Tierra del Fuego: un recorrido en auto por la ruta 3, de las montañas a la llanura inhóspita

Desde Ushuaia, un circuito que cruza los Andes por el Paso Garibaldi, atraviesa Tolhuin y Río Grande y llega hasta la costas salvajes del estrecho de Magallanes

Mar 20, 2025 - 14:33
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Tierra del Fuego: un recorrido en auto por la ruta 3, de las montañas a la llanura inhóspita

El cartel de madera que indica el punto donde finaliza la ruta 3, en el Parque Nacional Tierra del Fuego, es uno de los hitos fotográficos que nadie pasa por alto cuando está de visita en Ushuaia. Lo mismo ocurre con el otro cartel, el verde, en pleno centro de la ciudad. Las distancias indicadas hasta Buenos Aires maravillan a los europeos: la misma cantidad de kilómetros los llevaría desde París al extremo norte de Suecia, o desde Madrid hasta Vilnius, a las puertas de Rusia. Sin embargo, hay algo más llamativo que esos miles de kilómetros fríamente plasmados de esta manera. Descubrirlo es como adueñarse de un secreto pocas veces compartidos: el pequeño tramo de la ruta 3 que cruza de par en par toda la porción argentina de la Isla Grande de Tierra del Fuego es como un atajo de todo el sur del país.

En unas horas se pasa de un canal a otro, de montañas eternamente nevadas a una inmensa llanura, de costas misteriosas bordeadas de árboles bandera a playas rectilíneas de canto rodado. Es como tener un concentrado de toda la Patagonia en un puñado de horas.

Son los menos quienes se animan a encarar la ruta 3 más allá del Paso Garibaldi, en medio de los Andes fueguinos, donde llega a caer nieve en pleno verano. Pero es allí donde la aventura recién comienza…Los campos cercanos a la ruta están poblados de guanacos

Se llega al famoso paso luego de atravesar el Valle de Tierra Mayor y dejar en el camino carteles que invitan a conocer criaderos de huskies o las instalaciones del Cerro Castor. Durante parte del camino se bordea un arroyo y se atraviesan bosques de lengas y ñires.

No es un tramo muy largo, pero requiere tiempo, porque sobran los motivos para parar el auto al borde de la ruta y bajar: acá una cascada, allá una castorera, un turbal rojizo o un punto panorámico sobre picos cubiertos de hielos y de nieve.

Uno de los destinos más inesperados de Centroamérica

Se llega finalmente al paso, el único lugar donde se puede atravesar los Andes fueguinos e ir desde Ushuaia y las costas del Beagle a Río Grande y el estrecho de Magallanes. Los relieves son abruptos pero las alturas moderadas. Lo más alto de la ruta, donde se construyó un mirador, está a 450 metros sobre el nivel del mar.

Es el punto culminante de toda la traza de la ruta 3, que a partir de ahí solo transitará por mesetas costeras o llanuras. Desde la plataforma, la vista puede ser maravillosa –cuando el sol acude a la cita– o desesperanzadora –si tocan nubes bajas y grises, lluvia o nieve…

Si toca el segundo caso, por suerte, en Tierra del Fuego uno puede adoptar ese dicho que también es válido en otras regiones extremas de nuestro planeta: “¿No te gusta el clima de ahora? Entonces esperá un par de minutos, que viene otro…”.El paisaje de la zona permite horizontes amplios, sin los Andes a la vista

El lago que ocupa el valle al pie del mirador es el Escondido. Si el clima lo permite, se alcanza a ver el Fagnano, en un segundo plano, que forma como un gran brazo de mar. La ruta 3 es asfaltada y por lo general está abierta todo el año. La antigua traza, de ripio, se adivina en medio de la vegetación, al pie del mirador. Es ahora un sendero de caminata muy atractivo, que baja hasta las orillas del lago Escondido y vuelve a unirse con la ruta 3 luego de unos 6 kilómetros.

La custodia de los selk’nams

Viniendo desde la ladera sur de los Andes, se ve la montaña bajo su perfil más épico y desmedido, con valles encajonados y picos altos. Una vez cruzado el paso, el paisaje es muy distinto, mucho más abierto, sobre relieves cada vez más suaves y mesurados. La transición se hará notar más todavía a medida que va cambiando también la vegetación, kilómetro tras kilómetro, hasta que se llega finalmente a las cercanías del Fagnano. En esta parte de la isla su costa es suave y bordeada de playas de canto rodado, donde las olas terminan su carrera. Más hacia el oeste, hacia Chile (donde se llama lago Cami) tiene que abrirse paso entre dos cadenas montañosas. Se adivinan en el horizonte, bajo nubes que pasan a toda velocidad. Sobre los mapas la isla parece chica, pero en realidad es inmensa. Más aún en esta parte norte, donde ya no hay montañas cerca para limitar la vista.

La siguiente parada del viaje es en Tolhuin. Esta pequeña ciudad está en el corazón mismo de Tierra del Fuego. Y su propio corazón está en una… ¡panadería! Hay lugares que se hacen famosos hasta en los sitios más inalcanzables. La Unión es uno de ellos. En todo momento y todos los días, hay tanto movimiento que parece que la isla entera se diera cita en este gran salón vidriado, frente a los mostradores rebosantes de panes, sándwiches, medialunas, croissants, macarons y chocolates. Se puede llevar el café o la comida para seguir viaje, pero es mucho más interesante hacer un alto en el local y ver en detalle la multitud de cuadros expuestos y los rincones dedicados a personajes tan distintos como Favaloro y una religiosa que fue una celebridad local. También hay espacios dedicados a los veteranos de Malvinas y al ARA San Juan.

El viaje sigue en dirección al norte. Se deja Tolhuin, cuya entrada está custodiada por dos esculturas de cazadores selk’nams, pintados de rojo y blanco, tal como lucían para la ceremonia del hain.Esculturas que recuerdan a los cazadores selk’nams

Se llega a Río Grande luego de cruzar una región más bien llana, donde los árboles y los bosques fueron desapareciendo poco a poco, dejando lugar a una estepa donde conviven miles de ovejas y otros tantos miles de guanacos. Las primeras zonas urbanas aparecen luego de cruzar el caudaloso río Grande. Al costado del puente nuevo, se conserva el antiguo. Es ahora uno de los puntos históricos que figura en el circuito turístico de la ciudad, al igual que la reserva de la punta Popper, las ruinas del exfrigorífico CAP, las dos tiendas libres de impuestos (el Atlántico Sur y el Yehuin) y el Museo Virginia Choquintel.

Ese último cuenta con varias instalaciones y colecciones que presentan la historia local, desde la civilización de los selk’nams (y lo poco que se logró conocer y conservar de su lengua y su modo de vida), hasta los primeros años de la ciudad, cuando el asentamiento fundado por misioneros salesianos italianos se convirtió en un centro urbano.

Río Grande es una ciudad que debe enfrentar los extremos, los del clima y los de la lejanía. No se muestra con muchos cuidados y es quizás en eso donde reside su interés, la verdadera alma fueguina. Por dar un ejemplo, en el museo no dudan en abrir las puertas a los viajeros de paso, incluso fuera de hora. Lo mismo ocurre en el Museo Histórico y de Ciencias Naturales Monseñor Fagnano, que está dentro de la misión, unos kilómetros al norte del centro de la ciudad, siempre por la 3. La capilla y los primeros edificios de lo que es ahora un colegio fueron construidos en los últimos años del siglo XIX, para instruir y proteger a los últimos grupos selk’nam. Como se sabe y se confirma durante la visita, la historia no terminó bien para los habitantes originarios de la isla. Virginia Choquintel, cuyo nombre se dio al museo del centro, es recordada como la “última selk’nam” de Río Grande, aunque ese concepto no existe realmente y la sangre selk’nam sigue circulando en Tierra del Fuego. Virginia nació en la misión en 1942, falleció en 1999 y fue criada sin contacto ni conocimiento de su lengua materna y de las costumbres de sus antepasados. Luego del recorrido por el museo y de unas fotos bucólicas de la iglesia y su cerca de madera, es tiempo de encarar el último tramo del viaje.

@infodeushuaia

¿Conoces el Mirador Paso Garibaldi?