Convendremos todos, presumo, en que el prematuro anuncio de la candidatura de Irene Montero a las generales, lo que supone, no es su vuelta sino la de Pablo Iglesias. El ciudadano Iglesias, que vino a tomar el cielo por asalto y acabó impulsando un crowdfunding para revitalizar una taberna, no parece haber entendido que la política hace tiempo que le abandonó. Él, como las novias tóxicas, no desfallecen ni ante (o especialmente ante) la ruptura. Y tras el fiasco de, sintiéndose mesías, designar sucesora (mediante el muy democrático método de señalar con el dedo y decir «esta») y que salga respondona, ha debido pensar que la única manera de reflotar el pecio que es hoy Podemos debe ser colocar a...
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