ZN25 – Dreadstar (y compañía)
Con motivo del viejésimo quinto aniversario de esta página he escogido hacer repaso del protagonista de uno de mis primeros tebeos: la creación preferida de Jim Starlin, Vanth Dreadstar


A finales de 1999, la Red empezaba a ser un producto de consumo habitual en todo el mundo y parte del extranjero. Las conexiones telefónicas de capacidad limitada estaban abriendo las ventanas a un mundo totalmente nuevo y los ordenadores personales estaban convirtiéndose en productos de consumo masivo. Las huestes comiqueras se reunían en foros que, a su vez, tenían en no pocos casos sus canales en algo llamado IRC. Fue en uno de aquellos lugares en los que leí a un tal Raúl López comentar que iba a echar a andar una nueva página dedicada a la divulgación en materia de tebeos y que se iba a llamar Zona Negativa.
Diez años después, en 2009, cuando aquel proyecto era una realidad que llegaba a su décimo aniversario, volví a encontrarme con Raúl y al año siguiente me incorporé a la redacción de Zona Negativa. Quince años después, tengo más lecturas, más canas, unos cuantos amigos más y un buen montón de experiencias enriquecedoras.
Así pues, a la hora de escoger mi aportación a los fastos de este cuarto de siglo, escogí una obra que fuera especial para mí, la cual ha acabado siendo Dreadstar. Las razones de mi elección vinieron dadas por el hecho de que fue una de las primeras reseñas que hice para la página y porque fue el primer tebeo que me descubrió un mundo (quizá sería más adecuado decir una galaxia) más allá de Marvel y de DC, a las que empezaba a distinguir vagamente. De paso, me permitió acercarme por segunda vez -la primera fue en uno de aquellas ediciones de bolsillo bruguerianas de los Defensores- a la obra del autor estadounidense Jim Starlin.
Dreadstar: una creación personal
Cuando se le pregunta a Starlin por su personaje preferido de todos cuantos ha creado, se le suele dar de paso la pregunta esperada, en la forma de una afirmación según la cual sería Thanos de Titán. Sin embargo, el propio señor Muerte se encarga de aclarar esta cuestión e indicar que su criatura favorita no es otra que Vanth Dreadstar. Si alguien quisiere cuestionar al autor sobre esta elección, considerando que se trata de una respuesta variable en función del momento (siempre hay quien quiere buscarle tres pies al gato) descubrirá rápidamente que no estamos ante un caso de estas características, pues hay diversos indicios que así lo prueban: en primer lugar, está el pequeño detalle -o quizá no tanto- de que el aspecto físico del personaje es también el de su creador o, al menos, tal y como éste era hace cuarenta años, cuando éste apareció por primera vez en las páginas de la revista Epic Illustrated. En segundo lugar, está el gran detalle de que Dreadstar y su alegre compañía aún están bajo el control de Starlin, cosa que no acontece en el caso del titán loco. Aunque vinculemos a ciertos personajes con ciertos autores, cuando se trata de las grandes editoriales son éstas las que ostentan la propiedad intelectual de aquéllos y aunque el propio don Jim haya intentado mantener cierto control sobre las historias y versiones canónicas de Thanos, la conversión de éste en una pieza central en la narrativa transmedia de la casa de las ideas y las complejas relaciones entre la empresa y el autor han hecho imposible cualquier intento de tutela. Al final, el negocio es el negocio y la editorial se ha encargado constantemente de recordar que suya es la titularidad de todos los personajes. Por otra parte, no habríamos tenido al maquiavélico titán diseñando elaborados planes si Starlin no hubiera contado las historias del Capitán Mar-Vell o de Adam Warlock, ninguno de los cuales fue creado por él, pero me estoy yendo por las ramas. Quedémonos con la conclusión de que Dreadstar sigue estando bajo la égida de su creador, el cual ha permitido que, ora en el dibujo, ora en el guión, ora en ambos, haya estado en otras manos.

Dreadstar, el secundario.
La primera aparición que tenemos de este personaje es en la historia La Odisea de la Metamorfosis, una saga que vio la luz en la revista antológica Epic Illustrated. Epic Comics fue uno de tantos venturosos experimentos de la Marvel que el editor Jim Shooter dirigía con puño de hierro. Una publicación de tono más adulto en el que, cosa no menor, los autores conservaban el control sobre sus personajes, ya que los derechos sobre éstos no quedaban en manos de la empresa. Vista con perspectiva, esta iniciativa y la de publicar novelas gráficas, se puede calificar como un intento por parte de Shooter de demostrar que una editorial pijamera podía hacer tebeos a la europea. El hecho de que de ambas hayan quedado obras y personajes duraderas es prueba de su éxito y, bien pensado, de que no es mala cosa dar cierta libertad a los autores, pero ésta es reflexión para otro día, así que volvamos al camino principal.
En La Odisea de la Metamorfosis Starlin se vuelca en el uso de conceptos que ya estaban presentes en su paso por las colecciones protagonizadas por el Capitán Marvel y Adam Warlock, pero ahora ya no tiene las restricciones que se le presentan en Marvel. Desde cierto punto de vista, este relato de sugerente y, quizá, un tanto pretencioso título se puede considerar como una versión tenebrosa de la naciente saga de Star Wars. Una epopeya cósmica en la que un grupo reducido de personajes se enfrenta a la máquina de destrucción de un imperio galáctico, pero sin final feliz. El autor plantea una alegoría en torno a los riesgos de una civilización que emprende el camino de la autodestrucción cuando abraza la senda del hedonismo y de la sobreexplotación de sus recursos naturales. Los esfuerzos del protagonista principal, Aknaton de Orsiros y de sus pares para derrotar la amenaza que supone para el cosmos el agresivo y expoliador pueblo zygoteano están llamados al fracaso y no es un giro de último momento. El destino de la Tierra, sellado en los primeros capítulos de la historia, es un buen ejemplo de ello.
En esta parte de la historia nuestro héroe -si es que es tal- tarda en aparecer y ejerce una función de guardaespaldas. Sus talentos como luchador, guerrillero y estratega le han permitido mantener a su planeta como zona de combate, allí donde otros han caído en poco tiempo. Con todo su poder -y una de las espadas mejor diseñadas de la historia de la ficción- es solamente un individuo en un conflicto a escala galáctica, así que sus pequeñas victorias resultan irrelevantes en el contexto general. Es la pieza necesaria para llevar a cabo un plan de eutanasia de la vía láctea y, en último extremo, la última que quedará en pie. Aquí tenemos ya los elementos definitorios del personaje, incluyendo su icónica arma, su habilidad para la guerra y su condición de Robin Hood estelar.

Dreadstar y compañía.
El fin de La Odisea de la Metamorfosis abre la puerta a una historia en la que Vanth pasa a ser el protagonista y a dar nombre a su propia cabecera. Sin embargo, Starlin no nos deja a un héroe solitario, sino al líder de una pequeña banda que evoca de nuevo a la rebelión de La Guerra de las Galaxias o a los proscritos del bosque de Sherwood. Aquí, Starlin vuelve a tomar conceptos utilizados previamente y los desarrolla sin cortapisas. Si en la historia anterior la muerte tenía un papel destacado, aquí es turno para la religión organizada. Don Jim sitúa al personaje, un exiliado de una Vía Láctea que ya no existe, en medio de un conflicto con evocaciones medievales: la Galaxia Empírica está dividida entre una monarquía controlada por intereses militares y empresariales y una iglesia que sirve a una docena de deidades que no es más que un grupo de seres sumamente poderosos, pero en modo alguno divinos según el concepto de las religiones del libro. Starlin nos presenta a un grupito que bien podría extrapolarse a una partida de rol: el guerrero, el mago, la mentalista, los ladrones… todos ellos embarcados en un plan para poner fin de la forma menos traumática posible a un conflicto centenario cuyos orígenes no están del todo claros. Hay acción, hay humor, hay misterio, en tonos que se aproximan a la ciencia-ficción y se alejan de la epopeya trepidante. Sin embargo, todo se precipita con demasiada celeridad. Dreadstar deja de ser el espadachín encapuchado para convertirse en algo más próximo a un superhéroe al uso; una suerte de Capitán Marvel que va a tener en el Alto Señor Papal -cabeza de la Iglesia de la Instrumentalidad- su némesis principal. La historia se vuelve más convencional, aunque nos brinde un final con unos cuantos giros interesantes que, sin embargo, sabe a poco.
Dreadstar el policía.
La colección -que a estas alturas está editada por First Comics- bien podría haber llegado a su fin, habida cuenta de que Dreadstar parece haber alcanzado la redención, tras haber salvado su galaxia de adopción. Sin embargo, tal parece que el espectáculo debe continuar, habida cuenta de que hay todavía algunos cabos sueltos que, a estas alturas, no resultan tan relevantes. En el nuevo orden, los antiguos rebeldes forman parte ahora de las fuerzas que aplican la legalidad vigente. Vanth recibe una reducción de poderes, justificada por su último combate con su archienemigo del momento y descubre junto a los lectores que hay siempre historias que van más allá de la conclusión según la cual sus protagonistas vivieron felices y comieron perdices. Es una etapa agridulce, más agria que dulce, en la que también se nota un cierto agotamiento por parte de Starlin. El creador cede los lápices a otros autores como Luke McDonnell o Ángel Medina y el hecho de que First carezca de los recursos de Epic resiente el producto final. Son episodios grises en los que, una vez más, una premisa interesante no termina de desarrollarse del todo, existiendo aspectos que no terminan de encajar bien con el nuevo contexto. Es, en realidad, una transición hacia otra parte en la que maese Jim ya no estará presente.
Dreadstar sin Dreadstar.
Starlin cede los bártulos literarios a Peter David, un guionista que empezaba a hacerse un nombre en el sector. La colección continuará hasta la desaparición de First y Dreadstar (y compañía) seguirán viviendo aventuras espaciales, pero ya no es lo mismo. David seguirá contando la historia del personaje en la breve aventura de la también breve Bravura Comics. En la miniserie, don Jim solamente hará algunas portadas y Dreadstar será una figura más evocada que presente, al centrarse la historia en un futuro en el que el Alto Señor Papal se ha convertido en el mentor de Kalla, la hija de su antiguo rival.

Dreadstar regresa.
La aparición de nuevos modelos de financiación como el micromecenazgo o la venta anticipada ha permitido que Starlin recupere al que, hay que repetirlo, es su creación preferida. En primer lugar, una campaña sirvió para reeditar en tres tomos toda la etapa de Epic y First, terminando esta última en el momento en el que el autor abandona la colección. En segundo lugar, presentó el retorno del personaje en su encarnación clásica, con el uniforme encapuchado y aquella espada de insuperable diseño. Una novela gráfica abre la puerta a una nueva historia en la que se ata un cabo suelto de la colección clásica que había quedado teóricamente olvidado y se presenta una nueva amenaza. El personaje está de vuelta junto a sus colegas favoritos y su viejo y más tenaz enemigo. El aspecto clásico aparece remozado gracias a las tecnologías digitales; el relato tiene un innegable sabor clásico. Ya hay una segunda entrega en la que nuestro héroe se enfrenta a lo Inevitable. Starlin y sus cosas cósmicas.
Epílogo
Siempre existe la reflexión en torno al momento en que las historias deben tener un final. Starlin lleva contando de forma intermitente las aventuras de Vanth Dreadstar desde hace cuatro décadas. En su madurez creativa ha vuelvo a un personaje que nunca ha dejado de ser suyo. Sus mejores historias se narraron en los ochenta y las nuevas aportaciones no han aportado nada nuevo, pero siempre resulta agradable reencontrarse con un personaje descubierto cuando todo era nuevo y sorprendente. Y, por supuesto, estar aquí para hablar a las nuevas generaciones sobre un tebeo que ha alcanzado la condición de clásico.
