El
Barça se plantó en la final de
Copa con mucho menor sufrimiento de lo esperado. En el primer tiempo dio una lección de futbol total que anuló a los desorientados soldados de
Simeone. En la segunda parte, con los locales necesitados de darle la vuelta al gol del tiburón
Ferran, se fueron para adelante, arriesgaron algo más y pusieron la energía que les había faltado en el primer tiempo. Pero el
Barça solidario no sufrió en ningún momento. En 98 minutos de partido, jugando en casa ante una bulliciosa afición, y con la necesidad de marcar sí o sí para no terminar la temporada a 2 de abril, el Atlético no chutó a puerta ni una sola vez. El portero polaco del
Barça anoche podía fumarse un puro bajo palos porque, ni bien ni mal, los jugadores de Simeone no le remataron ni una sola vez a puerta. Bueno, una sí remataron.
Sorloth marcó el ya tradicional gol contra el Barça, pero el fuera de juego era muy claro y el linier acertó en levantar la bandera. El
VAR no hizo más que ratificar la posición antirreglamentaria de un futbolista que, esta temporada, ya no será más la bestia negra del Barça. Todo lo que hizo en ataque el tristón equipo colchonero fue, en el primer tiempo, un cabezazo de
Reinildo. Tras el descanso, una muy clara de
Sorloth y tres acciones de
Griezmann,
Lenglet y
Giménez que pasaron muy lejos de los palos de
Szczesny. El Atlético de Madrid, que este curso le había marcado 10 goles al Barça en tres partidos, anoche apenas inquietó el Barça de
Flick, que aprendió a desactivar el fútbol raro de un equipo, el de Simeone, que tiene una plantilla para hacer mucho más de lo que hace. Quizá, por ello, la afición colchonera terminó por corear el nombre de
Pedri, porque ellos también querrían ver un mago del fútbol.
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