A FONDO | El auge del mascotismo de anfibios y su tráfico ilegal, que "no hace más que crecer"
La pérdida de hábitat, el cambio climático y el tráfico ilegal están acelerando su proceso de desaparición.

El tráfico ilegal de fauna silvestre es uno de los negocios ilícitos más lucrativos del mundo, con un impacto devastador en la conservación de muchas especies. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha identificado el tráfico de vida silvestre como una forma de crimen organizado transnacional. Operaciones internacionales como Thunder 2024, coordinada por la Interpol y la Organización Mundial de Aduanas y llevada a cabo durante noviembre y diciembre del año pasado, lograron incautar casi 20.000 animales vivos y arrestar a 365 personas vinculadas a redes de tráfico de fauna.
Sin embargo, a diferencia de los grandes mamíferos o las aves exóticas, los anfibios apenas reciben atención en los informes oficiales y en la cobertura mediática. A pesar de ello, estos animales se encuentran entre los más afectados por el comercio clandestino destinado a la posesión de mascotas exóticas, una práctica que amenaza su supervivencia y la estabilidad de los ecosistemas en los que habitan.
Su demanda ha crecido de manera constante en los últimos años y su reducido tamaño, sus hábitos discretos y la falta de estudios específicos han permitido que el tráfico ilegal crezca sin demasiada supervisión. “Resulta imposible conocer con precisión el volumen de ejemplares que existen en manos de particulares, aunque con seguridad es muy superior al que podría suponerse y, desde luego, está en auge y no hace más que crecer dentro y fuera de la legalidad”, explica Jaime Bosch, investigador del CSIC y miembro de la junta directiva de la Asociación Herpetológica Española (AHE).
Especies más afectadas
Como ocurre en otros grupos animales, el comercio ilegal se centra en aquellas especies más llamativas o raras. “Las especies más codiciadas son aquellas que presentan colores vistosos o comportamientos sofisticados, así como las que son difíciles de conseguir de manera legal”, detalla Jaime Bosch. Entre las especies más traficadas a nivel internacional se encuentran las ranas venenosas de la familia Dendrobatidae, las salamandras asiáticas (Tylototriton spp.), diversas especies de ranas arborícolas, como Agalychnis callidryas, y el popular ajolote (Ambystoma mexicanum).
En España, aunque el tráfico de anfibios no alcanza los niveles de otros países, varias especies autóctonas son víctimas de la recolección ilegal. Entre ellas se encuentran el tritón jaspeado (Triturus marmoratus), la rana de San Antón (Hyla molleri) y algunas subespecies ibéricas de salamandra común, como Salamandra salamandra bernardezi y Salamandra salamandra alfredschmidti. Estas especies son a menudo extraídas de su hábitat natural para abastecer el mercado de mascotas exóticas en Europa.
“Mientras que la mayoría de aves y mamíferos requieren mucho espacio y producen olores o ruidos que delatan su presencia, en un acuario de dimensiones moderadas se puede mantener una pequeña colonia de anfibios sin llamar la atención”, explica Jaime Bosch.
¿Cómo operan las redes de tráfico de anfibios?
El tráfico de anfibios se produce tanto a gran escala, mediante mafias organizadas, como a nivel particular. “Existen redes que sistemáticamente canalizan partidas de anfibios desde otros países, o incluso se ofrecen para capturar ejemplares valiosos por encargo”, nos responde el herpetólogo del CSIC. Según explica, estas organizaciones suelen modificar sus rutas en función de la presión policial: “La República Checa ha sido señalada como una de las principales puertas de entrada de ejemplares de dudosa procedencia en Europa, desde donde son distribuidos impunemente a otros países”. Un solo contrabandista puede transportar decenas o incluso cientos de anfibios en un equipaje de mano sin que sean detectados por las autoridades.
Sin embargo, no solo las grandes redes están detrás de este problema. “También hay muchos coleccionistas que capturan ellos mismos ilegalmente los animales en el medio natural, ya sea dentro de España o en otros países”, advierte.
Además, la identificación de especies por parte de los organismos de control es un desafío considerable. Existen miles de especies de anfibios, muchas de ellas con morfologías similares, lo que complica la tarea de los agentes encargados de aplicar la legislación. Esta falta de identificación precisa permite que los traficantes evadan las restricciones internacionales, etiquetando especies protegidas como si fueran variedades comunes y legales.
España: ¿país de tránsito o consumidor?
España tiene un papel dual en el tráfico ilegal de anfibios. Por un lado, es un país de tránsito, debido a su conexión con América Latina, una de las regiones con mayor biodiversidad de anfibios y donde muchas especies son extraídas para abastecer la demanda en Europa. “Nuestra relación histórica con Hispanoamérica hace que España sea un país de paso para muchos ejemplares que luego acaban en otros puntos de Europa”, explica Jaime Bosch.
Por otro lado, la riqueza herpetológica de la península ibérica convierte a España en un punto de interés para el tráfico de anfibios europeos. “En Centroeuropa hay una gran demanda de anfibios, ya que su herpetofauna local es mucho más pobre que la nuestra. No es infrecuente que en España se capturen ilegalmente ejemplares para su distribución en el resto de Europa”, advierte el experto.
El impacto ambiental del tráfico de anfibios
El comercio ilegal no solo afecta a las poblaciones de anfibios capturados, sino que también puede tener graves consecuencias ecológicas. La introducción de especies exóticas en entornos donde no son nativas provoca desequilibrios en los ecosistemas y la transmisión de enfermedades. “Uno de los principales riesgos del tráfico de anfibios es la propagación de enfermedades emergentes, como la quitridiomicosis, que está causando estragos en poblaciones silvestres de todo el mundo”, alerta el experto. Esta enfermedad fúngica, causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, ha sido identificada como uno de los principales factores del declive global de los anfibios.
A esto se suma que la introducción de especies exóticas de anfibios en hábitats sin depredadores naturales altera de igual manera los ecosistemas y desplaza a las especies autóctonas, agravando aún más el problema. Además, se ha documentado el riesgo de contaminación genética debido a la hibridación entre especies introducidas y autóctonas, lo que puede comprometer la diversidad genética y la adaptación de las poblaciones locales. Es crucial destacar que muchos casos de introducción son resultado de escapes accidentales, pero también existen liberaciones deliberadas con el objetivo de establecer poblaciones reproductoras en el medio natural para su posterior explotación comercial, una evidencia más de la gravedad y la complejidad de este problema.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), dos de cada cinco especies de anfibios están en peligro de extinción, convirtiéndolos en el grupo de vertebrados más amenazado del planeta.
Estrategias para combatir el tráfico ilegal de anfibios
A nivel internacional, organismos como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) han implementado regulaciones para controlar el comercio de anfibios. Sin embargo, la falta de recursos y la escasa prioridad de este grupo dentro de las políticas de conservación dificultan su aplicación efectiva.
En España, iniciativas como el Proyecto SOSanfibios trabajan para concienciar sobre la importancia de la conservación de estos animales y los peligros asociados a su comercio: “Intentamos concienciar sobre el peligro de las enfermedades emergentes y la necesidad de realizar cualquier comercio de anfibios con todas las garantías sanitarias”, nos comenta Jaime Bosch.
Su colega Carlos Cabido, doctor en biología, director del departamento de herpetología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi del País Vasco y vocal de conservación de la Asociación Herpetológica Española, insiste en advertir que el comercio de anfibios plantea un grave riesgo de invasiones biológicas, una de las principales causas de pérdida de biodiversidad. A diferencia de las 'listas negras' actuales, que son reactivas y lentas, Carlos Cabido propone la implementación de 'listas blancas abiertas'.
Este sistema preventivo permitiría la comercialización de especies seguras, previa evaluación de riesgo, similar a la regulación de alimentos y medicamentos. El experto en reptiles, anfibios y cecilias critica las 'listas blancas cerradas' por priorizar principios éticos sobre la evaluación de riesgos biológicos. En su opinión, es fundamental abrir un debate profundo sobre la ética de convertir especies silvestres en productos de consumo.
El papel de la sociedad en la protección de los anfibios
Más allá de la regulación legal, la sensibilización del público juega un papel fundamental en la protección de los anfibios y así lo sugiere también Jaime Bosch, “aunque tener un anfibio como mascota puede ser una experiencia enriquecedora, la observación de estos animales en su hábitat natural es mucho más valiosa y menos dañina”. Existen múltiples alternativas responsables, como colaborar con asociaciones herpetológicas, participar en proyectos de conservación o incluso construir pequeñas charcas en jardines para favorecer la presencia de anfibios autóctonos.
La protección de estas diminutas y discretas criaturas no solo beneficia a la biodiversidad global, sino que también contribuye a mantener el equilibrio de los ecosistemas en los que desempeñan un papel clave.