurrido el lunes 28 de abril tenga que ver con un ciberataque. Ni de lejos. Los expertos coinciden en vincular el apagón a “los riesgos asociados a la transición rápida hacia renovables sin medidas de estabilización suficientes”. Es decir, a situar la ideología por encima de las realidades técnicas y económicas.
Esos mismos expertos aconsejan que la transición energética se haga con “un enfoque más pragmático que equilibre los compromisos climáticos con la viabilidad técnica” y “priorizar la inversión en infraestructuras y almacenamiento”. Lo que en definitiva proponen es un proyecto de país a más largo plazo. El proyecto que la presidenta de Red Eléctrica ni ha sabido ni querido poner en marcha.
El apagón ha vuelto a evidenciar la arraigada costumbre monclovita de activar como primera medida la búsqueda de responsables ajenos a la gestión del Gobierno. El Gabinete de Ficción aconsejó esta vez la hipótesis del ciberataque
El sectarismo de Beatriz Corredor, suficientemente acreditado en sus anteriores destinos, es incompatible con la puesta en marcha de cualquier plan que no sea el de la sumisión a los intereses políticos de quien te ha colocado donde estás. No habrá sido ella quien haya apretado el botón equivocado, pero sí la culpable de que hayamos asistido a algo tan tercermundista como la ausencia total de suministro eléctrico, durante diez horas, en la España del siglo XXI. Y con un coste de varios miles de millones de euros.
Si, como parece, el origen de la negligencia se acaba ubicando en Red Eléctrica, Corredor no puede seguir ni un minuto al frente de la compañía. Su continuidad sería un nuevo golpe a la imagen del país. Y, sin embargo, no es eso lo que en este preciso momento parece que vaya a ocurrir, sino todo lo contrario. Se está buscando una explicación sobre la que se pueda confeccionar el argumentario que justifique su permanencia, porque su prematuro cese pondría de manifiesto que quien cometió una imperdonable negligencia fue el mismo que, como en otros casos de ocupación de empresas e instituciones, se empeñó en su nombramiento.
Volvemos de este modo al principio; a la creación de un relato verosímil, pero falso, como mejor solución a los problemas. Esta es sin duda la gran aportación del sanchismo a la nueva política. Antonio Garrigues, insigne jurista, ha desarrollado una idea que debiera merecer mayor atención y desarrollo legal: el derecho a no ser engañado. Ha escrito Garrigues que “una sociedad basada en el engaño político persistente sufre repercusiones sociales profundamente dañinas”.
Ese es, y no tanto las pérdidas económicas, el que en el probable supuesto de que del episodio eléctrico no se derive ninguna responsabilidad política, acabe siendo el efecto más nocivo de un apagón que, a poco que nos descuidemos, acabarán desmintiendo que existió.