Víctimas y victimarios
En estos días, la publicación de un libro nos recordaba uno de los más estremecedores crímenes de violencia vicaria, cuando ni siquiera nadie la llamaba así. Se trata del asesinato de los niños Rut y José por parte de su padre, José Bretón, condenado tras una investigación y un juicio mediático que sigue poniendo los pelos de punta solo con pensarlo. Por eso, no quiero ser yo quien recuerde los detalles del caso, sino hablar de la publicación en cuestión. O, más bien, de la no publicación. Según parece, se trata de una obra escrita por una tercera persona y editada por una editorial -valga la redundancia, pero hay que diferenciar de la mera autopublicación- en que el asesino de sus hijos confesaba y contaba detalles de su delito. Y, aunque no lo he leído ni pienso hacerlo, me aventuro a tildarlo como un ejercicio de exaltación del morbo como un piano. Porque ¿qué se puede aportar a la sociedad cuando ya la justicia lo ha dicho todo? No obstante, no se trata de que la cosa interese o no. Alguien debió ver un filón porque se decidió a poner en marcha la idea y acometerla negro sobre blanco con una editorial detrás dando el soporte. Y nadie, en toda esta cadena, se ha parado a pensar un minuto en la víctima que ha sobrevivido a sus hijos, en esa madre que arrastrará un dolor inmenso por toda su vida, y que lo último que necesita es volver a estar en el punto de mira y sufrir con la publicación de detalles y comentarios de su tragedia. No es el primer ni el único caso. Todavía recuerdo que, durante la larguísima resaca informativa del asesinado de las niñas de Alcácer, una de las madres rogaba una y mil veces que no exhibieran imágenes de su hija, y también la madre de otro niño asesinado, Gabriel Cruz, ha insistido siempre en eso. No sé qué se puede tener en la cabeza para sacar a la luz las supuestas confesiones de un asesino de este calibre, pero, sobre todo, no sé qué se debe tener en el alma para no pensar ni un minuto en el daño que se causa a quien sufrió la más cruel de las tragedias. Como no sé que interés informativo puede tener centrarse en el victimario y olvidarse de la víctima. Por suerte, y, sobre todo, por justicia, se ha parado este primer embate, pero mucho me temo que no será el último, son en este, en otro caso. Porque eta sociedad no anda sobrada de escrúpulos. Por desgracia. SUSANA GISBERT Fiscal y escritora (@gisb_sus)
En estos días, la publicación de un libro nos recordaba uno de los más estremecedores crímenes de violencia vicaria, cuando ni siquiera nadie la llamaba así. Se trata del asesinato de los niños Rut y José por parte de su padre, José Bretón, condenado tras una investigación y un juicio mediático que sigue poniendo los pelos de punta solo con pensarlo. Por eso, no quiero ser yo quien recuerde los detalles del caso, sino hablar de la publicación en cuestión. O, más bien, de la no publicación. Según parece, se trata de una obra escrita por una tercera persona y editada por una editorial -valga la redundancia, pero hay que diferenciar de la mera autopublicación- en que el asesino de sus hijos confesaba y contaba detalles de su delito. Y, aunque no lo he leído ni pienso hacerlo, me aventuro a tildarlo como un ejercicio de exaltación del morbo como un piano. Porque ¿qué se puede aportar a la sociedad cuando ya la justicia lo ha dicho todo? No obstante, no se trata de que la cosa interese o no. Alguien debió ver un filón porque se decidió a poner en marcha la idea y acometerla negro sobre blanco con una editorial detrás dando el soporte. Y nadie, en toda esta cadena, se ha parado a pensar un minuto en la víctima que ha sobrevivido a sus hijos, en esa madre que arrastrará un dolor inmenso por toda su vida, y que lo último que necesita es volver a estar en el punto de mira y sufrir con la publicación de detalles y comentarios de su tragedia. No es el primer ni el único caso. Todavía recuerdo que, durante la larguísima resaca informativa del asesinado de las niñas de Alcácer, una de las madres rogaba una y mil veces que no exhibieran imágenes de su hija, y también la madre de otro niño asesinado, Gabriel Cruz, ha insistido siempre en eso. No sé qué se puede tener en la cabeza para sacar a la luz las supuestas confesiones de un asesino de este calibre, pero, sobre todo, no sé qué se debe tener en el alma para no pensar ni un minuto en el daño que se causa a quien sufrió la más cruel de las tragedias. Como no sé que interés informativo puede tener centrarse en el victimario y olvidarse de la víctima. Por suerte, y, sobre todo, por justicia, se ha parado este primer embate, pero mucho me temo que no será el último, son en este, en otro caso. Porque eta sociedad no anda sobrada de escrúpulos. Por desgracia. SUSANA GISBERT Fiscal y escritora (@gisb_sus)
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