Uno de los castillos más geométrico del mundo está en Girona y fue clave en la historia
Con 320.000 metros cuadrados y una forma estrellada, el Castillo de Sant Ferran es la mayor fortaleza de Europa construida en su épocaCinco pueblos del Pirineo de Girona para una escapada cargada de encanto y naturaleza Catalunya es tierra de castillos, pero hay uno que sobresale con diferencia por su colosal tamaño y su peculiar trazado geométrico. Se trata del Castillo de Sant Ferran, una fortaleza del siglo XVIII situada en Figueres (Girona). Con sus más de 320.000 metros cuadrados de superficie construida, el Castillo de Sant Ferran se ha ganado el título de monumento más grande de Catalunya y de mayor fortaleza de época de Europa. Pese a su monumentalidad, no todos conocen su historia ni su forma singular, que lo convierte en una obra maestra de la ingeniería militar. Una fortaleza con forma estrellada y estructura de laberinto El Castillo de Sant Ferran no es un castillo al uso. Su diseño responde a criterios defensivos muy precisos: una estructura estrellada con murallas en talud, glacis excavados, fosos interiores y un sistema de fortificación que aprovechaba la altura natural de la colina donde se asienta. Desde la céntrica rambla de Figueres se accede fácilmente a este recinto, que podía alojar a 6.000 soldados y 500 caballos, con todo lo necesario para resistir un largo asedio. Una de sus experiencias más sorprendentes es el descenso al sistema de depósitos subterráneos de agua, a ocho metros de profundidad y con capacidad para 9.000 metros cúbicos. Las visitas guiadas permiten recorrer esta infraestructura incluso en lanchas neumáticas, sumergiendo al visitante en una historia que mezcla aventura y arquitectura militar. Una construcción colosal que nació tarde Pese a su envergadura, la historia del castillo arranca con una contradicción: nació desfasado. En un contexto de cambios de frontera tras el Tratado de los Pirineos (1659), la corona española necesitaba reforzar sus defensas en el Empordà tras perder el Rosellón. Así, Carlos III ordenó su construcción en 1753, pero las estrategias militares ya no pasaban por controlar castillos, sino por dominar el territorio con rapidez. Aun así, se edificó. En 1766 se inauguró, aunque sin estar completamente terminado. Su construcción corrió a cargo del ingeniero militar Juan Martín Cermeño, y su nombre rinde homenaje al monarca Fernando VI. Una “bella inútil” que cayó varias veces sin luchar Durante la Guerra del Rosellón en 1794, la fortaleza fue tomada con escasa resistencia por los franceses, que la bautizaron como la “bella inútil”. Años después, en 1808, volvió a caer sin un solo disparo: 200 soldados disfrazados de reclutas lograron entrar por engaño. En 1811, el cura Francesc Rovira la recuperó en hora y media tras colarse por una pequeña poterna con la llave. Pero poco duró la hazaña: los franceses la sitiaron pocos días después, y la rendición llegó tras más de tres meses de resistencia sin alimentos. También en 1823, durante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, la plaza fue sitiada de nuevo por seis meses, poniendo fin a su papel en los conflictos armados. De prisión a refugio del último gobierno republicano Durante el siglo XIX, Sant Ferran fue reduciendo su papel militar hasta convertirse en cuartel y prisión. Entre 1906 y 1933, acogió a reclusos. Pero el momento más simbólico de su historia contemporánea llegó en 1939, cuando el último gobierno de la Segunda República se reunió allí antes de cruzar al exilio. En el franquismo, volvió a funcionar como prisión, alojando incluso al teniente coronel Tejero tras el fallido golpe de Estado del 23-F. No fue hasta 1996 cuando se abrió al público y se reconoció su valor patrimonial como Bien Cultural de Interés Nacional. Una joya geométrica aún por descubrir El Castillo de Sant Ferran, con su planta perfecta, su patio de armas de 10.000 metros cuadrados y sus vistas sobre la llanura del Empordà, sigue siendo una de las grandes joyas olvidadas del patrimonio español. Su historia, marcada por fracasos bélicos y momentos cruciales, contrasta con la monumentalidad y precisión de su diseño, convirtiéndolo en una obra única de la ingeniería militar del siglo XVIII. Para quienes visitan Figueres atraídos por el universo de Dalí, este castillo es una parada obligatoria. No solo por su vínculo con el artista, sino porque pocos lugares permiten caminar por una fortaleza de esta escala y geometría perfecta, abierta todo el año y preparada para sorprender.

Con 320.000 metros cuadrados y una forma estrellada, el Castillo de Sant Ferran es la mayor fortaleza de Europa construida en su época
Cinco pueblos del Pirineo de Girona para una escapada cargada de encanto y naturaleza
Catalunya es tierra de castillos, pero hay uno que sobresale con diferencia por su colosal tamaño y su peculiar trazado geométrico. Se trata del Castillo de Sant Ferran, una fortaleza del siglo XVIII situada en Figueres (Girona).
Con sus más de 320.000 metros cuadrados de superficie construida, el Castillo de Sant Ferran se ha ganado el título de monumento más grande de Catalunya y de mayor fortaleza de época de Europa. Pese a su monumentalidad, no todos conocen su historia ni su forma singular, que lo convierte en una obra maestra de la ingeniería militar.
Una fortaleza con forma estrellada y estructura de laberinto
El Castillo de Sant Ferran no es un castillo al uso. Su diseño responde a criterios defensivos muy precisos: una estructura estrellada con murallas en talud, glacis excavados, fosos interiores y un sistema de fortificación que aprovechaba la altura natural de la colina donde se asienta.
Desde la céntrica rambla de Figueres se accede fácilmente a este recinto, que podía alojar a 6.000 soldados y 500 caballos, con todo lo necesario para resistir un largo asedio.
Una de sus experiencias más sorprendentes es el descenso al sistema de depósitos subterráneos de agua, a ocho metros de profundidad y con capacidad para 9.000 metros cúbicos. Las visitas guiadas permiten recorrer esta infraestructura incluso en lanchas neumáticas, sumergiendo al visitante en una historia que mezcla aventura y arquitectura militar.
Una construcción colosal que nació tarde
Pese a su envergadura, la historia del castillo arranca con una contradicción: nació desfasado. En un contexto de cambios de frontera tras el Tratado de los Pirineos (1659), la corona española necesitaba reforzar sus defensas en el Empordà tras perder el Rosellón.
Así, Carlos III ordenó su construcción en 1753, pero las estrategias militares ya no pasaban por controlar castillos, sino por dominar el territorio con rapidez.
Aun así, se edificó. En 1766 se inauguró, aunque sin estar completamente terminado. Su construcción corrió a cargo del ingeniero militar Juan Martín Cermeño, y su nombre rinde homenaje al monarca Fernando VI.
Una “bella inútil” que cayó varias veces sin luchar
Durante la Guerra del Rosellón en 1794, la fortaleza fue tomada con escasa resistencia por los franceses, que la bautizaron como la “bella inútil”. Años después, en 1808, volvió a caer sin un solo disparo: 200 soldados disfrazados de reclutas lograron entrar por engaño.
En 1811, el cura Francesc Rovira la recuperó en hora y media tras colarse por una pequeña poterna con la llave. Pero poco duró la hazaña: los franceses la sitiaron pocos días después, y la rendición llegó tras más de tres meses de resistencia sin alimentos.
También en 1823, durante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, la plaza fue sitiada de nuevo por seis meses, poniendo fin a su papel en los conflictos armados.
De prisión a refugio del último gobierno republicano
Durante el siglo XIX, Sant Ferran fue reduciendo su papel militar hasta convertirse en cuartel y prisión. Entre 1906 y 1933, acogió a reclusos. Pero el momento más simbólico de su historia contemporánea llegó en 1939, cuando el último gobierno de la Segunda República se reunió allí antes de cruzar al exilio.
En el franquismo, volvió a funcionar como prisión, alojando incluso al teniente coronel Tejero tras el fallido golpe de Estado del 23-F. No fue hasta 1996 cuando se abrió al público y se reconoció su valor patrimonial como Bien Cultural de Interés Nacional.
Una joya geométrica aún por descubrir
El Castillo de Sant Ferran, con su planta perfecta, su patio de armas de 10.000 metros cuadrados y sus vistas sobre la llanura del Empordà, sigue siendo una de las grandes joyas olvidadas del patrimonio español.
Su historia, marcada por fracasos bélicos y momentos cruciales, contrasta con la monumentalidad y precisión de su diseño, convirtiéndolo en una obra única de la ingeniería militar del siglo XVIII.
Para quienes visitan Figueres atraídos por el universo de Dalí, este castillo es una parada obligatoria. No solo por su vínculo con el artista, sino porque pocos lugares permiten caminar por una fortaleza de esta escala y geometría perfecta, abierta todo el año y preparada para sorprender.