Sánchez, ese «doctor» inexplicable
Pablo Iglesias siempre ha hecho gala de un olímpico desprecio intelectual hacia Pedro Sánchez por lo que entiende es irredenta animadversión a los libros y a todo tipo de conocimiento que no pase por el cubilete de la calle Sierpes.Pocas veces el jefe de Podemos ha dicho una verdad tan descriptible como esa. Todo el … Continuar leyendo "Sánchez, ese «doctor» inexplicable"

Pablo Iglesias siempre ha hecho gala de un olímpico desprecio intelectual hacia Pedro Sánchez por lo que entiende es irredenta animadversión a los libros y a todo tipo de conocimiento que no pase por el cubilete de la calle Sierpes.
Pocas veces el jefe de Podemos ha dicho una verdad tan descriptible como esa. Todo el mundo conoce –y este columnista en primera instancia por sus antiguas relaciones personales con el que inesperadamente se convirtió en primer ministro– que Sánchez prefería pavonearse entre sus mesnadas juveniles antes que dedicar el tiempo a formarse, leer, y romper los codos de los jerseys. Lo suyo era presumir de palmito y ejercitarse en el arte del trilerismo.
Pero una cosa fuera aquello y, ahora, tras siete años de experiencia como jefe del Gobierno de España, poner en cuestión todo el andamiaje de enseñanza superior en el país entrando a matar las universidades privadas que en su mayor parte se instauraron después de la Constitución del 78 y bajo un gobierno socialista, exactamente igual que la llamada Educación concertada.
Este hombre se ha vuelto completamente loco y, lo más grave, no controla a sus edecanes y a las personas (muchas) encargadas de organizarle la agenda y responsables de poner al día la venta de los mensajes.
El que suscribe estudió, no sin mucho esfuerzo por parte de sus padres, en la Universidad de Navarra, fundada, dirigida y regentada (que yo sepa) por el Opus Dei. Entonces pasaba por ser la Harvard española tras superar en prestigio nacional e internacional a la más antigua jesuítica Universidad de Deusto. El que suscribe fue fundador pasados los años de la hoy conocida como Universidad Europea de Madrid, que tuvo un éxito rutilante a los pocos años. De modo y manera que conozco el paño y, en efecto, no todo es limpio y cristalino.
Pero no es precisamente Sánchez el que pueda abrir la boca para dictar cátedra, nunca mejor dicho. Él si estudió en «chiringuitos», yo no. Él si que aprobó de aquella manera; nosotros, los de la privada, no. Como es inexplicable en cabeza medianamente amueblada que el jefe de Gobierno de la cuarta potencia europea se haya atrevido a sacar a la palestra, precisamente ahora, este asunto y enfrentar a la privada con la pública, habrá que colegir inmediatamente que hay gato encerrado. ¡Claro que lo hay! Distraer la atención de su fabulosa corrupción; que olvidemos que no gobierna; que carece de Presupuestos y que en lugar de Gobierno tiene alrededor un batiburrillo de abigarrados intereses.
Le da igual jugar con el pan de la gente; le trae al pairo el interés general de la nación y enfrentar a unos con otros, y a la vez a todos con él mismo. Es urgente mandarle a las filas del paro, no sin antes hacer algunas visitas a distintos jueces.
Sánchez en sí mismo es explicable bajo diagnósticos severos; como responsable público, no.