Una disputa por drogas, el móvil del homicidio del Negro Sombra, uno de los secuestradores más temibles de la Argentina

A Sergio Leiva, que estaba en libertad condicional monitoreada por medio de una tobillera electrónica, lo mataron a balazos; el Ministerio Público Fiscal pidió la detención de un sospechoso

Mar 12, 2025 - 19:22
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Una disputa por drogas, el móvil del homicidio del Negro Sombra, uno de los secuestradores más temibles de la Argentina

A Sergio Orlando Leiva, el Negro Sombra, uno de los secuestradores más temibles de la historia penal argentina, lo mataron a balazos sin mediar palabra el 3 de marzo pasado. Fueron cinco disparos, dos, letales, que impactaron en uno de sus pulmones. Agonizó media hora y falleció. La principal hipótesis de los investigadores es que el móvil del crimen fue un ajuste de cuentas tras una pelea por el negocio ilegal de las drogas en la zona de influencia del asentamiento San Pablo, en El Talar, Tigre.

Así lo informaron a LA NACION calificadas fuentes judiciales. Uno de los presuntos homicidas fue identificado y la fiscal de El Talar, Karina Bianchi, a cargo de la investigación, pidió su detención. El juez de Garantías de San Isidro Diego Martínez aún no resolvió la solicitud del Ministerio Público.

El crimen ocurrió el lunes de la semana pasada. El Negro Sombra cumplía una pena única de 34 años de prisión. Lo habían condenado por los secuestros extorsivos de Ernesto Rodríguez, padre del empresario Jorge “Corcho” Rodríguez, y de Mirta Fernández, una mujer a la que le amputaron un dedo y la violaron durante su cautiverio; esos hechos fueron cometidos entre 2003 y 2004. Estaba con libertad condicional monitoreada con tobillera electrónica.

“Los dos homicidas se acercaron a Leiva y, sin mediar palabra, le dispararon. No hubo una pelea previa. No hubo una discusión en el momento. Fueron directo a matarlo”, explicó una fuente de la investigación.El Negro Sombra había sido condenado a 34 años de prisión

Tras los balazos, Leiva fue trasladado de urgencia al hospital de Pacheco, donde falleció. “Agonizó media hora”, agregaron los informantes consultados.

Tras el homicidio, y a partir de los primeros testimonios recogidos por detectives de la policía bonaerense, se logró identificar a dos sospechosos.

“Se pidió la detención de uno de los presuntos partícipes del homicidio. Sería el presunto tirador. Es una persona que estaría detrás del negocio del narcomenudeo en la zona del asentamiento San Pablo”, dijo a LA NACION una calificada fuente con acceso al expediente.

El pasado criminal del Negro Sombra no está vinculado con el negocio del narcomenudeo. Sí se sabe que era consumidor de drogas y cliente de los vendedores de la zona.

“El móvil del crimen está vinculado con el tema de las drogas. Todavía no pudimos determinar si Leiva quería ganar el territorio y hacer su negocio o si debía un dinero de sus consumos y no lo quiso pagar. Pero no hay dudas de que se trató de un ajuste de cuentas por un problema narco”, afirmaron las fuentes judiciales.

Si bien la condena de Leiva expiraba el 24 de abril de 2031, en abril de 2019, al cumplir las dos terceras partes de pena y por su buena conducta en prisión, obtuvo la libertad condicional monitoreada por el Servicio Penitenciario Federal (SPF).

Con la fiscal Bianchi colabora personal de las comisarías de la Estación de Policía Departamental (EPD) de Tigre, dependiente de la Superintendencia de Seguridad Región AMBA Norte I, y detectives de la Subdelegación Departamental de Investigaciones (SubDDI) local de la policía bonaerense.

“No soy un monstruo”

Los dos secuestros por los que fue condenado el Negro Sombra fueron de alto impacto. Mirta Fernández estuvo a merced de Leiva y su banda 28 días. La llevaron cautiva el 19 de agosto de 2003 de Don Torcuato y la liberaron en Puente Saavedra, en el límite entre Vicente López y la ciudad de Buenos Aires, el 16 de septiembre de ese año. Su familia pagó un rescate de 430.000 pesos, unos 150.000 dólares al cambio de esa época.

En pleno cautiverio, el 7 de septiembre, a la mujer la durmieron con una droga mezclada en un té y cuando se despertó se dio cuenta de que le habían amputado la primera falange del dedo meñique de la mano derecha. El dedo fue enviado a su familia junto a un video, donde se la veía mutilada sobre la cama.

Anteriormente, los secuestradores habían enviado a la familia un casete de audio con una grabación escalofriante: los gritos de la cautiva mientras era torturada en un pie con un cable conectado a 220 voltios.

El día que el Tribunal Oral Federal (TOF) N°1 de San Martín, integrado por los jueces Marta Milloc, Lucila Larrandart y Enrique Manson, lo condenó por el secuestro de Fernández, el Negro Sombra, en el momento de decir sus palabras finales antes del veredicto, leyó una carta: “Soy un ser humano. No un monstruo, no soy un mono, como me dijo el fiscal [Marcelo García Berro]. Quiero saber por qué todo hecho de secuestro me está siendo cargado a mí. ¿Qué pasa con la Justicia? ¿No quieren investigar? ¿Discriminan?”.

Sus quejas no le sirvieron de nada. Lo encontraron culpable del delito de secuestro agravado, con agravantes: haber logrado el propósito de obtener rescate, haber participado tres o más personas, haber causado en la víctima lesiones graves y haber cometido el delito con violencia e intimidación contra las personas mediante el empleo de armas fuego.

Otro de los secuestros por el que Leiva fue condenado fue el de Ernesto Rodríguez, que fue raptado el 23 de diciembre de 2003 cuando salía de su casa en General Rodríguez y fue liberado el 4 de febrero de 2004 al cabo de un tiroteo en una finca San Andrés de Giles, después de haber estado 43 días cautivo, los últimos, encerrado en un gallinero, atado de pies y manos. En el enfrentamiento hubo dos policías gravemente heridos y dos secuestradores fueron abatidos: el “Potrillo” Juan José Villegas y Jorge Luis Medina, alias Jeta. El mismo tribunal que lo había condenado por el caso de Mirta Fernández le impuso, por el del padre del Corcho Rodríguez, una pena de 15 años.

Ese 2007 Leiva fue condenado a 11 años y medio de prisión por el secuestro de Francisco Hahner que fue capturado cuando su madre, ejecutiva de una empresa transnacional, lo llevaba en auto a una escuela de Talar de Pacheco.

Durante sus años de detención, Leiva estuvo alojado en las cárceles de Ezeiza, Villa Devoto, Rawson, en la desaparecida cárcel de Caseros y en Senillosa (Neuquén), desde donde recuperó la libertad, según informaron en su momento fuentes del SPF.

Leiva siempre negó ser el sospechoso que en las distintas grabaciones de las conversaciones telefónicas entre secuestradores y familiares de las víctimas aparecía mencionado como Negro Sombra.

En una audiencia de uno de los juicios que lo tuvo como acusado, Leiva explicó que nunca había estado en la villa San Pablo, “cuna” de la mayoría de los integrantes de la banda a la que la policía denominó “Los cortadedos”. Dijo que a él lo conocían como Oma de Los Polvorines y no como Negro Sombra. Nadie le creyó.